El viaje interior al Balón de Oro de Alexia Putellas
Tímida como Messi, (“cuando habla la clava, como Leo”, dice el primer entrenador de los dos), la futbolista ha superado todos los obstáculos para convertirse en la mejor
El 5 de marzo de 2017, Alexia Putellas Segura (Mollet del Vallès, Barcelona; 28 años) escribió en Twitter una frase del legendario alpinista y explorador Edmund Hillary: “No es la montaña lo que conquistamos, sino a nosotros mismos”.
La primera montaña que subió Putellas estaba en una mediana ciudad de las afueras de Barcelona, Mollet del Vallès, concretamente en una plaza frente al Ayuntamiento en la que los críos se juntaban para jugar al fútbol. Mandaba una: ella, la única niña de aquellos finales de los noventa que jugaba en la plaza de Mollet. Y en los recreos de su colegio. “A veces se metían otras chicas, pero no mucho”, le dijo a Vicente del Bosque hace un año en una charla en EL PAÍS. “Yo notaba una absoluta normalidad, la misma que tenían los niños. Y es bonito porque muchos de esos niños con los que empecé en la plaza con tres años siguen siendo hoy mis amigos. Directamente, hacía yo los equipos. Ya era un poco mandona de pequeña”. “Un día, cuando fui a reunirme con ella y con su madre para ficharla por el Barça”, dice su exentrenador Xavi Llorens, “quedamos en un bar al lado de casa. Me enseñaron una zona y dijeron: aquí estaba el campo. Si encima delante de tu casa hay un campo de fútbol, y es todo lo que ves al salir del portal, tienes mucho ganado”.
Hija de Jaume Putellas y Elisabet Segura (“Mami estàs bé? T’estimo”, le escribió a su madre el día después de ganar el Balón de Oro, como contó La Vanguardia. “Estic molt bé. Que tinguis un bon dia, t’estimo”), y hermana mayor de Alba, Alexia perdió a su padre de forma repentina a los 18 años, cuando el hombre, forofo culé, falleció con 50 años. No se entiende su vida y su carrera sin esa noticia (“Por quien hago todo, espero que estés muy orgullosa de tu hija: ahí donde estés, esto es para ti, papá”, dijo en París al recoger su primer Balón de Oro). Hay razones para creerlo. Jaume Putellas, trabajador de la fábrica Honda, murió no ya sin ver a su hija convertida en un icono del fútbol mundial, sino sin verla jugando como profesional, y ganando, en el club de sus sueños, el Barcelona. La niña empezó a jugar en el Sabadell, pasó a las categorías inferiores del Barça y, allí, una reestructuración la obligó a salir. Lo cuenta Xavi Llorens, figura imprescindible en el club catalán: primer entrenador de Leo Messi y de Alexia Putellas, 11 temporadas al frente del Barcelona femenino, saca de títulos llena y, hoy, seleccionador de Cataluña.
Llorens llamó en 2006 a Jaume, el padre de Alexia, para darle la mala noticia: el club tenía que reducir a cuatro los equipos con unas edades determinadas, el de las más pequeñas sería de niñas nacidas en 1992 y Alexia, por haber nacido en 1994, se quedaba fuera. Llorens recuerda la conversación.
—No hay equipo para ella. Lo mejor es que se busque otro para volver en un futuro cuando tenga la edad.
—¿Existe la posibilidad de que solo vaya a entrenar? —respondió Jaume.
“Le dije la verdad: no habría ningún problema. Pero, por experiencias anteriores, que la niña solo pueda venir a entrenar y no pueda jugar, es hacerle daño. La niña necesita jugar. Tenía que buscarse un equipo, y volver cuando pudiese”, dice Llorens por teléfono.
Se fue a jugar al Espanyol, donde llegó al primer equipo en la temporada 2010/2011, con 16 años. El año siguiente jugó en el Levante, primer año de su vida en el que vivió sola. Y allí estaba cuando, un día de mayo, recibió una llamada que le informaba de que su padre estaba en el hospital (la familia siempre se ha reservado el motivo del fallecimiento). Era, dicen quienes la conocen, el gran apoyo de su vida, el hombre en el que más confiaba y el que más confiaba en ella. Volvió a Barcelona, con su familia; volvió al Barça, y empezó a subir, sin su padre, la última montaña de todas: la que le permitiría conquistarse a sí misma.
“Me recuerda a Leo en algo”, dice Llorens. “Es muy tímida y habla poco, pero cuando habla, la clava. Es concisa, le gusta controlar todo. Mira mucho, observa mucho. Y habla poco. Pero cuando habla, lo dice bien claro. La poca intervención que tenía Leo era con sus compañeros de confianza en el grupo, y Alexia siempre ha sido así. Ella ahora sabe lo que es: un referente para todas sus compañeras. Pero le gusta estar observando, mirando y quedándose con los detalles. No le gusta ser la protagonista ni es la que habla todo el rato”. Su entrenador la temporada pasada, Lluís Cortés, dice que ella sabe ser una líder comprometida dentro del equipo y dentro del campo. “Ayuda a que las otras jueguen. Hace mejores a sus compañeras. Respecto al equipo, a los entrenos, al rendimiento, a la gestión del equipo, es una líder. Y como entrenador me apoyé mucho en ese liderazgo”. Aunque, como certifican fuentes del entorno de la futbolista, rehúye de abanderar causas. Milita en ellas (feminismo, derechos LGTBI), y de hecho participó en el Orgullo de Madrid de 2019 con su amiga y compañera de equipo Jennifer Hermoso (en la carroza iban, entre otros, Blanca Suárez y Mario Casas), pero no le gusta ser cabeza visible de nada que no tenga que ver con el fútbol. Hace poco, en un gesto inédito, rechazó que el campo de fútbol de Mollet del Vallès llevase su nombre, como le ofreció el alcalde. Se sigue llamando Hermanos Gonzalvo, leyendas del fútbol catalán.
