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La menstruación rinde a la tradición blanca de Wimbledon

Tras años de protestas, el grande inglés modifica su rígido código de vestimenta y estrena la norma que permite a las jugadoras competir con ropa interior de color

Victoria Azarenka
Victoria Azarenka accede a la pista antes de jugar contra Yuan Yue, este lunes en Wimbledon.GLYN KIRK (AFP)
Alejandro Ciriza

Inmovilista, tradicional y genuino como ninguno, Wimbledon afloja las tuercas y abre la mente para dar la bienvenida a un pequeño cambio de forma, gigantesco de fondo. Después de numerosas quejas, del reproche de profesionales y de varios episodios embarazosos, el grande británico estrena este año un cambio en la normativa para que las jugadoras puedan llevar ropa interior de colores, en lugar de tener que ceñirse al rígido marco impuesto en 1963 y que obligaba hasta ahora a las tenistas a emplear prendas estrictamente blancas en la competición. Se acaba, pues, con la polémica. En el gran torneo inglés, la menstruación ya no es tabú.

“Han sido considerados con nosotras, muy considerados, porque hay situaciones obvias que pueden ser muy incómodas y delicadas para nosotras”, responde Victoria Azarenka, la primera jugadora en acogerse a la modificación. La bielorrusa, una de las veteranas del circuito (33) y en su día número uno, además de haber ganado dos majors, saltó en la jornada inaugural a la pista con una braga oscura, al igual que la joven Linda Fruhvirtova (18). “Me parece fenomenal, porque así podemos jugar con más libertad. Así no tenemos el pensamiento de que en un momento dado, se puede ver la mancha si tenemos el periodo”, contesta a este periódico la cántabra Cristina Bucsa.

Wimbledon impuso la norma hace 60 años, con el objetivo de preservar la esencia estética del tenis frente a otros grandes torneos como el US Open, donde empezaban a filtrarse poco a poco las prendas de color. El grande londinense la revisó en 1995 y en 2013 la endureció, ya que además de la camiseta y el pantalón, cualquier tipo de accesorio (incluida la ropa interior) debía ser blanco. Esto hizo que hasta el mismísimo Roger Federer, ganador de ocho títulos, recibiera un toque de atención ese mismo año y tuviera que sustituir sobre la marcha la suela anaranjada de sus zapatillas, bajo el apercibimiento de recibir un castigo inmediato por la infracción.

Previamente, en 2007, la maniobra de Tatiana Golovin fue interpretada como una disidencia. La rusa disputó su partido frente a Su-Wei Hsieh con una malla roja. “Dicen que este color es sinónimo de fuerza y de confianza en ti misma, así que seguiré llevándola”, expuso entonces, desafiando la directriz del torneo, que entonces ya establecía: “Cualquier prenda interior que sea o pueda ser visible durante el juego (incluso debido a la transpiración) debe ser también completamente blanca, excepto por un único ribete de color no superior a un centímetro (10 milímetros)”. Más adelante, Golovin declaró que se sentía incómoda compitiendo de blanco.

“Estrés”, “angustia” y “trauma”

La obligatoriedad de tener que lucir este color ha generado un contraste de opiniones en Wimbledon. Para la laureadísima Serena Williams, hexacampeona del torneo, dicho color “es aburrido menos si juegas en Londres, porque ahí es elegante”, mientras que su compatriota Andre Agassi boicoteó el torneo de 1988 a 1990 porque prefería las indumentarias llamativas. En 2017, su hermana Venus tuvo que cambiar de sujetador en mitad de un partido porque los tirantes rosas destacaban en exceso. Y a Martina Navratilova, ganadora de nueve títulos individuales y cuatro más de dobles, la apercibieron en su día al entender que las franjas azules de su falta infringían el reglamento: “Han ido demasiado lejos”.

