El preparador físico uruguayo acusado de racismo afrontará una demanda por injurias en libertad
Sebastián Avellino, del equipo peruano Universitario de Deportes, quedó en libertad en São Paulo después de 10 días por provocar a la barra de Corinthians simulando ser un mono. Podrá regresar a Lima y declarar por videoconferencia
El cruce entre Universitario de Deportes de Perú y el Corinthians de Brasil para acceder a los octavos de final de la Copa Sudamericana hubiera podido ser uno más entre tantos otras, de no ser porque uno de sus protagonistas estuvo recluido durante una semana y media en Brasil por haber imitado a un mono. El último martes, Corinthians eliminó a los cremas en el Estadio Monumental de Lima, tras vencerlo en los dos partidos de la serie sin atenuantes, a pesar de haber alineado a jugadores suplentes, en su mayoría jóvenes promesas. El resultado era previsible. La noticia, en realidad, era la incertidumbre alrededor del preparador físico del club peruano, el uruguayo Sebastián Avellino Vargas. No solo porque se desconocía cuánto duraría su prisión preventiva, en São Paulo, sino porque el asunto había desestabilizado a Universitario y a su comando técnico que barajaba la idea de renunciar.
“Si no aguanto esta situación, que es muy dura, tengo que ser honesto con ellos y con el club. Dejar que otras personas puedan ayudar mejor. Por ahora lo voy consiguiendo, apoyado en la fe”, dijo el uruguayo Jorge Fossati, entrenador de La U, luego de una victoria por el torneo local. El jueves sucedió lo inesperado: la justicia brasileña, que inicialmente había rechazado un habeas corpus interpuesto por la defensa de Avellino, decidió que el uruguayo de 43 años respondiera el proceso legal en libertad. Incluso, con la potestad de regresar a Lima, reincorporarse a su equipo, y prestar sus declaraciones por videollamada.
El juez Antonio María Patiño sustentó su determinación en el hecho de que, más allá de su reprobable acción, Avellino no supone una amenaza para la sociedad. “No quita la carga vil y desproporcionada del hecho imputado, pero no emana de tal episodio que el imputado, al ser puesto en libertad provisional, represente un peligro para la sociedad o ponga el orden público en riesgo”, indica la resolución del Tribunal de Justicia de São Paulo. Según la prensa uruguaya, el viernes la mano derecha de Fossati fue liberado de la penitenciaria Marcelo Pires da Silva, recogió su pasaporte, conversó con su familia y quedó listo para regresar a Lima.
“Le agradezco a Dios porque escuchó las oraciones, no solo de nosotros sino de mucha gente que lo ha apoyado”, expresó Fossati, con un semblante claramente distinto al de los últimos días. Ni él ni los dirigentes del club Universitario han sido capaces de pedir disculpas o mostrar una actitud firme en contra del racismo. Ni siquiera han podido pronunciar la palabra. La U, en sus comunicados, ha tildado de “reacción” la simulación de Avellino, llevándose las manos a las axilas y encorvándose ligeramente, debido a las “agresiones verbales” de la barra de Corinthians.
Fossati, por su parte, comparó uno de los festejos de un delantero del Corinthians —se quitó la camiseta y se la enseñó a la barra peruana en una acción provocadora, un calco de lo que hizo Messi en un derbi español— con lo que hizo Sebastián Avellino, calificándolo como “gesto”. “Se ríe en la cara y lo achacamos a que nunca había salido del país. Pero allá por un gesto tienen a un preparador físico preso y aquí hay que disculparlo porque pobrecito, es jovencito”, dijo al borde de la ira.
El racismo es un delito en Brasil que no admite cuestionamientos. Es significativo que desde 2014 exista un organismo dedicado a monitorear actos de racismo, homofobia, misoginia y xenofobia en los estadios denominado Observatorio sobre la Discriminación Racial en el Fútbol. La pena por casos de injuria racial oscila entre los dos y cinco años de cárcel. La tolerancia es cómplice, así como los respaldos sin autocrítica.
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