Carlsen gana en París y disfruta “como un niño” de la modalidad de ajedrez ‘freestyle’
El noruego, vencedor del segundo torneo del Grand Slam Tour, evalúa el sorteo de la posición inicial de las piezas “como un reto muy diferente al juego clásico”


A Magnus Carlsen se le ha visto muy feliz en París estos días. Pero no sólo porque ha ganado este lunes el segundo torneo del Grand Slam Tour Freestyle -el primero, en febrero, fue para el alemán Vincent Keymer en Weissenhaus (Alemania)-, sino porque ha encontrado un reto a la altura de su genialidad. En la nueva modalidad del ajedrez (también conocida como 960), la posición de las piezas en la primera fila se sortea minutos antes de cada partida. Eso inutiliza todos los análisis de aperturas hechos durante siglos, y por tanto obliga a pensar desde la jugada inicial. Justo lo que le encanta al noruego.
“Es algo totalmente diferente, que disfruto como un niño. Sólo disponemos de unos minutos para decidir el primer movimiento, que a veces puede ser muy difícil, sobre todo si conduces las piezas negras. Y si te descuidas, puedes quedar casi perdido en plena apertura, tras muy pocas jugadas”. Carlsen no se cansa de explicar eso una y otra vez, siempre sonriente, aunque se lo pregunten casi todos los días.
El número uno del ajedrez, indiscutible desde 2013, está harto de dedicar miles de horas en casa al estudio de las aperturas y defensas (primeros movimientos, con ayuda de un equipo de analistas y computadoras muy potentes. Estas son las culpables de que ahora cualquier aficionado pueda jugar esa fase de la partida tan bien como el campeón del mundo. Es decir, se ha vuelto normal que los primeros quince o veinte lances se efectúen de memoria, lo que deja cada vez menos espacio al arte (creatividad, imaginación, fantasía) y al deporte (apuros de tiempo, riesgo, enorme tensión nerviosa…), eclipsados por la faceta más científica del ajedrez, la preparación casera. Por eso, el escandinavo, de 34 años, renunció al título mundial en 2022; y de momento no da síntoma alguno de pretender recuperarlo -ahora pertenece al indio Dommaraju Gukesh, de 18 años-, a pesar de que todavía le falta por superar la marca más estratosférica y legendaria de Gari Kaspárov: ser el número uno del escalafón durante veinte años consecutivos (1985-2005); Carlsen está en esa posición desde 2011 y destronó al indio Viswanathan Anand en 2013.

Nadie le tilda de arrogante cuando afirma: “Entiendo las posiciones iniciales mejor que mis rivales”, porque cada día demuestra que es así. Una de las innovaciones revolucionarias del Freestyle Grand Slam Tour es el confesionario: una cabina con cámara y micrófono donde cualquier jugador puede acudir durante la partida, cuando le toca mover a su rival, para explicar al público internauta cómo se siente, qué le preocupa o cómo evalúa la posición. Las confesiones de Carlsen son siempre las más jugosas, aunque él admite: “Keymer [de 20 años] también aporta muchas ideas profundas e interesantes”.
En buena lógica, a Carlsen debería preocuparle que muchos jugadores aficionados -y no pocos profesionales- estén radicalmente en contra del freestyle porque no quieren renunciar a las toneladas de conocimiento de aperturas adquirido durante miles de horas de entrenamiento a lo largo de su vida. Porque si no se logra una masa crítica grande de seguidores de la nueva modalidad, será muy difícil convencer a potenciales patrocinadores. Pero también es cierto que esta semana se juega un torneo en Baden Baden (Alemania) con unos 3.000 participantes, muy esperanzador para quienes están ilusionados como el noruego.
Tras batir en la final de París al número dos del ajedrez clásico, el estadounidense Hikaru Nakamura, por 1,5-0,5, Carlsen encabeza la clasificación combinada del Grand Slam con 40 puntos y 300.000 dólares, seguido de Keymer (37 y 260.000) y los estadounidenses Fabiano Caruana 33 y 240.000) y Nakamura (28 y 190.000). Los tres torneos que faltan son: Las Vegas (17 al 24 de julio), Nueva Delhi (17 al 24 de septiembre) y Ciudad del Cabo (5 al 12 de diciembre). Pero todo indica que, en este caso concreto, Carlsen disfruta casi tanto de participar como de ganar.
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