El año pasado, fue la icónica Billie Jean King la que alzó la voz. “A nuestra generación siempre nos preocupó ir vestidas así”, declaró la activista, coronada seis veces. “En todo momento estás comprobando si se nota… Te pones tensa, porque quieres que la ropa esté inmaculada, mientras que cuando vas de oscuro sientes que puedes respirar. ¿Acaso hay algún deporte en el que ambas jugadoras lleven la misma ropa? Es horrible”, agregó la estadounidense, a la vez que la australiana Daria Saville transmitió que sentía “estrés mental”. También se pronunció la madre de Andy Murray, implicada siempre en la buena salud de su deporte: “Probablemente haría falta que más jugadores hablaran abiertamente sobre el trauma que puede causarte vestir de blanco y tener una fuga mientras juegas”.

Fruhvirtova, durante su partido de la primera ronda contra Martic.
Fruhvirtova, durante su partido de la primera ronda contra Martic.Steven Paston (AP)

Las protestas de algunos colectivos sociales ingleses se intensificaron –encabezadas por la campaña Address the Dress Code (algo así como “actualicen el código de vestimenta”)– y a finales del curso pasado, Wimbledon anunció el giro. Se produjo este al compás de varios casos similares en el deporte nacional; por ejemplo, el de las futbolistas del West Bromwich femenino, quienes decidieron vestir un pantalón azul oscuro en la primera equipación, en vez del blanco tradicional.

“Nos comprometemos a apoyar a las jugadoras y a escuchar sus comentarios sobre cómo pueden rendir al máximo. Y me complace confirmar que el comité de gestión ha tomado la decisión de actualizar la regla. Nuestro deseo es que este retoque de la norma ayude a las jugadoras a concentrarse únicamente en su actuación en la pista, quitándoles una potencial angustia de encima”, declaró Sally Bolton, directora ejecutiva del All England Tennis Club. “Las competidoras ahora pueden usar ropa interior de color media/oscura si así lo desean. Los requisitos para otras prendas, accesorios y equipos permanecen sin cambios”.

Manipular el ciclo menstrual

Se terminaron, pues, las situaciones esperpénticas. “Va a ser un gran alivio. Yo iba al baño solo para comprobar y asegurarme de que no se veía nada. Lo tienes todo el rato en la cabeza, así que me alegro mucho de que se haya decidido esto”, reconocía estos días Coco Gauff, número cuatro y que atrapó su primera victoria en el torneo con solo 15 años, en 2019. “Todas estamos muy contentas porque en la pista no solo compites contra ti misma, sino que también compites contra tu estrés y tus nervios; si añades más estrés aún, por estar pendiente de tu periodo y de si se ensucia tu falda, es un problema adicional en el que no quieres pensar. No creo que este pequeño ajuste vaya a dañar al torneo y para nosotras es un gran avance”, valoró la rusa Daria Kasatkina.

Kasatkina sirve frente a Caroline Dolehide.
Kasatkina sirve frente a Caroline Dolehide.SEBASTIEN BOZON (AFP)

En unas declaraciones recientes a ABC News Radio, la doctora Brianna Larsen, profesora de Ciencias del Deporte y del Ejercicio en la Universidad de Southern Queensland, abundaba en que “las deportistas de élite tienen mayoritariamente tasas más altas de disfunción menstrual, así como tasas más altas de uso de anticonceptivos hormonales; muchas de ellas hablan de la capacidad de manipular realmente su ciclo como una razón principal para el uso de anticonceptivos hormonales”.

Echando la vista atrás y sin ir lejos, los testimonios son reveladores. “Una vez me bajó la regla en pleno partido y tuve que ir al baño. Gracias a Dios que había una árbitra; le expliqué lo que me estaba sucediendo y esperé a que alguien me trajera un tampón porque no tenía ninguno. Me ocurrió la primera vez que jugué en el Open de Australia”, relataba en la antesala de esta edición la británica Heather Watson. “También, el año pasado tomé la píldora para dejar de sangrar porque sabía que tenía que usar bragas blancas y no quería pasar vergüenza”, prolongó la tenista local, de 31 años. “Que me revisen mi ropa interior es espeluznante”, se indignaba la danesa Caroline Wozniacki en 2014. Ahora, por fin, Wimbledon se renueva.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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