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La llama rosa de Evenepoel incendia el Giro de Italia

El líder impone su dictadura en el final caótico y empapado de una etapa ganada al sprint en Melfi por el australiano Michael Matthews

Carlos Arribas
Matthews, ganador en Melfi.
Matthews, ganador en Melfi.RCS SPORT (RCS SPORT)

El fuego se combate con más fuego, que le roba el oxígeno, y Remco Evenepoel es fuego bajo la lluvia, una llama rosa que desciende estrepitosa por las carreteras tortuosas de la Basilicata pobre, mezcla de asfaltos, viejo, nuevo, curvas contraperaltadas, para combatir hacia Melfi las emboscadas que traza el Giro. La emboscada soy yo, puede proclamar el belga, patrón del Giro, y a su rueda todos luchan para mantener el equilibrio, unos cuantos caen, muchos levantan el pie, y Primoz Roglic, oportunista iluso, intenta robarle la bonificación de la meta volante a 10 kilómetros del final. El esloveno lanza a Bouwman para que le abra camino, pero Evenepoel, un rayo, se cuela entre ambos y descorazona al rival, que pliega.

Después, el fuego del líder que tanto impone se apaga. Arde el de los sprinters que han sobrevivido a duras penas las dos últimas subidas y el descenso, Pedersen, Matthews, Groves. Han pasado más de 200 kilómetros de una etapa que no termina, como parece que tampoco quiere terminar el último kilómetro, y los ciclistas parecen haber entrado en los surcos de la concha de un caracol, una curva sin salida hasta que, a falta de 250 metros, una cuesta imponente, una aceleración de Matthews, el rostro cubierto de barro negro, victoria. Pedersen, el hombre que ama la lluvia, y bajo un diluvio ganó el Mundial inglés del 2020, ha saltado antes; el australiano, el ciclista que ama los finales salvajes, ha calculado mejor, y le remonta. Tercera victoria de etapa en el Giro de Mathews, que ya se vistió de rosa el día de 2014 en el que Purito Rodríguez se rompió la cadera en la ascensión a Monte Cassino. Hacía 300 días que no ganaba una carrera Bling Matthews, así apelado por su exuberancia y su amor por los colgantes de oro, campeón del mundo amateur en 2010, en su Geelong, Australia. La última, el aeropuerto de Mende del pasado Tour. Ninguno de los siete españoles que corren el Giro entró en el pelotón.

Cuando se cayó, y casi muere, Evenepoel en un descenso de Lombardía en agosto de 2020, no hubo quien no dijera que ese chico era muy bueno, pero que tenía un problema con los descensos, que nunca llegaría a nada porque no sabía ir en pelotón, que no controlaba. ¿Qué se iba a esperar de uno, se decía, que había sido futbolista hasta los 17 y había saltado de júnior a profesional sin tiempo para aprender el oficio? Tres años después, y Evenepoel acaba de cumplir 23, el belga es campeón del mundo y enseña a los italianos cómo correr en Italia, el summum del arte ciclístico. “Hay que estar muy concentrado todo el tiempo. En estos días largos, si te distraes es cuando la puedes cagar, y más si llueve”, dice Evenepoel, que, con sus compañeros Vervaeke y Cattaneo solo apareció por cabeza al comienzo del descenso decisivo, e impuso su ritmo. “Conocía bien el final. He estudiado todos los finales de las etapas que no parecen importantes, porque es donde puede haber sorpresas”.

Como si tuviera 40 años, y 20 de campeón, Evenepoel ya no aprende, imparte cursos magistrales, hace vacilar la fe de quien le desafía y hasta añade un segundo a su ventaja en una etapa de nada. Y nada más terminar la tercera etapa comienza a desplegar sus enseñanzas sobre la cuarta, la del martes en los Apeninos de Campania, los montes Picentinos, siempre en el sur, tan verde, la ascensión al Lago de Laceno, 1.050 metros, en la que le gustaría perder, momentáneamente, la maglia rosa, para quitarle carga de trabajo a su Soudal. “Pero, bueno, vamos a ver. El plan es ese, pero no le podemos dejar la maglia a un corredor que pueda ser peligroso y quiera disputar el Giro”, dice Evenepoel, deseoso de hacer como hizo Miguel Indurain en el Giro del 93 y no solo se quitó un peso de encima sino que además se ganó para siempre el amor y la ayuda generosa del beneficiario, el proletario italiano Bruno Leali, y su equipo, el Mercatone Uno. “La maglia rosa sigue siendo la maglia rosa y tienes muchas ventajas y beneficios. El trabajo extra después de la carrera es lo único negativo, pero por otro lado tienes una mejor posición en el pelotón. Siempre puedes tomar el control de la carrera tú mismo con el equipo. Pero sí, ya veremos en la subida. Es una etapa dura. Dependerá de quién vaya en la escapada, claro”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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