Anuar Tuhami, el sudor y presión de los futbolistas secundarios: “He visto a compañeros llorar de impotencia tras los pitos en el campo”
El futbolista del Real Valladolid, recién ascendido a Primera y rival del Madrid este domingo, reflexiona sobre esos jugadores de perfil bajo y las nuevas tendencias del fútbol
El centrocampista Anuar Tuhami (Ceuta, 29 años) encara su séptima temporada en el Real Valladolid como canterano que ha conseguido llegar al primer equipo y que cuenta con el cariño de la afición a base de sudor. Anuar representa a esa mayoría de jugadores de perfil medio, lejos de los focos, pero claves para los entrenadores y los vestuarios. El Pucela viaja en sus dos primeras visitas al Santiago Bernabéu (este domingo, a las 17.00) y al Camp Nou (el sábado 31), templos donde aquellos jugadores forjados en campos de tierra o plazas con las mochilas del colegio como postes se siguen sobrecogiendo cuando miran a lo alto. Los blanquivioleta vuelven a la Liga bajo la etiqueta de “equipo ascensor”, con dos descensos y dos ascensos enlazados. Anuar celebra no haberse “quedado en el pozo” como otros conjuntos instalados en Segunda y condenados al “infierno”. En la conversación, en el estadio José Zorrilla, aflora cierta duda al preguntarle por un clásico dilema entre aficiones modestas: ¿Qué prefiere, 10 permanencias seguidas o un año bonito clasificándose para Europa o llegando lejos en Copa? “Imagínate levantar un título con tu equipo o llegar a Europa, tiene que ser inimaginable, pero ahora necesitamos asentarnos”, afirma el ceutí.
Los sueños de Anuar contrastan con los laureles y millones del otro fútbol, ese defendido por el Real Madrid como una Superliga criticada por el jugador pucelano, que la considera “injusta” por impedir “sorpresas como la del Girona, que pensaba en salvarse y acabó en Champions y peleando la Liga”. El aficionado, cree, valora más esos esfuerzos e hitos humildes que los grandes partidos frecuentes que implicaría ese modelo. Tampoco le convence el tirón saudí, con millonadas seduciendo a compañeros cada temporada más jóvenes y no como cementerio de carreras: “Cada uno decide, pero si quieres dejar huella, la repercusión está en las grandes ligas”.
El fútbol evoluciona geográfica y socialmente, con los protagonistas convertidos en iconos. Anuar evita pronunciarse sobre política por no tener “tantos conocimientos” y evitar etiquetas. “En un vestuario se habla más de fútbol, familias, planes…”, indica, y en el camerino se forjan la unión y el éxito: “El fracaso llega cuando cada futbolista va a su bola”. Él ha visto a colegas de gran calidad, pero poca cabeza o mal entorno quedarse por el camino. “No siempre llegan los mejores, sino los más disciplinados o quienes tienen suerte”, reconoce. Y recuerda que llegó con 13 años a Valladolid para pelear por afianzarse en el club. Lo consiguió a base de sudor, con una afición que aplaude el esfuerzo de aquellos futbolistas de papel secundario, como un Anuar que admite que rara vez saldrá en los telediarios, pero que su rol pasa por sustentar al conjunto: “Los jugadores de rol secundario marcan el nivel porque aprietan al titular, si no, se relaja y se baja el nivel”. La cabeza, prosigue, debe asimilar la suplencia y apretar en los entrenamientos para buscar la titularidad. Esa exigencia le hace comprender el socorro de la psicología para el fútbol, también para lo que lo rodea: “Lo peor de ser futbolista es no poder hacer lo que quieras cuando quieras. Si has perdido te apetece un paseo y no puedes porque la gente te va a parar. Vivimos en una jaula de oro, somos privilegiados y tenemos que agradecerlo, pero por nuestro trabajo no podemos hacer cosas simples”.
Esa nueva era futbolística tiene en las redes sociales una amenaza para la estabilidad de las plantillas, sometidas a críticas feroces o peligrosas alabanzas. Anuar escucha poco esas opiniones ajenas, pero pide que el aficionado “tiene que entender el estilo de cada uno” y no reclamar a un futbolista físico “que resuelva el partido”, o viceversa. Anu ha visto a compañeros jóvenes correr a mirar el móvil cuando acaban un buen partido para leer comentarios favorables. “Pero cuando juegas mal te van a matar, habría que incentivar charlas con profesionales para darnos cuenta del peligro de las redes. La gente también tiene que ver que puede hacer daño”.
Esa presión constante afecta por igual a la estrella del equipo que al jugador de perfil bajo, pero esencial para los entrenadores o los mimbres del vestuario. La hinchada vallisoletana, agradece el entrevistado, protege a canteranos como él porque entiende la dificultad de asentarse en la élite. El Pucela ha perdido a varios jóvenes de la casa en los últimos veranos, con alguna salida polémica y una gestión contraria a la receta de Anuar para instalarse en Primera: “Es primordial tener jugadores de la cantera”. Esa convulsión institucional, con críticas a la presidencia de Ronaldo Nazario y el enfrentamiento el curso pasado con el entrenador, Paulo Pezzolano, se acaba notando en el césped.
Es difícil la relación del futbolista con los silbidos, explica Anuar, por la carga mental que arrastra sobre el juego: “Es durísimo. Hay momentos complicados y 11 rivales. Es duro escuchar que si un compañero falla hay pitos aunque el resultado no sea adverso. Si das vergüenza, que te piten, pero en momentos complicados necesitas apoyo”. El centrocampista se pone serio sobre ese azote sonoro: “No me entra en la cabeza pitar a quien falla un pase. El año pasado peleábamos por el ascenso y escuchábamos gritos contra el entrenador. Aquí detrás hay personas y el entrenador tiene familia. He visto a compañeros que reciben pitos y luego se echan a llorar en el vestuario por la impotencia, desesperados”.
La profesión, zanja el ceutí, ofrece enormes beneficios y cumplir el sueño infantil de vivir gracias al balón. Él, padre de una niña, reflexiona sobre el futuro del fútbol cuando pasea con la bebé y se encuentra plazas y parques sin chavales corriendo tras la pelota: “Hay muchas normativas y no se puede jugar porque molestas a las terrazas o a los vecinos. Ver a siete niños en un parque con Tik-Tok o Instagram me deja paralizado. Tienen que estar jugando, viviendo experiencias. Quizás, en países subdesarrollados sale más talento porque siguen jugando en la calle”.
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