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Núria Castán regresa al Freeride World Tour tras la conmoción cerebral y es tercera en los Alpes

La especialista de ‘snowboard’ catalana había hecho públicas sus reflexiones y sus dudas sobre la posibilidad de dejar de competir

Núria Castán
Núria Castán, tras competir en Val Thorens.FWT
Carlos Arribas

¿El miedo? Derrotado. ¿Las dudas? En un lugar olvidado del cerebro. ¿La determinación? Bárbara.

Doce días después de sufrir una dura caída en la prueba freeride de Baqueira, Núria Castán vuelve a engancharse a la tabla y contempla sin vértigo la ladera vertical y nevada, los 500 metros de nieve blanda, profunda, y toda la noche había nevado, y rocas, del lago negro de Val Thorens, en los Alpes de la Saboya francesa. Tres grados bajo cero en las alturas, 2.500 metros. Se lanza y baja espléndida, cabra montés que desprecia la ley de la gravedad, ligera, línea propia entre las roderas profundas que han dejado minutos antes los esquiadores, fluida, técnica y osada en sus saltos. Consigue una magnífica puntuación (83 puntos) que solo fue superada por dos francesas, la reina Marion Haerty, de 33 años, la invencible cuádruple campeona del mundo, aquella que todas querrían ser, y hace una bajada perfecta (95 puntos), y la jovencita que llega Noémi Equy, de 24 años (88,33), que ya ganó en La Vall d’Arán, Pirineos, la primera prueba, y en Val Thorens está en su casa. “Me dejé un salto al final, que me habría acercado a ellas”, explica después la corredora catalana, de 27 años, la única española en el exclusivo circuito mundial de freeride.

Es la segunda prueba del circuito mundial y ella está allí, decidida y convencida tras unos días de introspección y autoanálisis publicados en su Instagram en forma de lista —caligrafía clara— de a favor y en contra, tal como Robinson Crusoe en la isla desierta, ¿qué es lo que quiero?, ¿qué es lo que temo?, y un encabezamiento en el frontispicio: “Lo importante es que sea yo quien decida mi vida. Es mi historia, no la de otros”.

Las dos caídas sufridas en la Bamba de Vielha el 17 de enero no le rompieron ningún hueso, pero sí le causaron una fuerte conmoción cerebral y, también, la necesidad de mirar dentro de sí otra vez, de metabolizar mentalmente lo ocurrido, como hace casi dos años, cuando sobrevivió a un alud, y volvió. “Quiero hacer lo que me haga sentir bien ahí, recuperarme de la confusión y culpa, escuchar mi cuerpo y mi corazón”, escribe Castán, también diseñadora gráfica en Innsbruck. “Lo que siento ahora (miedo). Me voy a sentir muy estúpida si decido seguir compitiendo y me vuelvo a caer. No controlamos el éxito de nuestras decisiones pero sí la toma de decisión”.

Su experimento introspectivo se convirtió en las redes en un experimento de extrospección. Seguidores y amigos observaron desde fuera su vida y opinaron, la apoyaron, le mostraron su admiración. Inclinaron la balanza. El domingo pasado, Castán anunció que competiría en Val Thorens. Solo debía superar otro obstáculo. El protocolo postconmoción recomendaba que permaneciera 21 días sin competir para asegurar la recuperación del cerebro antes de recibir otro impacto. Castán comunicó a un médico la evolución de sus síntomas y este le expidió un certificado que le permitía hacer actividad física y competir, aunque solo hubieran pasado 12 días desde los golpes. Termina tercera —“un gran hecho, ahora, a seguir escalando”, dice después, y ya es cuarta en el ránking del World Tour— y proclama sonriente, casi riendo, más fuerte siempre: “Me alegro de haber decidido volver a competir”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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