Demolición a cabezazos del Atlético al Real Madrid
Los rojiblancos se imponen a los de Ancelotti, debilitados con Modric y Kroos de inicio y sometidos por el planteamiento sólido de Simeone y el punzante Samu Lino
En los últimos minutos de tiempo añadido, el Metropolitano mató un partido moribundo ahogándolo en el encendido delirio de su caldera emocional. El Atlético había derruido al vecino y la grada apuró el crono entre oles, y los futbolistas con una trifulca de baja intensidad después de una entrada de Bellingham a Correa. El equipo de Simeone mantuvo hasta el final el mando de un partido en el que Ancelotti recuperó por primera vez este curso juntos a Kroos y Modric, y por primera vez perdió, después de las seis victorias iniciales, entre la Liga y la Champions. El Atlético controló el tempo y derruyó a cabezazos.
Hubo incluso casi media hora durante la que el panorama apuntaba a un hundimiento aún mayor del Madrid, un aroma similar al de aquel clásico en el Bernabéu del 0-4 con Modric de falso nueve. Aquella noche Ancelotti admitió haberse equivocado. Aunque entonces el batacazo llegó con la Liga ganada y ahora en medio de las dudas mientras arma un equipo nuevo. En el Metropolitano, volvió a sorprender con el croata implicado. Después de sus morros por los ratos de principio de curso en el banquillo, el técnico lo alineó junto con Kroos en el derbi, el partido de más cartel de lo que va de curso. Para encajarlos, modificó el plan que venía cogiendo cuerpo en las semanas sin Vinicius: Modric ocupó el lugar de Bellingham en el vértice del rombo del centro del campo, y el inglés avanzó un poco más y ejerció de Joselu en la delantera con Rodrygo.
El Atlético, fiel a sus funciones recientes con tres centrales y dos carrileros, explotó la salida rápida por las bandas atravesando el endeble centro del campo del Real. Simeone ha encontrado en Lino el recambio a la capacidad de provocar caos en ataque que perdió con la marcha a última hora de Carrasco. Por ahí comenzó el desguace del Madrid, que otra vez encajó un gol nada más empezar.
La presencia adelantada de Lino les resultaba indescifrable. El brasileño se encontró abandonado, puso un centro, Morata le ganó la espalda a Alaba y adelantó a los rojiblancos cuando apenas se habían jugado tres minutos. Todo era leve en el Madrid, como mirando de lejos. Y Simeone mandó apretar unos minutos aún más arriba, para tratar de alargar el desconcierto. Fue solo un mordisquito. El Atlético vivía tranquilo, agrupado atrás, porque llegaba enseguida arriba, atravesando una zona central que perdía mucha energía con los dos veteranos.
El segundo se pareció mucho al primero. Lino volvió a enredar por la izquierda, donde abrió un espacio para el avance de Saúl. Su centro lo cabeceó Griezmann desde su 1,76 sin que se le arrimaran ni Fran García ni Camavinga. El Madrid parecía a la deriva pese a que mantenía el balón, que trasladaba de una banda a otra bordeando la franja de apenas 15 metros en la que se apretujaba el Atlético a contemplar, salir, e inquietar de nuevo a Kepa. Todo ese trayecto lo cubría Griezmann, entregado en defensa y clarividente atacando.
A Kroos le cayó una pelota en la frontal, y marcó después de un recorte. Siguió un breve periodo de arremetida del Madrid, pero el Atlético logró alcanzar el descanso sin más rasguños.
Entonces comenzó a fraguarse la rectificación de Ancelotti, que dejará alguna herida. Se quedaron calentando Joselu, Tchouameni y Mendy, algo inusual en el italiano. Cuando regresaron del vestuario, Modric se instaló en el banquillo con la mirada perdida. Entró al campo Joselu, y Bellingham regresó a la punta del rombo.
A Lino le dio igual todo. Enseguida volvió a percutir por la izquierda, otra vez se la dejó a Saúl, y otra vez marcó Morata de cabeza a la espalda de un desesperado Alaba.
El control de la escena de los de Simeone resultaba apabullante, puro manual del argentino: hacer lo justo, muy bien, y evitar que le hagan demasiado. Un poco más allá en la banda, Ancelotti volvió a intervenir con una sacudida triple: retiró a Fran García, Lucas Vázquez y Camavinga e introdujo a Mendy, Nacho y Tchouameni. Subieron las revoluciones, pero apenas inquietaron a Oblak, con un ramillete de tiros lejanos y balones colgados en busca de la altura de Joselu en el área. Nada. Pura desesperación. Y muchas dudas en el rincón de Ancelotti.
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