La selección española de rugby se mide a Argentina en busca de la redención
El presidente de la federación analiza los esfuerzos por recuperar la credibilidad internacional tras la descalificación del Mundial de Francia por falsificación de documentos
Pese a los errores que han dejado a España fuera de los dos últimos mundiales de rugby por alineación indebida, el XV del León reivindica su lugar en la escena internacional. El deporte oval necesita nuevos mercados. Un año después del caso Van den Berg, el sudafricano que falsificó el pasaporte y tuvo un papel residual en dos holgadas victorias españolas de la fase de clasificación, el ejercicio de limpieza del rugby español desemboca en la visita el sábado de Argentina, una de las candidatas a ganar el Mundial este otoño en Francia, al Metropolitano. No solo es el rival con más caché de lo que va de siglo, sino un mensaje global de redención. El presidente de la Federación Española de Rugby, Juan Carlos Martín Hansen, lo amplifica: “España es el país con más potencial en el mundo del rugby”.
Aquel escándalo terminó con la dimisión del entonces presidente, Alfonso Feijóo, y la victoria electoral de Hansen. El primer paso de la federación era “reestablecer un entorno de credibilidad” a través de un control sobre la elegibilidad para evitar tropelías como la del Alcobendas, que falsificó la entrada al país del sudafricano para liberar una plaza foránea. Los clubes deben declarar su relación laboral con todos los jugadores y pasar por un comité específico que revise los casos –un organismo extra de supervisión– y que solo acepta pasaportes originales. “Pueden pasar cosas, como han pasado toda la vida, pero que cojamos a un jugador no elegible como elegible ahora sería imposible. Eso es dar confianza; España es un país donde se puede invertir, nuestra reputación no se va a estropear más”.
Hansen viajó a Sudáfrica en septiembre de 2022 para reunirse con el presidente de World Rugby, Bill Beaumont, y la plana mayor de la federación internacional. El proceso diplomático desembocó en otorgar a Madrid la celebración de la final de las Series Mundiales de rugby a siete –el formato olímpico– por delante de Londres, París o Milán. Y el primer partido ante Argentina, semifinalista de dos de los cuatro últimos mundiales, en 30 años. Hansen habla de un premio para los jugadores que se quedaron “injustamente” sin Mundial y avisa de que “no es un partido agradable” porque enfrenta a una selección superior en temporada alta contra otro que parte de cero. “Lo importante es tener a Argentina aquí y que juntemos a todo el rugby español. Pido a la gente que se abstraiga del resultado, es lo de menos”.
En el rugby internacional conviven la visión tradicional de los viejos graneros –la rigidez del Seis Naciones para aceptar nuevos socios– con el deseo de expansión. Hansen defiende las opciones de España. “Está al lado de Francia, tiene una economía de 45 millones de personas, estadios fantásticos, seguridad y desarrollo. ¿Por qué no ser algún día país de Tier 1 [la categoría más alta del ranking] como lo es en la mayoría de los deportes?”. Su objetivo es el Mundial de Australia 2027 –no solo clasificarse, sino ganar un partido– y organizar el de 2035.
El cómo es importante. Para alguien que viene de la directiva de un club como El Salvador, la base está por encima de los fichajes extranjeros, la tendencia en las dos últimas fases de clasificación: solo 25 de los 75 jugadores que han participado son españoles que jugaban en España. “No renunciamos al talento que está jugando fuera, pero eso no es bueno. ¿Cuál es el número ideal? No lo sé. Esto no es chovinismo, sino conseguir que los equipos españoles se puedan desarrollar mejor”. Habla de “dar la vuelta” a la tarta: que dos tercios sean nacionales. “Que se desarrollen aquí, aunque luego jueguen en Francia”.
Esa gestión de recursos necesita dinero. Georgia, la potencia del segundo escalafón europeo, tiene un presupuesto de 14 millones de euros para su equipo élite masculino mientras España tiene siete millones para 12 selecciones. “No nos vale, estamos muy lejos de lo que necesitamos para dar la vuelta al rugby español”. Hansen argumenta un aumento de los ingresos de un 40% en el último año gracias a los apoyos de World Rugby o el Consejo Superior de Deportes y a la organización de eventos, la gran baza. Organizar la fase final de Rugby Europe –el torneo regional– en Badajoz fue rentable. “Antes se igualaba o se perdía; ahora ganamos dinero. Es difícil porque la gente no está acostumbrada a ver rugby y pagar por ello, pero por ahí van los tiros”.
Hansen compite contra el resto de deportes –excluye al fútbol– por unos recursos finitos. Asume la necesidad de que los grandes eventos sean en estadios de fútbol y que no coincidan, por ejemplo, con una final de la Copa del Rey del deporte hegemónico. Habla de “normalizar” el rugby, que no sea ese deporte de brutos que llevan casco al que juegan cuatro. Esgrime las 40.000 fichas, números parecidos a una potencia como Gales y que triplican a las de selecciones mundialistas como Portugal o Chile. Mientras, Georgia tiene 7.500. Y del rugby inclusivo, militar, rugby-playa o en silla de ruedas. “Está muy presente en la sociedad española, es mucho más importante de lo que nos creemos y no estamos consiguiendo reconocimiento”.
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