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Pogacar araña ocho segundos a Vingegaard en el Grand Colombier, donde se impone Kwiatkowski

El esloveno del UAE roza el maillot amarillo, aún en manos del danés del Jumbo. El polaco del Ineos conquista en solitario la etapa 13ª del Tour de Francia con final en alto, previa a la llegada de los Alpes

Tour Francia
Michal Kwiatkowski celebra su victoria en la 13º etaap del Tour de FranciaSTEPHANE MAHE (REUTERS)
Carlos Arribas

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Entre las curvas cerradas, horquilla tras horquilla, el Tour de Francia trenza durante 17 kilómetros en las laderas de la montaña del Palomar Grande (el Grand Colombier), un espacio paradisiaco, quizás utópico, en el que los dos líderes establecen un debate luminoso, luz contra luz, más pálida, más intensa, brillante, que no deja rendija a la oscuridad, a la reacción, al regreso a los tiempos sombríos del ciclismo cuya memoria, cuyos héroes, todos quieren borrar. No hay miedo. Solo audacia. Esperanza. Y cuando el sol les calienta tanto el coco que les enloquece, su locura es quijotesca, vanderpoelesca, mohoricesca, o hasta polaca como la de Kwiatkowski, superviviente de la escapada y ganador de la etapa. Es así, armónica, la fantasía de la hazaña, no sociopática, destructora de las bellas obras, y el placer. Nunca rimará con el resentimiento de quienes 80 años más tarde quieren acallar de nuevo a quien canta en elegía a su compañero del alma, compañero.

120 kilómetros llanos para medir la voluntad y la sabiduría estratégica de los equipos, las lecciones de la experiencia, el temple de los escapados; 17 kilómetros de subida; uno para el cara a cara. Gane quien gane, nadie le discutirá la belleza de la victoria. Nadie sufrirá. Ninguno sufre. Ninguno gana. Ninguno pierde.

Los dos, Tadej Pogacar, Jonas Vingegaard, son de risa alegre y mirada clara. Nada esconden. Nada se esconden. Nada siniestro en su forma de seguirse, de atacarse, de defenderse. No es un ataque, es un rayo blanco, un relámpago como el instinto, como la inspiración del poeta que encuentra la palabra deseada y los versos le desbordan, tan rápido se amontonan en las puntas de sus dedos que golpean las teclas. “No fue un ataque, fue un sprint”, dice Pogacar, que justo en el momento en el que Kwiatkowski cruza la línea de meta, 600 metros atrás se levanta sobre la bici, aparta de su camino a su Adam Yates, que ha encendido la mecha del cohete que es él, y acelera, acelera, sin sentarse en la bici en ningún momento, y va alcanzado y dejando atrás como si estuvieran parados, pequeños mojones, a todos, la docena de ciclistas de la escapada desperdigados. Busca el segundo puesto, los ocho segundos de bonificación. Busca dejar clavado a Vingegaard, sacarle 10s y levantarle el maillot amarillo aunque fuera por 1s. Es más de un minuto de pie a toda, a toda, sobre los pedales, en apnea casi, millones de reacciones químicas en sus músculos, hasta el agotamiento. “Pensé que nunca terminaría”. Alcanza su deseo a medias. Tercero, 4s de bonificación. Otros 4s al danés, por 9s, líder aún.

Solo, como debe ser, se impone la locura y la razón de Michal Kwiatkowski, polaco de 33 años que pasó por el Caja Rural, estajanovista y sibarita, que juega con la fuga –se queda esperando órdenes de sus Ineos, ¿atacarán Pidcock o Carlos Rodríguez? No, vete a por la etapa– y añade la perla del Grand Colombier a un palmarés de victorias contadas pero soberbias, el Mundial de Ponferrada 2014, la Milán-San Remo del 17, la Amstel del 15 y del 22, y otra etapa en el Tour, en 2020, a medias con su compañero Carapaz, que le abrazó y le dijo que pasara primero.

