De padres a hijos: pasión y límites en el deporte de élite
Dos generaciones de una familia acaban de mirarse frente a frente en la NBA. La edad media en La Liga de fútbol es de 27 años
Los deportistas de élite son los únicos seres de la tierra capaces de asistir a su propio funeral, porque a eso, como explicó uno de los mejores tenistas de todos los tiempos, Roger Federer, es a lo que equivale la retirada: a despedirse de tu “propia vida”. Mueren jóvenes, año arriba, año abajo, según la disciplina. Y casi nadie los prepara para la jornada posterior, es decir, para la resurrección, como advertía Jorge Valdano: “El mismo día pierdes el juego, la gran pasión; el privilegio de la fama y unos ingresos desproporcionados. Cuando uno juega, jamás habla de esto, es un tabú, igual que los amigos no hablan entre ellos de la muerte. A mí me habría gustado que me hubiesen obligado a prepararme para ese momento. Es un déficit de los clubes porque el fútbol es presente rabioso”. Todo eso explica que la coincidencia la pasada semana en la cancha de Lebron James y su hijo Bronny haya recibido el tratamiento de “hecho histórico”. Lo es. En mitad de esas carreras efímeras e intensísimas, diseñadas para amasar en una el dinero de varias vidas, dos generaciones de una misma familia se miraron a los ojos antes de pasarse la pelota en la cima del baloncesto mundial, la NBA. No pasa todos los días.
Bronny James tiene 20 años. Papá Lebrón cumplirá los 40 el próximo 30 de diciembre, exactamente 17 días después que Cazorla de mi vida, quien le ha regalado una prórroga de su carrera deportiva al Oviedo para devolverlo a su sitio: la primera división. Contemplar al Mago bailando, escabulléndose entre cuatro jugadores del equipo contrario, sigue siendo un regalo. Pero estando, como está, en plena forma, será difícil verlo coincidir sobre el césped de la primera categoría con su hijo, aunque Enzo, de 14 años, promete. Internet está lleno de vídeos que demuestran que de tal palo...tal astilla.
Sí llegaron a jugar —y a marcar— juntos Rivaldo y su hijo Rivaldinho en la segunda división brasileña, cuando el primero, ex del Barça y del Deportivo, tenía 43 años y el segundo, 20. El fútbol ha acogido muchas sagas —los Reina; los Sanchís, los Alonso, los Maldini, los Busquets...—, pero hasta hora ha sido muy difícil ver a dos generaciones de una familia coincidiendo sobre el césped. La edad media de los jugadores en La Liga es de 27 años.
Los genes, la pasión, el dinero. Es frecuente que los padres aficionados o practicantes de algún deporte, también los profesionales, deseen que el hijo siga sus pasos o que cumpla el sueño que ellos no pudieron cumplir. Por eso, supongo, hay encuentros de alevines que se han convertido en partidos de alto riesgo en las gradas. Luego hay padres y padres. En un extremo estaría el boxeador Mike Agassi, quien, años después de huir por una ventana en su combate más importante al ver el tamaño de su rival, se dedicó a mortificar a su hijo Andre para resarcirse de su propia cobardía. Los métodos fueron magistralmente descritos en Open, escrito por el premio Pulitzer J.R. Moehringer, como lanzarle 2.500 pelotas al día a 180 kilómetros por hora cuando era solo un niño o administrarle speed siendo aún menor de edad, motivos por los cuales en la primera página de la biografía del ganador de ocho títulos Gran Slam se dice: “Odio el tenis”. En el otro extremo estaría, por ejemplo, Bojan Krkic, futbolista y padre del que bautizaron —maldita la hora— como “el nuevo Messi”. En el documental sobre su hijo, llamado como él, (Bojan, más allá de la sonrisa, Movistar), se emociona al hablar de la presión insoportable, de la batalla imposible de su chaval contra las expectativas generadas por otros, y cuenta cómo, tras recibir una oferta mareante del Chelsea, decidieron aceptar otra más modesta del Barça pensando que era lo mejor para su hijo. Todos los esfuerzos para protegerlo no fueron suficientes. Bojan junior llegó a estar tan angustiado que hizo que un avión se diera la vuelta desde la pista de despegue y renunció a una Eurocopa con la selección española por problemas de ansiedad. El tiempo, afortunadamente, suele poner las cosas en su sitio, aportando una especie de justicia en diferido, y hoy Bojan es reconocido como el hombre valiente que es, el que se atrevió a levantar uno de los muchos tabúes que aún pesan sobre el fútbol de élite, el de la salud mental, y como el talento precoz que llegó a jugar en las mejores ligas de Europa. “El éxito”, dice su psicoanalista, “también puede ser traumático”. Tanto como la derrota por incomparecencia de Mike Agassi.
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