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Un viaje ciclista mágico por los Pirineos de costa a costa

La Transpyr Coast to Coast, que cruza desde la localidad francesa de Saint Jean de Luz hasta la española de Roses, es una de las pruebas para aficionados al ciclismo de carretera y montaña más bellas que existe

Los ciclistas cruzan un puente durante el recorrido de la carrera.
Los ciclistas cruzan un puente durante el recorrido de la carrera.

Los Pirineos son infinitos, dice el guía de alta montaña francés Rémi Thivel, un alpinista de raza que ahora compagina escalada y ciclismo de alforjas. Y no necesita viajar constantemente a los Alpes, o a la cordillera del Himalaya para sentirse más escalador: en los valles pirenaicos, tanto al sur como al norte de la cordillera, es capaz de encontrar las dosis de soledad, aventura y compromiso que siempre ha perseguido. Descubrir los Pirineos de oeste a este debería ser una peregrinación de obligado cumplimiento a pie, en coche o en bicicleta. Pero para viajar a la velocidad adecuada, esa que permite avanzar sin perderse los detalles del paisaje, de la vida local, de los cambios de escenario, nada como una bicicleta.

La pasada semana se presentó en Girona la decimotercera edición de la Deporvillage Transpyr Coast to Coast, una de las diez pruebas por etapas abiertas a cualquier aficionado al ciclismo (y no es necesariamente competitiva) más importantes y bellas del planeta. La cita cuenta siete etapas (entre el 11 y el 17 de junio próximos) y mantiene en esta ocasión el trazado estrenado en 2021 que enlaza los municipios de Saint Jean de Luz, Saint Jean Pied de Port, Oloron Sainte Marie, Bagnères de Bigorre, Vielha, la Seu d´Urgell, Camprodon y Roses hasta sumar más de 800 kilómetros y 18.000 metros de desnivel positivo. La cita arranca en el mar Cantábrico y concluye a orillas del Mediterráneo, ofreciendo entre medias un sinfín de contrastes orográficos que permiten conocer y entender la riqueza del mundo pirenaico.

Un ciclista, en plena naturaleza, pedalea durante el recorrido.
Un ciclista, en plena naturaleza, pedalea durante el recorrido.

La Transpyr merece atención internacional, y por ello la mitad de sus participantes son extranjeros convencidos por una propuesta abierta y variada. Aquí se puede pedalear en bicicleta de carretera, por una selección de rutas asfaltadas de montaña tan estéticas como poco frecuentadas, enlazando puertos míticos de la historia del ciclismo; o en bicicleta de montaña, uniendo pistas y senderos, valles y cimas. Pero también existe un hueco para las bicicletas eléctricas de montaña, con un recorrido parcialmente adaptado para que nadie tenga que bajarse y empujarla en los tramos de ascenso más técnicos (son mucho más pesadas que las máquinas tradicionales): es la opción más conservadora para una cita de gran exigencia física en la que unos buscan el reto deportivo y otros la simple experiencia de descubrir nuevos horizontes. Pese a todo, la organización recuerda que “la cita está reservada a personas con una preparación física y psíquica elevada, capaces de afrontar una media de 105 kilómetros diarios y alrededor de 2.500 metros de desnivel positivo”.

Henri Lesewitz, editor de la revista Bike Delius Klassing asegura haber participado “en carreras por etapas de todo el mundo, en Mongolia, Sudáfrica, América...” Lesewitz asegura que “ninguna es como la Transpyr, porque es una mezcla especial de viaje de gran distancia y carrera de gran exigencia. La Transpyr es mítica porque ofrece subidas extremas, bajadas técnicas y senderos divertidos. Todo lo que representa la bici de montaña lo tienes aquí concentrado en una semana”.

Este año, los participantes que escojan la modalidad Backroads de bici de carretera encontrarán un nuevo aliciente para endurecer aún más el ya de por si exigente trazado. En cada etapa del recorrido que discurre por la vertiente francesa podrán enfrentarse al ‘reto del día’, es decir, la ascensión cronometrada a un puerto cada día. Se ha bautizado como Challenge Octave, un homenaje a Octave Lapize, el primer ciclista que coronó el Tourmalet el 21 de julio de 1910, durante la primera edición del Tour.

Uno de los tramos que recorren los ciclistas en esta carrera.
Uno de los tramos que recorren los ciclistas en esta carrera.

El turismo deportivo de bicicleta pugna por convertirse en una de las alternativas más fiables al turismo invernal o de estación de esquí. Nadie niega ya la influencia negativa del cambio climático en el negocio de las estaciones, que dan de comer a numerosas familias locales y a diferentes modelos de negocio. Pero estas comprueban, sin embargo, que las temporadas menguan año tras año, perjudicadas por temperaturas cada vez más elevadas y nevadas menos abundantes. Anticipándose al cambio de tendencia, varios valles pirenaicos franceses se han girado hacia el turismo de las dos ruedas, aferrándose al tirón turístico del Tour de Francia, una alternativa que busca desestacionalizar el turismo en estos enclaves. A este lado de la frontera, se persigue idéntico fin, en combinación con el senderismo y todas las actividades relacionadas con el mundo de la montaña que quepa imaginar y que sea capaz de atraer un turismo deportivo.

Los participantes no pedalean cargados con nada que no sea lo absolutamente imprescindible para resolver cada etapa y siguen el recorrido a través de GPS, encontrando a su paso varios puntos de avituallamiento sólido y líquido, servidos por la organización, que también se encarga de gestionar el traslado de los enseres personales y ofrece opciones de alojamiento en las localidades donde concluye cada jornada. Los participantes en la modalidad de bicicletas eléctricas dispondrán incluso de batería de recambio en los puntos asignados por la organización. La organización ya ha estrenado el plazo de inscripciones en su web, Transpyr.com.

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