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Alienación Indebida
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tiger Woods: el clon no registrado de Michael Jordan

Los rumores sobre su retirada definitiva se acumulaban en los platós de televisión y las redacciones de los periódicos mientras el golfista, en silencio, intentaba lo imposible: volver a ser el jugador que fue

Tiger Woods Augusta 2023
Tiger Woods durante una práctica en el Masters de Augusta, este martes.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)
Rafa Cabeleira

Michael Jordan conoce el lugar hacia el que se dirige mi vida, ya ha estado allí”, declaró Tiger Woods en el programa de Oprah a los pocos días de enfundarse su primera chaqueta verde. La amistad entre el nuevo prodigio del deporte americano y aquel dios disfrazado de jugador de baloncesto estaba en boca de todos a mediados de 1997, año que vio el alumbramiento del primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. “Supongo que podría ser una especie de Michael Jordan en el golf, o algo así”, había pronosticado un jovencísimo Tiger ante las cámaras de Trans World Sport siete años antes. Los chistes que suplantaban a la oveja Dolly por un felino se encontraban, de repente, a la orden del día.

Nadie conoce, al menos no con certeza, el tipo de combustible que impulsa el fuego competitivo en uno de los deportistas más icónicos de la historia tras su terrible accidente en 2021, ni siquiera un Michael Jordan que logró regresar entero del viaje a los infiernos. Su salida de vía en Ranchos Palos Verdes, California, a más de 140 kilómetros por hora, no solo estuvo a punto de costarle la vida, sino que adelantó en varios lustros las peores limitaciones de la vejez, con el dolor crónico y la movilidad reducida elevados a categoría de inseparables compañeros de viaje. Esas son las cartas con las que se presenta el Tigre en Tea Olive, el hoyo 1 de Augusta, que ha comenzado a contar los días para auparlo al olimpo definitivo de las leyendas y convocar su presencia en las salidas honoríficas del primer día. Allí le esperarán, al menos hipotéticamente, Jack Nicklaus y algunos récords imposibles que todavía osan interponerse entre Woods y las verdades absolutas.

“Creo que está cansado y que desea poder retirarse, pero todavía no sabe cómo hacerlo”, especuló Jordan en una entrevista para la ESPN concedida allá por 2016, unas palabras que no gustaron del todo al primer deportista en alcanzar los mil millones de dólares en ganancias de carrera. Los rumores sobre su retirada definitiva se acumulaban en los platós de televisión y las redacciones de los periódicos mientras Woods, en silencio, intentaba lo imposible: volver a ser el jugador que fue mientras huía del hombre que era, de aquel novio oficial de América que lo tuvo todo a cambio de esconder su propia alma. Tres años después, el rugido del Tigre volvería a resonar en el jardín de Georgia, confirmando una resurrección tan improbable, tan perfecta, que él mismo se encargaría de arruinarla por exceso de velocidad: los dioses metidos a tareas de hombres no entienden el concepto de humanidad.

Pese a los constantes cuchicheos, no hay motivos para sospechar que la relación entre Michael Jordan y Tiger Woods haya quedado sepultada entre egos, malentendidos, escándalos y obligaciones propias de superestrellas. Tampoco los había para sospechar que el entonces número uno del mundo se presentara en Galicia sin avisar, pero eso no impidió que algunos medios locales titulasen con el ya famoso “Tiger Woods domina en Pontevedra” tras la primera jornada del The Players, que se celebra en Ponte Vedra Beach, Florida: así funciona el realismo mágico, supongo. A fin de cuentas, el clon no registrado de Jordan dominó donde quiso con apenas proponérselo, sobre todo en un Augusta National que alimentó la codicia de un dios y le curó las heridas de hombre.Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

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