No es una chica muy extrovertida, “ni la que organiza las fiestas de su grupo, por entendernos”, dicen quienes la conocen desde hace años. Es tímida y le cuesta expresar sus sentimientos. También puede ser muy fría, y esa frialdad en el campo, donde está su pasión, le ayuda a ser mucho mejor futbolista, a templar los nervios, a controlar el juego en los momentos límite. Su juego ha ido evolucionando hasta explotar del todo hace tres años bajo la batuta de Lluís Cortés, cuando se convirtió en la futbolista total. “El salto al estrellato se produce cuando gana en experiencia”, dice Xavi Llorens, “y aprende a controlar todos los tiempos de un partido: cuando hay que jugar rápido, cuando hay que jugar lento. Encima tiene unas virtudes físicas y técnicas que la hacen finalizar y marcar la diferencia”.
Por el campo se mueve como un tiburón: detecta la sangre a distancia, sabe cuándo hacer daño y cuándo esperar a hacerlo, y maneja el equipo desde la posición de interior izquierda con una zurda prodigiosa. Antes se abría más a la banda, pero la velocidad no es su principal virtud (“sé que no voy a ganar una carrera de 60 metros”, dijo en EL PAÍS). En los últimos años, ha mejorado sus lagunas y potenciado sus virtudes. Es la referencia en la zona de progresión del ataque del Barcelona y la selección española en dar últimos pases, en recibir entre líneas, en perfilarse para ayudar al equipo, sobre todo en zona de progresión. Y cuando el equipo se ahoga en la construcción, baja a recibir más a la posición del 6 o cerca de las centrales para poder generar juego. “Y es”, abunda Lluís Cortés, el entrenador con el que ganó un triplete la temporada pasada (Liga, Copa y Champions League), “una grandísima finalizadora. Antes no tenía tanto gol: ahora es una goleadora. Una centrocampista que crea juego con tantas asistencias y tantos goles es lo que es ella: la mejor del mundo”.
En una ocasión, Putellas se confesó con Llorens cuando este le habló de la necesidad de tener alternativas (estudios, formación) por si un deporte tan poco consolidado entonces como el fútbol femenino no le garantizaba un presente y un futuro: “Yo me voy a dedicar ahora 100% al fútbol: quiero saber adónde llego”. “¿Qué es lo que ha hecho?”, se pregunta Llorens. “Dedicarse al 100% al fútbol. Y gracias al fútbol, y a quién es y lo que ha ganado (16 títulos en nueve años con Barcelona y la selección), tiene otra vida, a nivel económico, con la representación de muchísimas firmas”.
Putellas es una marca poderosísima. Es la mejor de un deporte en efervescencia con un simbolismo político de primer nivel: se trata de decirle a niñas de todo el mundo que el deporte más popular del planeta no es solo cuestión de chicos; que se puede llegar a ser profesional, que se puede llegar a llenar, como los hombres, el Camp Nou. Pese a que las diferencias, todavía, son abismales.
“Abismales”, matiza Lluís Cortés, “entre el fútbol masculino y el fútbol femenino, y dentro del fútbol femenino”. Una información del diario económico Expansión calculaba hace unos días que el sueldo de la Balón de Oro femenina era 100 veces menor que el del Balón de Oro masculino, Karim Benzema. Y cifraba el sueldo de Putellas en 150.000 euros brutos anuales por los 18 millones de la estrella masculina del Barça, Robert Lewandowski. Otras fuentes elevan el sueldo de una superestrella como Putellas a alrededor de 300.000 o 350.000 euros en bruto. En cualquier caso, la diferencia es grande. “En la Liga española ahora mismo tenemos jugadoras que están cobrando el salario mínimo. Son 16.000 euros para jornada completa, pero a algunas futbolistas se las da de alta en jornada parcial y se van a 12.000 brutos anuales. Ahora parece que habrá una renegociación del convenio colectivo en la que se subirá ese salario mínimo. Pero ya no es solo eso: condiciones de viajes, condiciones de los estadios. Tú ves partidos de Primera en campos que no están ajustados a lo que debería ser una competición así”.
Fan del Xavi jugador, centrocampista total, y número 11 como Rivaldo, su ídolo de pequeña, Alexia Putellas ha inaugurado un tiempo en el que las niñas, cuando crezcan, ya no querrán ser como un hombre, sino, entre otras, como ella. La montaña más alta, y la mayor conquista de todas.
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