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Jorge Valdano: “Florentino Pérez fue víctima de una indecencia”

El filósofo del fútbol, de espíritu conciliador, revela que las dos únicas veces que estuvo a punto de pegarse fue estando con Maradona

Jorge Valdano, el pasado jueves, en Madrid.
Jorge Valdano, el pasado jueves, en Madrid.Olmo Calvo
Natalia Junquera

Dice, cargado de razón, que es un deporte “infinito”. Jorge Valdano (Las Parejas, Santa Fe, Argentina) se subió a una pelota siendo un niño y con 65 años cumplidos aún no se ha bajado. Fue campeón del mundo, entrenador y directivo del Real Madrid. Tras perder un duelo contra Mourinho se recicló en filósofo del fútbol. Frotó aquella pelota como si fuera una lámpara y el genio le concedió tantas cosas que no se atreve a decir qué se perdió por su culpa. “Quizás no haber disfrutado más de mis hijos cuando era joven, pero me estoy vengando con mis nietos”.

Pregunta. ¿Se llevó más disgustos en el campo o en los despachos?

Respuesta. Mientras jugaba no procesaba las malas experiencias. Me crie jugando y para mí ser profesional del fútbol era como prolongar la infancia. En cambio en el despacho se acumula tensión, para mí es un espacio menos natural.

P. Hábleme del día después, cuando uno se da cuenta de que ya no va a volver a levantar miles de traseros a la vez en un estadio.

R. Ahora estoy en una plataforma educativa en la red, Oxigen, y he preparado un curso sobre eso porque efectivamente es un momento crítico. El mismo día pierdes el juego, la gran pasión, el privilegio de la fama y unos ingresos desproporcionados. Cuando uno juega jamás habla de esto, es un tabú, igual que los amigos no hablan entre ellos de la muerte. A mí me habría gustado que me hubiesen obligado a prepararme para ese momento. Es un déficit de los clubes porque el fútbol es presente rabioso.

P. Se cogió un buen berrinche por la llegada del VAR. ¿Era para tanto?

R. Me da miedo que el fútbol pierda su parte salvaje porque creo que eso es lo que lo hace tan especial. Hay una trastienda animal en todos nosotros que necesitamos contentar de alguna manera y el fútbol sirve para eso. La tecnología es lo contrario al salvajismo y además es muy invasiva. Pero el VAR trae un punto más de justicia y con eso es muy difícil estar en desacuerdo.

P. El gol del siglo pasado está claro, Maradona en el mundial de 1986. ¿El de este?

R. Está por meter todavía. Es que el gol del siglo pasado convirtió a una persona en un prócer. No fue solo una cuestión estética, ni siquiera puramente futbolística. Lo trascendió todo, como el mismo personaje. Vamos a tener que esperar: hay que perder una guerra, tienen que darse muchas cosas… (ríe).

P. ¿Cuándo fue la última vez que habló con (la mano de) Dios?

R. No lo recuerdo, pero fue hace mucho tiempo. Lo peor de los últimos años de Maradona es que quebró toda su cadena de afectos: con su exmujer, sus hijas, los amigos que más lo querían... Lo que más me impactó de su muerte es que uno no sabía a quién darle el pésame y sin embargo daba la sensación de que había que dárselo al país entero. Fue un personaje mayúsculo. Yo soy una persona absolutamente conciliadora, pero las dos únicas veces que he estado a punto de pegarme fue estando con Diego, por gente invasiva que no nos dejaba hablar. Esa era su vida las 24 horas y daba igual que estuviera en Argentina, Nápoles o Suiza. Es imposible ser Maradona y ser normal.

P. ¿Qué le habría gustado decirle si hubiera podido despedirse?

R. Creo que en sus últimos años sufrió mucho. He tenido charlas muy profundas con él. Un día, siendo yo entrenador del Tenerife vino a jugar con el Sevilla y por la noche estuvimos hablando hasta tarde en el hotel. Me contó cosas durísimas de su vida. Y me fui descorazonado, con la sensación de que un tipo gritaba auxilio y no se lo podía dar. Es imposible que Dios te escuche.

P. “No sé el Barcelona, pero yo hice todo lo posible para quedarme”, dijo Messi. ¿Usted sabe? ¿Era irremediable su salida?

R. Estamos en un fútbol del que se está apoderando la economía y la sensación es que el Barça no tenía una moneda para darle a Messi. Se alimentó una ilusión y, como todo fue muy precipitado, dio la sensación de que fue expulsado. En un juego donde la identidad es tan importante, expulsar a una leyenda es algo que no solo resulta doloroso, sino casi inexplicable.

