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El trail revive la cuenca minera del Sil

La Carrera Alto Sil es el día grande del año en varios enclaves en peligro de extinción demográfico conectados por un recorrido de 34 kilómetros

Los corredores culminan la subida más vertical.
Los corredores culminan la subida más vertical.DIEGO DEL AMO

Primout es la prueba de que la belleza de un lugar está vinculada a lo que cuesta llegar a él. Este enclave del municipio de Páramo del Sil (León), con sus tejados de pizarra y casas vetustas a la orilla del río homónimo, solo es accesible por una compleja pista forestal. “Se puede llegar si no le tienes mucho cariño al coche”, avisan los organizadores de la Carrera Alto Sil con el humor de que les caracteriza, pues su lema extraoficial es #quesejodan, en referencia a las sorpresas que reciben los corredores cada año. Precisamente por eso no se repite el recorrido, pero el paso por el pueblo del encanto es innegociable. Y el latido vuelve a sus calles, unos decibelios que superan a los de la fiesta de San Miguel el último fin de semana de julio. Así es cómo el trail revive un museo del Bierzo en peligro de extinción demográfico.

El ocaso de la minería y el cierre de una central eléctrica en Anllares del Sil cuestionaron el futuro de muchos pueblos de la Sierra de Gistredo, una herida que no esconde el urbanismo caduco a los pies de la carretera que conecta el lugar con Ponferrada. Pero una idea pululaba por la mente de Lolo Díez, un montañero que siempre tiene un chiste listo. En sus expediciones hablaba de una carrera que devolviera el pulso a la tierra que veía morir día a día. El evento surgió en 2009 con una prueba de treinta y tantos kilómetros con salida y meta en Santa Cruz del Sil, otra localidad de Páramo que también pone en riesgo el coche, con una cuesta de aúpa y un par de curvas cerradas para dejar el vehículo en un amplio prado.

Su imagen de marca es precisamente ese parking improvisado repleto de vehículos: “Nosotros vemos una cuenca minera, con todos los alojamientos llenos en temporada baja. Vemos la restauración a rebosar de gente sonriente. Vemos consumo en los comercios de nuestra zona”. Una cita fija en el calendario —el último fin de semana del invierno— y el día grande del año. Con una paella que revive a los más de 500 corredores que se atrevieron a salir en una de las ediciones más duras, pues casi la mitad del recorrido estaba cubierta de nieve, con tramos de más de un metro de espesor. En ediciones más apacibles, la cifra de inscritos roza el millar. Después del arroz, un DJ a media tarde y un concierto por la noche. Ni en las fiestas.

El invierno se agota con una carrera de 34,2 kilómetros y más de 1.900 metros de desnivel positivo, con nieve desde el kilómetro 11 hasta después del 30, que corona a los campeones de Castilla y León de 2024. No hay bares en Santa Cruz de Sil, solo un amplio garaje vecino a la plaza para recoger los dorsales. Desde allí, con un speaker atronador, arrancan las hostilidades a las 9:00 horas, con un amplio material obligatorio para evitar disgustos: mallas por debajo de las rodillas, guantes, gorro o manta térmica. La cosa empieza con un rampón asfaltado; poco después, en Páramo de Sil, con sus adoquines húmedos junto al río, toca corretear una treintena de escaleras.

Pero Lolo cuenta este año con un aliado para su menú de torturas, esa nieve que evoca al alpinismo y que impide correr pendientes moderadas. Salir de la huella es una temeridad que hunde esa zapatilla tan transpirable y congela el pie. Mantener el equilibrio y seguir avanzando es tarea suficiente. La prueba es que el ganador, Jaime Romo, hizo 4h2m49s —Marta Martínez fue la más rápida con 4h14m14s— en una carrera en la que el ganador suele bajar de las tres horas. Pedrosillo, a 1.838 metros de altitud, marca el techo del recorrido y el inicio de un descenso horrendo. Porque cuesta abajo no basta con andar: el trote es imperativo y facilita abandonar la huella. Rodillas atascadas en la nieve fría, manos heladas cuando toca levantarse. Después, una braña paralela al cauce del río: kilómetros y kilómetros corriendo entre piedras y agua, a veces por encima de las rodillas. “¡Ni un kilómetro bueno!”, resumía hastiado uno de esos corredores que deben beber medio litro de agua a la hora y mantener la energía con geles de cafeína. Así es el turista que resucita una cuenca minera, el que la siente en sus piernas.

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