Ciccone, un grano para Roglic y Evenepoel
El italiano del Trek, capaz de aguantar las embestidas de Remco en Vallter, gana al ‘sprint’ una etapa en la que el esloveno saca tajada por las bonificaciones
Comarca del Ripollés, Pirineo catalán. Tierra de ganadería y excelentes embutidos. Tierra regada por el río Ter, ahora poco bravo. Tierra de frondosas montañas donde la lluvia es un inquilino permanente, aunque sin llegar a ser pertinaz. Tierra, también, de Birba, las famosas galletas. Tierra de sentido independentismo y esteladas. Tierra de veraneo para la burguesía catalana. Tierra de carreteras reviradas abrigadas por un manto verde. Y desde este martes, tierra de Giulio Ciccone (Trek-Segafredo), un grano para Roglic y Evenepoel, las dos bestias al manillar, los ciclistas que no sestean ni por casualidad, los que se citaron antes de la Volta y hacen buena la apuesta, espectacularidad superlativa. El esloveno fue segundo; el belga, tercero.
El triunfo se resolvió en el sprint final, colofón a una subida de muchos vatios, a unas arrancadas de Evenepoel que solo los más fuertes pudieron aguantar. Mazazo para Chaves (EF), que se las prometía muy felices hasta que los gallos vieron salir el sol; y premio para un Ciccone que se llevó el laurel para explicar que en la Volta quiere sentarse en la mesa de Roglic y Remco.
Comenzó el día en Mataró, envueltos en flashes Roglic y Evenepoel, la gran atracción, los ciclistas que de buenas a primeras mostraron sus credenciales para el triunfo de la Volta tras dirimirse la primera llegada al sprint. Baño de masas en la ciudad, apogeo del ciclismo. Poco después se abrió el telón y cinco corredores saltaron como un resorte —luego se sumaron otros tres—, soñadores con una gesta homérica, con una victoria de pe a pa. Algo que se destila poco en el ciclismo moderno, pues el pelotón calcula a la perfección los tiempos y espacios, el margen de desventaja, menor en las carreras de una semana que en las grandes vueltas no vaya a ser que se metan en un enredo.
Obtusos, los fugados llegaron a una distancia máxima de cuatro minutos y medio, lo que quiso el equipo Jumbo-Visma, siempre cabecero y obediente a las exigencias de Roglic, primer líder de la Volta, controlador por definición. Es lo que tiene ser del equipo holandés, que día sí y día también —porque el otro líder es Vingegaard— toca ponerse el mono de trabajo. Así, cuando comenzó el Coll de Coubet, 9,2 kilómetros de ascensión con pendientes máximas de 11%, la diferencia fue mermando. Sin prisas porque la chicha, el plato fuerte, el hors catégorie, era la ascensión a Vallter que llevaba a meta, 11,4 sufridos kilómetros envueltos por pinos y piedras blanquecinas adornadas con musgo, un desnivel medio de 7,6% y rampas máximas del 18%.
Por entonces, los fugados tenían algo menos de dos minutos de ventaja. Minucias para Bahrain y Jumbo —impusieron el ritmo persecutorio—, por más que Simon Carr (EF) hiciera buena esa frase célebre de Chente García Acosta, director de Movistar, “la fuga de la fuga”. Carr lo intentó y fracasó en el intento como también le sucedió a Chaves. Al colombiano, sin embargo, le faltó poco. Arrancó a 6,5 kilómetros de meta sin oposición alguna, dientes apretados y baile sobre la bicicleta, ahora sentado, ahora de pie, bocanas de aire que no costaban llegar. A falta de un kilómetro hizo aguas.
Culpa, sobre todo, de Mikel Landa (Bahrain), que dijo esta es la mía, arrancada que descosió al ya de por sí desnutrido grupo, solo perseguido por Remco, Roglic y Ciccone. Su pedalada, sin embargo, no era suficiente para cazar a Chaves ni para ganar la etapa, flaqueza que castigó Evenepoel, que en cuatro kilómetros atacó hasta en tres ocasiones. En la última hizo la selección natural: él, Primoz y Ciccone. El último, el que no se esperaba, venció. “He perdido muchas veces en las dos últimas semanas, especialmente con Roglic, pero estaba fuerte la altitud me ha venido bien”, resolvió el italiano tras coronar. Roglic pudo cerrar el segundo puesto y afianzar su liderato, ahora a seis segundos de Evenepoel.
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