Sisay Lemma y Hellen Obiri ganan un maratón de Boston marcado por la melancolía
La keniana repite la victoria de 2023 mientras el etíope, ganador en Valencia en diciembre, mantuvo un ritmo de récord de la prueba hasta el kilómetro 33
El etíope Sisay Lemma (2h 6m 18s) y la keniana Hellen Obiri (2h 22m 37s) ganaron el maratón de Boston, el más antiguo del mundo que, tradicionalmente, inaugura en Occidente la temporada de majors el tercer lunes de abril, la fiesta del Día del Patriota en la capital de Nueva Inglaterra. Era el cuarto intento del etíope, ganador en Valencia hace cinco meses, que mantuvo espléndidamente un ritmo récord hasta Heartbreak Hill, donde todas las voluntades se quiebran. Obiri, ganadora en Boston y en Nueva York el año pasado, completa un triple magnífico.
El 14 de abril, domingo luminoso, en Róterdam, el hombre debería haber llegado a la luna del maratón. Se anunciaba a finales del año pasado que en la ciudad portuaria de Países Bajos, Kelvin Kiptum, el hombre de las 2h 35s, se convertiría en el primer atleta que bajaría de las dos horas en los 42,195 kilómetros, pero la realidad desolada en forma de accidente de tráfico mató al jovencito keniano, 24 años, el 11 de febrero.
El lunes 15, Patriot’s Day en Boston, la cuna del maratón, desde 1897 en marcha, no se celebra nada. La melancolía es la reina, la depresión que sigue a la explosión, tan fugaz, de 2023, el año en el que todo cambió antes de volver a ser como antes. Al amanecer del 17 de abril de hace un año, Kipchoge era Dios, intocable plusmarquista mundial (2h 1m 9s), invencible doble campeón olímpico. Dos horas y pico después era un atleta empapado que cojeaba y sufría, y terminaba como podía porque en su vocabulario no existe la palabra retirarse (fue sexto, 2h 9m 23s). Kiptum era entonces una amenaza borrosa, un jovencito desconocido que había corrido en diciembre en Valencia en 2h 1m 53s. La bruma Kiptum empezó a delinearse con más claridad seis días después, el 23 de abril, en Londres (2h 1m 25s, tan cerca del sol Kipchoge) y se hizo abrumadora el 8 de octubre en Chicago (2h 35s), dos semanas después de que en Berlín Kipchoge se quedara en 2h 2m 42s.
La revolución había triunfado. En su último maratón, en Tokio hace un mes, Kipchoge fue décimo (2h 6m 50s). Su aspiración a convertirse en el primer maratoniano con tres títulos olímpicos comienza a desvanecerse.
En Hopkinton, de donde parte el maratón de Boston este lunes 15 de abril a las 9.37 se llora a Kelvin Kiptum, el hombre al que las dos horas le habían sido prometidas, y murió tan joven, y observando las sombras en el suelo en la tibia mañana, se lamenta que el rey Eliud Kipchoge hubiera elegido para su inmolación la edición de 2023, frío, lluvia, cuestas y valles mortales para sus articulaciones y su moral, en vez la de 2024, donde todo le favorecería, hasta el viento de espaldas. El trono del maratón está vacío y, sabiamente, Boston recupera su antigua esencia. El recorrido es el protagonista, y las viejas historias de lucha de la mujer, recuerdos tristes de bombas, un acontecimiento ciudadano con miles de participantes, y sin liebres.
Como el trazado es lineal, y descendente y quebrado —los 42,195 kilómetros desde Hopkinton, a 143,3 metros de altitud hasta la calle Boylston, frente a la biblioteca pública de Boston, a 1,25 metros sobre el nivel del mar, y un camino subibaja por valles y las colinas de Newton, Kenmore Square, giro a la derecha por Heresford y a la izquierda en Boylston: 23 kilómetros bajando, 16 y medio subiendo y dos y medio llanos: 438 metros de desnivel negativo, cuesta abajo, y 296 de desnivel positivo, según cálculos del geógrafo Sean Hartnett— y le ameniza un fuerte viento cálido y húmedo que hace volar, las marcas conseguidas no cuentan para récords: el reloj no es tan importante como la victoria. No para el show de Lemma.
Para Lemma ambos asuntos cuentan, como ya demostró en el maratón de Valencia en diciembre pasado, carrera en la que, con 2h 1m 48s, la cuarta mejor marca de la historia, batió el récord de la prueba fijado por Kiptum un año antes. El etíope, de 33 años, ganador en Londres en 2021, corrió solo, en cabeza, prácticamente los 42,195 kilómetros, cuesta abajo y cuesta arriba, y contra el reloj. En el paso por la media maratón (1h 19s) batió por minuto y medio el récord de la prueba y mantuvo la tendencia, y la posibilidad de batir el récord de la maratón bostoniana (2h 3m 2s un día de vendaval a favor) con hasta tres minutos de ventaja sobre los perseguidores, hasta el muro de los 33 kilómetros, la colina de Heartbreak justamente, donde empezó a desfallecer. Acabó casi arrastrándose, lejos de todos los récords: 1h 5m 59s la segunda media, casi seis minutos más lento que la primera. Segundo fue su compatriota Mohamed Esa (2h 6m 58s) y tercero, el gran favorito, el keniano Evans Chebet, ganador los dos años anteriores quien, con problemas en el tendón de Aquiles, acabó en 2h 7m 22s.
Con un espíritu más práctico que aventurero, más táctico que alocado, y siguiendo los consejos de su entrenador en el On Athletics Club Dathan Ritzenhein, Obiri, la sexta atleta que consigue ganar dos años seguidos en Boston, se mantuvo tranquila en un amplio grupo de responsabilidades compartidas hasta Heartbreak Hill, donde con pequeños cambios de ritmo fue eliminando rivales. Llegada al kilómetro 41, apuró las últimas gotas de su bebida estimulante, cafeína junto a los carbohidratos habituales, y esprintó largo para derrotar a la última que aguantaba su ritmo, su compatriota Sharon Lokedi, que terminó segunda (2h 22m 45s). La tercera fue otra keniana, la veterana de oro Edna Kiplagat (2h 23m 21s), de 44 años y doble campeona del mundo hace más de una década.
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