El Girona luce ante el Barcelona en el Camp Nou
Los azulgrana, muy torpes en ataque, fueron incapaces de superar a un contrario que estuvo muy bien organizado y aseado en su juego
El Girona empató a cero en el Camp Nou después de igualar a uno en el Bernabéu. Los resultados del equipo de Míchel son tan admirables como ambicioso resulta su fútbol en su admirable despliegue por la Liga. Nadie discutió el marcador en un partido de confraternización Barcelona-Girona. Los aficionados del Girona pudieron acceder al estadio azulgrana sin condiciones porque el partido a fin de cuentas nunca fue de alto riesgo, nada extraño si se tiene en cuenta que se enfrentaba un equipo casi campeón de Liga con otro que casi ha alcanzado la permanencia en Primera.
Los dos tienen tanto mérito que la hinchada azulgrana asumió el 0-0 entre resignada y complacida por la familiaridad de la noche y la situación de la tabla: quedan 30 puntos por disputar y la ventaja respecto al Madrid es de 13. Así se explica la tranquilidad con la que se cerró la jornada en el Camp Nou. Gazzaniga estuvo muy certero cuando fue exigido, al inicio y al final de la contienda, y Taty Castellanos falló un gol cantado ante Ter Stegen.
A la espera de que alguna de las figuras recupere las mejores sensaciones y salga por fin de la enfermería para poder hablar del juego del equipo, al Barça le interesa ahora rematar la Liga con futbolistas que tienen viva propia como Ansu Fati. El partido, y por extensión la coyuntura, favorecía la presencia de tres delanteros en lugar de los cuatro centrocampistas habituales, y por supuesto se daba por segura la participación de Ansu Fati. El atacante aguantó un buen rato, más participativo que resolutivo, igual de negado ante el marco que Lewandowski. La ofensiva azulgrana estuvo lenta e imprecisa y el equipo concedió el tercer empate en su estadio después de los registrados ante el Rayo Vallecano y el Espanyol. Hoy no se sabe muy bien en qué fase está el Barcelona.
El Girona, en cambio, es un equipo de autor y por tanto gira alrededor de la idea y personalidad del seductor Míchel. La asociación Girona-Míchel suena y funciona muy bien años después de la sólida alianza Machín-Girona. Ambos son técnicos diferentes y su fútbol es también distinto por inconfundible que sea el sello del secretario técnico Quique Cárcel. Hoy es un equipo al que le gusta tener la pelota, alegre y dinámico, bonito de ver y generoso en las áreas, el cuarto más goleador de la Liga. A veces incluso parece estar tan a gusto en la cancha, encantado con el boato, que se despreocupa por el partido, o por aquellos detalles que son decisivos, como son los errores por querer ser demasiado exquisito, expresados de inicio en dos fallos de Borja García y Santi Bueno, cuya temeraria cesión fue corregida por un escorzo de Gazzaniga.
El Girona quería jugar y elaborar con el pase como hilo de su fútbol, muy aseado en campo azulgrana y amenazador en sus llegadas, mientras que el Barcelona prefería presionar, más cómodo con los robos de balón y los ataques cortos, pendiente de los remates de Ansu y Lewandowski. La propuesta de los equipos propició un arranque divertido, falto de todas maneras de precisión y contundencia, un paisaje que preocupaba más a Xavi que a Míchel. La afición miraba tan concentrada que le costó corear el nombre de Messi en el minuto 10. Acaso sonó más fuerte el grito a favor de Gavi. No había nadie en cualquier caso que acabara bien una jugada en el Camp Nou.
El fútbol azulgrana menguó poco a poco, también rebajó su entusiasmo el Girona y se alcanzó el descanso con un remate de Araujo a la salida de un córner botado por Raphinha que Gazzaniga sacó en la línea, o eso pareció porque la jugada pasó a formar parte del inventario de los goles fantasma de la Liga. El Girona ni se inmutó sino que se animó en el vestuario para salir a por el partido ante la impaciencia del Barça. Los de Míchel tomaron el cuero y generaron una oportunidad clamorosa que marró Taty Castellanos. El ariete mandó fuera la pelota cuando estaba solo ante Ter Stegen. Míchel sustituyó a Castellanos por Stuani.
La rueda de cambios aceleró el fútbol del Barça en un último tramo presidido por la profundidad de Alba, la torpeza de Lewandowski y las buenas paradas de Gazzaniga, pletórico para culminar la obra del Girona. Nadie sabía qué decir al final sobre el Barça, chato y falto de talento ofensivo, y solo había buenas palabras para el equipo de Míchel.
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