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El francés Victor Lafay sorprende a Van Aert y Pogacar en San Sebastián

Adam Yates se mantiene como líder tras la segunda etapa del Tour de Francia

Victor Lafay (Cofidis) celebra su victoria en la segunda etapa del Tour de Francia este domingo, a su llegada a San Sebastián.
Victor Lafay (Cofidis) celebra su victoria en la segunda etapa del Tour de Francia este domingo, a su llegada a San Sebastián.BENOIT TESSIER (REUTERS)
Carlos Arribas

En la cima de Jaizkibel, San Sebastián a sus pies, Pogacar y Vingegaard, las estrellas, abandonan el escenario. Las pasiones las reemplazan.

La rabia de Pello Bilbao, y su ataque en el descenso contra el viento de cara, su duelo inútil y bello contra la voracidad de los perseguidores, los mejores del Tour, una veintena, y con ellos, siempre, Mikel Landa, Carlos Rodríguez, la esperanza.

La locura de Victor Lafay, y su victoria.

La desazón permanente de Wout Van Aert, derrotado de nuevo, y su puño al aire, la paradoja insoportable que quien sabe que cuantos más premios gane, cuanto más grandes sean, más perdedor se sentirá, pues se verán obligados todos los días a demostrar que son ganadores. Las tácticas las construyen las cabezas, y las hacen grandes, únicas, las emociones. Así tres semanas. La frustración, el fracaso, la noche sin sueño repasando la víspera, es el combustible más potente.

Todo nació el sábado.

Bilbao pinchó el sábado, y por la tarde se machacó por no haberse atrevido a parar y cambiar de bici, y se machacó más aún porque, cuenta, su indecisión había echado a perder el día más especial que había vivido en una bicicleta, pedaleando con un dorsal del Tour por su pueblo, Gernika, bajo el mural que le pintaron sus amigos. “Y me quedé con la rabia”, confiesa, “de no haber sido el protagonista que la gente esperaba”. Y por la noche, en su cabeza de ingeniero, en su cuerpo de magnífico bajador, planificó su ataque, su desquite, su aceleración en la parte más técnica del descenso de Jaizkibel, aun sabiéndolo condenado. Hizo un hueco, 10s, mantuvo la esperanza. Sucumbió.

El sábado, en Pike, donde las multitudes solo juraban por Mikel Landa y el Tour comenzaba a pelearse, Pogacar y Vingegaard no llegaron solos a la cima. Con ellos, tapado, a su rueda, invisible a la cámara deslumbrada por la sonrisa espléndida de Pogacar desinhibido, la palidez de Vingegaard, se adivina un maillot clarito y rojo, un Cofidis. ¿Quién es ese?, se oyen voces de franceses pegados a la tele en la sala de prensa. ¿Quién es? No lo reconocen. Solo han tenido ojos hasta entonces para su Julian Alaphilippe, que desaparece y se difumina; para su Thibaut Pinot, que envejece sin remedio, y su David Gaudu, que no llega. No reconocen a Lafay, al que siempre han creído un secundario, un caballo loco de Lyon, de 27 años, que ganó una etapa en los Abruzos el Giro de Egan Bernal. Y se emocionan porque Lafay quiere que los tres sigan solos hasta Bilbao, y se emocionan más aún el domingo, cuando, ya absorbido Bilbao, en una cuestecita antes de la última curva, bajo el triángulo rojo del último kilómetro, salta convencido de que llegará el primero, y deja plantado a Van Aert, tanto trabajo su equipo para nada, y se deja absorber, aturdido y velocísimo, por el ruido y los colores de la calle enloquecida. La locura imposible del sábado fue realidad, carne y hueso el domingo, y Francia ya se puede olvidar de Alaphilippe, retrasado, y de Gaudu.

El Tour recorre sin pausa los territorios del landismo, los de la espera del gran día, que son todos, Legutiano, tan cerca de su Murgia, y el rojo, verde y blanco de sus ikurriñas, junto a su nombre, ¡Mikel Landa! con exclamaciones, junto a su fe landista, es cálido, llena el aire bajo las nubes oscuras, como si quien la inventó lo hizo un día nublado, británico o irlandés, y la lluvia fina, y la misma armonía tan Gestalt, tan sedante, brilla en la bruma en la bici rosa de Neilson Powless, en su maillot de lunares rojos y parches publicitarios rosas de su equipo, el EF. Hacia San Sebastián, a través de los paisajes tan repetidos que a los colombianos les parece Boyacá y también el oriente antioqueño y a los ecuatorianos el Carchi de su Richard Carapaz que les entristece con su abandono y su pierna rota, tan verde, tan húmedo, las nubes envolviendo los picachos, todo rueda suave y veloz hasta que el sol rompe en la subida a Jaizkibel, desde el mar de Hondarribia hasta 400 metros, y pica en la piel y en los ánimos de los UAE y los Jumbos, juventud alegre y combativa, que deciden romper el pelotón, como el sol las nubes, para dejar solos a los suyos, a su Tadej Pogacar y a su Jonas Vingegaard, y compiten entre ellos, Majka y Van Baarle, para ver quién sube más rápido la colina desde la que se ve la vida, y, llegado el momento, después de que los gemelos Yates, again, lanzaran un último fogonazo, y Adam Yates hasta pone en riesgo, con su esfuerzo, el maillot amarillo que mantiene, compiten entre ellos, Pogacar y Vingegaard, cada día un cuerpo a cuerpo, un combate, y se quedan solos, y Pogacar esprinta salvaje, la única manera que tiene de correr, derrochando, y Vingegaard se contagia. Se juegan 3s de bonificación (8s para el primero, 5s para el segundo) y parece que se juegan todo el Tour, tanta energía, tanto deseo. ¡Viva el Tour! Gana Pogacar, y se vuelve y le pregunta a Vingegaard si le apetece continuar el duelo hasta el final, los 16 kilómetros que quedan hasta el Kursaal, junto a la playa de Zurriola, por el paseo que huele a pescado y que cruzan indolentes, los días que no son de Tour, jóvenes descalzos con tablas de surf bajo el brazo. Con la cabeza, Vingegaard, siempre paciente, siempre suspicaz, dice que no. Solo 20 minutos más tarde, cuando gana Lafay y cuando Pogacar, en un segundo sprint absoluto que hace crujir de nuevo su muñeca recién reconstruida, solo pierde por centímetros ante Van Aert abatido, pero suma 4s más de bonificación, y ya, en dos días, lleva 16, al precio de un esfuerzo tremendo, y Vingegaard, que se esfuerza casi tanto como él, 11s menos, todos gritan, ya en francés, bien sûr, Vive le Tour!

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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