P. ¿Le apena su marcha o prefiere los clásicos sin él?

R. Su marcha le hace mucho daño incluso al Real Madrid porque uno se mide también en función de los rivales. Para los madridistas hay una ventaja, pero no es competitiva. Sencillamente, ahora Messi pasará a ser un genio del fútbol, ya no solo le pertenecerá al Barça, pero como consuelo es muy miserable (ríe).

P. La entrevista del youtuber Ibai Llanos a Messi generó polémica en el periodismo. ¿Qué pensó usted? ¿Le considera un compañero de profesión?

R. Es un signo de este tiempo y yo no me peleo con este que también es mi tiempo.

P. ¿Cuántas temporadas quedan del culebrón Mbappé?

R. Como mucho una. Quedará libre, dependerá exclusivamente de él, ya no del club, y suponemos que si el Madrid le manda un mail por lo menos lo contestará.

P. ¿Y por qué ha sido tan larga la primera temporada del culebrón?

R. Porque Florentino [Pérez] negoció por primera vez con un club al que el dinero no parece interesarle.

P. ¿Escuchó los audios de Florentino Pérez?

R. Sí, todos. Tengo una máxima: ponerme siempre en el lugar de la víctima, y en esto Florentino fue víctima de una indecencia. Cualquier comentario le hace el juego al indecente.

P. ¿Siempre es tan elegante?

R. No. De vez en cuando se me sale la cadena.

P. ¿Qué suele provocarlo?

R. Desilusiones con gente cercana. Creo mucho en el consenso, para mí es imposible que dos personas inteligentes no se encuentren en algún lugar, pero aprendí tarde que eso no siempre es posible. Es una de las enseñanzas de Mourinho (ríe).

P. O sea que lo aprendió a lo bruto.

R. A lo bruto, sí.

P. Llama París Saint-Qatar al París Saint-Germain. ¿Recuerda el momento en el que el negocio se impuso? ¿Cuándo se fue de las manos el dinero del fútbol?

R. Hay escalones. Berlusconi fue uno; el Manchester United, otro. Y debo confesar que los galácticos fueron el escalón definitivo. Creo que fueron un antes y un después y en ese antes y después yo era el antes. Recuerdo la primera gira por Japón. No estábamos acostumbrados a que una pretemporada se convirtiera en entrenamientos con 40.000 personas, almuerzos con sponsors...

P. ¿Se puede parar?

R. No hay manera de pararlo. No es la dinámica del fútbol, es la dinámica de la globalización, con lo bueno, por ejemplo que Messi es un fenómeno mundial, y lo malo, que es que cada vez hay menos equipos ricos, pero que son muy ricos, y más equipos pobres que ponen en peligro hasta su supervivencia. El fútbol representa todas las taras de la globalización.

P. ¿No es un disparate que una camiseta cueste 130 euros?

R. Es la ley del mercado. No es un pedazo de tela, es un contenido sentimental.

P. ¿Usted competiría en lugares como Qatar o Arabia Saudí?

R. Sí, porque no soy el general San Martín, no soy un liberador del mundo. Represento el orgullo futbolístico de mi país. Sin más aspiración que esa. No jugué el Mundial del 78 [durante la dictadura argentina], pero lo habría jugado.

P. Florentino Pérez aseguró en plena pandemia que la Superliga era para salvar el fútbol y que en 2024 estarían muertos. ¿Se pasó?

R. Sí.

P. ¿Cree que terminará habiendo Superliga?

R. Es muy difícil que formen parte de la misma competición clubes que tienen como mercado el mundo y clubes que tienen como mercado su ciudad. Todo nos lleva hacia ahí. Es una lucha del futuro contra la tradición, y en la guerra entre la novedad y la tradición la novedad gana casi todos los días.

P. ¿Y eso dónde deja a los clubes pequeños?

R. En una situación muy delicada. Lo que pasa es que tendemos a creer que el aficionado del Madrid es más aficionado que el del Eibar y no, el compromiso sentimental es el mismo, lo que aumenta es el número.

P. ¿Por qué marida tan bien el poder con el fútbol? ¿Hay algo de leyenda urbana en la fama del palco del Bernabéu o es lo que parece?

R. Berlusconi empezó a anidar el poder en el Milan. Jesús Gil hizo algo parecido en España. La popularidad se ha convertido en un valor y no hay nada más popular que el fútbol, por lo tanto, si la popularidad es un poder, el fútbol da poder.

P. ¿Qué impresión le causó España cuando llegó y cómo la ve ahora?

R. No encontré diferencias al llegar. Pero pasaron 45 años y España se fue para arriba como un cohete y Argentina se fue para abajo como otro cohete. Ahora son dos mundos.

P. ¿Qué le queda en Argentina?

R. Afectos, olores, ganas de ir.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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