Clasificación de la etapa:

PosiciónCorredorEquipoTiempo
1M. KwiatkowskiIneos Grenadiers3:17:33
2M. Van GilsLotto DSTNY+47s
3T. PogacarUAE Team Emirates+50s
4J. VingegaardJumbo-Visma+54s
5T. PidcockIneos Grenadiers+1:03s

Clasificación general:

PosiciónCorredorEquipoTiempo
1J. VingegaardJumbo-Visma53:48:50
2T. PogacarUAE Team Emirates+9s
3J. HindleyBora-Hansgrohe+2:51s
4C. RodríguezIneos Grenadiers+4:48s
5A. YatesUAE Team Emirates+5:03s

El UAE se equivocó el primer día de los Pirineos, Soudet y Marie Blanque dolorosos para Pogacar, que perdió más de un minuto con Vingegaard. El análisis del equipo concluyó que la causa no residió en una cuestión de mala forma o de superioridad objetiva del danés en el frontón del Marie Blanque, sino en un error táctico: empeñándose en no dejar que se desmandara una escapada con el peligroso Jay Hindley, el UAE estuvo medio día al frente del pelotón, donde no solo los gregarios se agotaron sino también su líder, que por viajar cuarto, quinto en el grupo chocó más contra el aire, gastó 20 vatios más por hora que Vingegaard, más protegido en el puesto 15. Llegados al Marie Blanque, al ataque de Vingegaard encontró a Pogacar derrochador sin más marchas, sin cambio, derrotado. Nunca más; a partir de ahora, a rueda, gritó el UAE, que 10 días después, otra vez, pone a dos de sus mejores, Bjerg y Trentin, a guiar al pelotón atando corta la escapada de 18, y Mohoric de dinamitero. Pogacar quiere ganar en la cima en la que ya levantó los brazos, y dejó mudo a Roglic intocable, en 2020. Quiere la bonificación. Quiere el maillot amarillo el 14 de julio, toda Francia, allons efants, en las calles, media Francia, al menos, en las cunetas del Grand Colombier, agobiante como el calor que vuelve a atacar y debilitar a los contendientes. A 30 kilómetros de la meta, la escapada a cuatro minutos, ya es todo el UAE quien caza. El maillot blanco de Pogacar, sexto, deslumbra. Cuatro puestos más atrás, el amarillo de Vingegaard se apaga en la sombra. El UAE mantiene el control. Sudan todos, Soler, Grossschartner, Majka... Nunca alcanza la fuga. Vingegaard sonríe.

Es el Jura. Las rocas del parque jurásico, y, ahí, al lado, los Alpes que ya esperan su Tour. Todo es luz. El sol rebota en las piedras claras de las montañas, grutas de maquis y resistentes, ausentes ya los glaciares, y la multiplica. Todo es amor, buenas intenciones. Generosidad. Fe en la humanidad. Tres ganadores del Tour en el pelotón. Dos, delante, uno contra otro, y sus equipos. Detrás, Egan Bernal, que en el mismo lugar, en las mismas curvas tan enlazadas que el helicóptero se deleita en construir geometrías variables con el asfalto, un cable de teléfono antiguo enrollado en el promontorio, hace tres años, el Tour de la pandemia, por primera vez en su carrera tuvo que dejar escaparse a los mejores y quedarse en la cola, retrasado, muy retrasado, doblado sobre su bicicleta, y una espalda que le martirizaba. Regresa al lugar del sufrimiento el colombiano, que es otro. Ha rozado la muerte. Ha tenido que reconstruir sus huesos, volver a dar fuerza a sus músculos atrofiados, aprender a andar con muletas y luego con un bastón, a subirse a la bici y pedalear, y hasta su nariz es nueva. No tiene ni 27 años y ha vivido tantas vidas. Ha sido Pogacar y ha sido Vingegaard. Es amigo y consejero, la mano que le lleva bebida, frío y comida, la rueda que guía a Carlos Rodríguez, que asciende sin pestañear desde Almuñécar, y es el Egan de hace cinco años, y tiene todo el mundo ante sus ojos maravillados y una cuenta pendiente también. Resiste hasta el final, hasta el sprint despendolado del esloveno, que hace estallar a todos, chocar con sus límites. Cede 30s al esloveno y 15s a Hindley, el tercero. Sigue cuarto en la general. Pone una cruz a otra etapa. Día pasado. Abre el libro de ruta por la página del sábado. Los Alpes ya están aquí.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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