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Roglic aguanta las embestidas de Evenepoel en Montjuïc y se proclama campeón de la Volta

El esloveno se hace con la carrera catalana ante el ciclista belga, ganador de la última etapa

Jordi Quixano
Roglic festeja el triunfo en la Volta.
Roglic festeja el triunfo en la Volta.JOSEP LAGO (AFP)

Una sombra, una lapa, un sabio. Aunque ha sufrido de lo lindo para aguantar las reiterativas arrancadas de Remco Evenepoel, de fuego y orgullo, también de hambre y de pundonor, a Primoz Roglic le bastaron dos momentos, dos sprints finales, para coronarse en la Volta. Uno en la primera etapa, repecho final en subida y triunfo de etapa; y otro en Lo Port, donde el ácido láctico, la gallardía y la bravura le pasaron factura al belga, pues cogió una pájara de 50 metros, el peor de los castigos. No fue, sin embargo, el único error de Remco, pues en La Molina, henchido de felicidad por descoser a Roglic en los metros finales, levantó el acelerador y los brazos para paladear el festejo. Perdió uno o dos segundos, lo suficiente para no ponerse líder; lo exigido para tener que seguir siendo el que corría para atacar y no para defender. Condición que ha aceptado y dignificado el belga porque lo ha intentado en todas las etapas y hasta el final. Tanto fue así que Roglic, señorial, no le disputó el último sprint en Montjuïc. Pasó justo detrás, pegadito a él, lo acostumbrado. Y lo que necesitaba para ganar esta magnética y deliciosa batalla de gigantes en la que la experiencia pudo con la bisoñez.

De buena mañana, Evenepoel apareció por el control de firmas con una sonrisa de oreja a oreja, saludos por doquier y charlas animadas con los compañeros. Pero cuando le acercaron un micro cambió de tercio, mirada y expresión, gazuza del aspirante, aunque ya ganador de una Vuelta y de un Mundial. “Es muy difícil, pero voy a atacar”, resolvía con determinación y sin margen a la duda. Minutos más tarde compareció junto a su equipo Roglic, sonrisa tímida y poco dado a la expresividad, acaso un levantar del pulgar para subrayar que lo suyo se explica sobre la bicicleta. Pero hizo mutis por el foro cuando le tocaba pasar por la zona de medios, directo al sillín y a la primera fila de la línea de salida. Allí se encontró con Remco. Saludo, buenas palabras y deportividad, pues lo que pasa en la carretera se queda en la carretera, como ocurriera en la etapa anterior, cuando el belga le recriminaba con aspavientos que le diera relevos para disputarse la etapa entre los dos y el esloveno, impertérrito, le seguía la sombra porque no había razón para que se expusiera. “La jornada anterior fue la más dura de la Volta por el ritmo y los esfuerzos, pero este domingo será lo mismo”, reconocía Sepp Kuss, el gregario de oro de Roglic; “Evenepoel atacará y esperemos que Primoz pueda aguantar”. Desde Jumbo-Visma, en cualquier caso, lo tenían claro: “Roglic ha dormido bien, está tranquilo y sabe lo que tiene que hacer”. También Evenepoel y Quick-Step. Pero no les alcanzó.

Aunque nueve ciclistas lograron abrir brecha para fraguar la fuga, entre ellos un Carapaz que sigue con su puesta a punto, Quick-Step se puso el mono de trabajo desde la raíz de la etapa, ¡qué dura Volta la suya porque no hubo un día de asueto! Quería el conjunto de Evenepoel que todo se redujera a las mismas seis ascensiones de Montjuïc de 2,5 kilómetros con pendientes máximas del 19%. Castigo para las piernas de los corredores y jauja, espectáculo y locura para la afición. Tardó poco el brío de Quick-Step en erosionar al pelotón, que con el paso de las baldosas se deshilachaba sin remisión, serpiente de color de a uno porque el ritmo, frenético, diabólico, no permitía otra cosa. La estrategia era clara. Remco pedía por el pinganillo energía y velocidad, al tiempo que resguardaba a Van Wilder para que tirara en los momentos finales antes de su ataque. Por lo que uno a uno, ascensión a ascensión, los Quick-Step tiraban y endurecían la etapa, hasta que, desfondados, se tiraban a un lado para dar paso al siguiente. Hasta que a falta de 30 kilómetros, Evenepoel lanzó su órdago, una nueva arrancada que reventó la carrera.

Solo Roglic pudo salirle al paso, también un Marc Soler que aguantó cuanto pudo, lo que las piernas le duraron. “He podido responder al ataque, pero luego rodaban muy rápido y me ha pasado factura”, aceptó el catalán; “estoy muerto”. Pero de eso, de defunciones, no entienden Roglic ni Evenepoel, que puso el piloto automático y hasta donde los pedales le llevaran. Sí que pidió, una vez más, día de la marmota para él, relevo a un Primoz que se hizo el longuis hasta las bajadas, cuando, pillo porque es un terreno que domina, asumía ser la liebre para, de paso, no meterse en enredos en forma de caída. Quedó claro que Evenepoel no podía despegarse de Roglic, que el esloveno se le había anudado hasta el fin del mundo y más allá. Y sí que ha sido una semana de erosión y espectáculo, donde han pedido protagonismo las escapadas de David De la Cruz (Astana), las arrancadas de Marc Soler (UAE), la lucha de Guillaume Martin (Cofidis) por vestirse con el maillot rojo, la victoria entre flashes de Ciccone en lo alto de Vallter y la velocidad punta de Groves para llevarse dos sprints, pero lo mejor y casi lo único ha sido la belleza al manillar en una lucha sin fin entre Evenepoel y Roglic. Un toma y daca de dos genios sobre los pedales, dos bestias que asumieron la Volta como la mejor de las preparaciones para el Giro, su gran objetivo del curso.

CLASIFICACIONES

7ª Etapa

Barcelona - Barcelona (136 km)

1. R. Evenepoel (Bélgica/Quick-Step) 2h 59m 24s

2. P. Roglic (Eslovenia/Jumbo) mt.

3. Marc Soler (UAE) a 53s

4. Corbin Strong (N. Zelanda/Israel) a 58s

5. G. Ciccone (Italia/Trek-Segafredo) a 58s

6. A. Lorentz Kron (Dinamarca/Lotto) a 58s

7. Mikel Landa (Bahrain) a 58s

GENERAL

1. P. Roglic (Eslovenia/Jumbo) 28h 19m 10s

2. R. Evenepoel (Bélgica/Quick-Step) a 6s

3. J. Almeida (Portugal/UAE) a 2m 11s

4. Marc Soler (UAE) a 2m 49s

5. Mikel Landa (Bahrain) a 2m 59s

6. M. Woods (Canadá/Israel) a 3m 3s

7. G. Ciccone (Italia/Trek-Segafredo) a 3m 6s

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