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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bob Beamon y los récords

Si Powell superó aquel salto, para mi inalcanzable, tantos años después, también tendrá que llegar quien juegue ese partido 623 y ser feliz porque es señal de que la vida sigue rodando

La gabarra Athletic
La gabarra 'Athletic' transporta a los jugadores del club en medio del júbilo de miles de aficionados que se agolpaban a ambos márgenes de la ría de Bilbao.SANTIAGO JIMÉNEZ (EFE)
Andoni Zubizarreta

No recuerdo dónde lo vi, pero no en mi casa ya que, todavía, la televisión no había llegado a la sala. Seguramente sería en algún NO-DO o similar, pero aquel salto de Bob Beamon en los JJOO de México 68 me pareció un vuelo infinito, mágico, inalcanzable. Y no sé yo qué elementos tendría para esa consideración ya que mi conocimiento del atletismo internacional era el de un niño de 7 años de aquel tiempo, o sea, nada de nada. Pero mi mente decidió que aquel récord era imposible de batir y que aquella distancia era un foso demasiado grande para otro cualquier ser humano. A todo esto, el fútbol me fue llevando de categoría en categoría hasta jugar en aquello que entonces llamábamos porterías reglamentarias que eran una inmensidad de 7,32 metros, lo que convertía y confirmaba que los 8,90 de Beamon eran una magnitud inabarcable e imbatible.

El caso es que 23 años mas tarde, para mí una eternidad, en el Mundial de Tokio 91 Mike Powell voló hasta los 8,95m. y batió a Beamon, estableciendo una nueva plusmarca todavía no superada. Y esa es para mí, y desde entonces, la medida para evaluar un récord deportivo. Hay algunos que parecían imposibles como que España fuera campeona del mundo en fútbol o que el Barça llegara a ganar la Copa de Europa, que ya son mitos superados y certidumbres alcanzadas. Que les voy a decir del Real Madrid y su idilio con esa misma Copa de Europa, con esos 14 títulos que parecen, esos sí, un récord aún más inalcanzable que aquel de Beamon.

En algo de todo eso pienso mientras me visto para asistir al Athletic-Betis de esta noche de jueves y en el que en sus preámbulos, nunca después de las 22 horas, que eso del horario de las retransmisiones gana a las leyendas, tendremos el honor de pisar San Mamés aquellos que hace 40 años, casi el doble de lo de Beamon, y con el Athletic ganamos aquellas Ligas e incluso un doblete con la Copa (creo que no lo volveremos a celebrar el año que viene que por aquí somos muy sobrios en los de las celebraciones) para reencontrarnos por unos segundos en una ría contaminada y en una gabarra llena de luz y de alegría.

Uno de esos momentos que marcan nuestras vidas.

En algo de todo eso pienso cuando reflexiono con la posibilidad de cruzarme en los pasillos de San Mamés con Joaquín, que oposita con muchas posibilidades de éxito a un récord en partidos jugados en la Liga, ese que dicen que es mío cuando la realidad es que los récords son de aquellos que los sueñan, a veces casi sin pensarlo, y a quienes un juez, tras levantar la bandera, les comunica que la antigua marca ha sido superada.

Usted, lector, sabe ya cuando lea estas líneas si Joaquín sumó ayer jueves, hoy para mí, un nuevo partido a su lista y se acerca ya a ese 622 convertido en casi número de cábala. A mí solo me queda disfrutar de ese rato en el césped espléndido de San Mamés, junto a Javi Clemente y todos los compañeros y amigos de 100 batallas, ya que 40 años son muchos y si hay que esperar otros tantos me da que no vamos a estar tan disponibles para el próximo evento.

Y si veo a Joaquín por aquellos territorios desearle toda la salud para que haga realidad todos sus sueños.

Que si Beamon tuvo a Powell tantos años después, pues también tendrá que llegar quien juegue ese partido 623 y ser feliz porque es señal de que la vida sigue rodando.

PD: Luego, Joaquín, ya hablaremos de ese cargo de embajador de LaLiga que lleva asociado este récord y que a mí me gustaría seguir desarrollando, salvo que tú consideres lo contrario, claro.

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