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El músculo económico de la Super Bowl se deja ver en Phoenix

La última vez que la final se celebró en el estado de Arizona se generó un impacto de 719 millones de dólares en nueve días

Patrick Mahome, jugador de Kansas City, y Andy Reid entrenador, durante la presentación de la LVII Super Bowl, en Phoenix el 6 de febrero. Foto: CHRISTIAN PETERSEN (GETTY IMAGES VIA AFP) | Vídeo: EPV
Luis Pablo Beauregard

La policía de Phoenix detuvo este jueves a George Rodríguez, de 36 años. El hombre, dicen las autoridades, es el presunto ladrón de un botín valorado en unos 100.000 dólares, unos 97.000 euros, compuesto de material de producción como luces y generadores. El ladrón había llevado a cabo el atraco en el centro de convenciones de la ciudad. Desde el pasado domingo se lleva a cabo allí la Super Bowl Experience, donde pueden encontrarse jerseys de 200 dólares, gorras, cascos y hasta productos cosméticos de la línea de Rihanna, la encargada del espectáculo en el medio tiempo. Allí acuden los fanáticos del fútbol americano a convivir con estrellas pasadas de la liga y a adquirir productos del partido que enfrentará este domingo a los Kansas City Chiefs con los Eagles de Filadelfia en la Super Bowl LVII. El lugar es por estos días el principal imán de Phoenix gracias al circo deportivo y de negocios que la NFL, la liga de fútbol americano, ha puesto en marcha.

La final de la NFL se jugará en la ciudad de Glendale, una localidad que forma parte de la zona metropolitana de Phoenix. El estadio anfitrión, casa de los Cardinals, tiene una capacidad para casi 70.000 personas. Habrá lleno total para seguir el choque entre Chiefs y Eagles, que es la sexta final en 20 años en la que se enfrentan los equipos que dominaron la temporada regular en cada una de sus ligas, la Americana y la Nacional.

Las autoridades de la ciudad estiman que también llegarán entre 90.000 y 110.000 aficionados para vivir la final de la liga más popular de Estados Unidos. El 80% de ellos viajan de otras partes del país o del mundo. Unos 35.000 no cuentan con una entrada para la final, cuyo coste estaba en un rango de entre 4.000 euros y 20.000 euros (aunque Ticketmaster ofrecía algunos que rozaban los 100.000). El público parece dispuesto a pagar el incremento de precios que la Super Bowl provoca en las ciudades anfitrionas. Entre estos, la duplicación de las tarifas de hoteles y la aguda subida en bares y restaurantes. No será un evento al alcance de muchos. Aunque la inflación ha disminuido seis meses seguidos, sigue estando en un 6,5%, una de las más altas en décadas, provocando un encarecimiento generalizado.

“Algunos economistas hablan del desplazamiento y de la idea de que algunas personas no vendrán a la ciudad por un alza de los precios. Hay algo de verdad en eso”, indica Anthony Evans, un investigador del instituto William Seidman de la Universidad del estado de Arizona (Arizona State University). El académico defiende “el beneficio significativo” a largo plazo que la Super Bowl deja en las comunidades, aunque admite que este año será interesante ver si las condiciones macroeconómicas que viven los estadounidenses tienen un impacto en las colosales cifras que el partido genera.

Hace unos ocho años, la última vez que Arizona organizó una Super Bowl, hubo un impacto económico de 719 millones de dólares en nueve días, de acuerdo con ese mismo instituto. En aquel entonces, las ganancias sumaban el Pro Bowl, el juego de las estrellas de la liga, pero la NFL cambió después el formato del fin de semana del campeonato.

Esta es la cuarta ocasión en la que Arizona será el estado anfitrión. Y como si se tratara de un casino, el comité organizador local cada vez apuesta más dinero y obtiene más en retornos. Los organizadores gastaron cinco millones de dólares para quedarse con el partido final de la NFL en 1996, la Super Bowl LVII, disputado en Tempe y donde los Cowboys de Dallas derrotaron a los Steelers de Pittsburgh 27-17.

El gran juego volvió al Estado del desierto en 2008. Fue necesaria una inversión de 18 millones de dólares para conseguirlo. Aquella final es recordada por el disgusto que los Giants de Eli Manning provocaron a los Patriots de Tom Brady para quedarse con el trofeo (17-14). Aquella edición generó un impacto económico de 500 millones de dólares, de acuerdo con un análisis de la escuela de negocios local WP Carey.

Siete años más tarde, la Super Bowl volvió. La edición XLIX generó 719 millones de dólares en beneficios, según el instituto Seidman. Fue un gran negocio si se considera que fueron desembolsados solo 30 millones de dólares para asegurar la que fue la gran revancha de Tom Brady, quien dobló a los Seattle Seahawks 28-24. Pero los analistas de la Universidad de Arizona no se mojan con la cifra que puede alcanzar este año. Las estimaciones más conservadoras colocan la cifra entre los 500 y 600 millones.

El gasto más oneroso para las ciudades anfitrionas es el estadio. Este debe cumplir con los requisitos de la NFL, que puede provocar reformas multimillonarias. En el caso de Arizona esto no es problema. El del domingo será el tercer Super Bowl que se juegue en el coloso de la Universidad de Phoenix (bautizado State Farm en 2018). “Otras ciudades no han tenido tanta suerte. Así que los beneficios a corto plazo de por la inyección de nuevos dólares a la economía local puede no ser tan atractiva si eres una de esas ciudades que ha invertido millones o miles de millones de dólares en la construcción de un estadio”, indica Evans.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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