El Madrid sabe ganar y el Barcelona no sabe jugar
Los blancos, líderes tras un clásico en el que no estuvieron muy apurados para superar a los azulgrana
Algo del Real Madrid, casi nada del Barça. El clásico tuvo lógica y los blancos fueron más tajantes que los azulgrana, muy rasos durante 80 minutos, solo espabilados por la rebeldía de Gavi y los mejores chispazos de Ansu en muchos meses. Antes, un Barça moroso, con la pelota y sin ella. Enfrente, un Real menos quebradizo, más vivificante y puntual ante Ter Stegen.
El único revuelo de Vinicius en toda la tarde derivó en la apertura goleadora de Benzema, con Busquets incapaz de esposar a Kroos y cortar el cable a la contra. Nada le gusta más a Vinicius, solo frenado por Ter Stegen antes de que el capitán blanco rebañara el gol. El Barça dejaba correr al Real; el Real no concedía ni una al Barça.
Un ataque, un gol. Dos ataques, dos goles. El segundo, consecuencia de un mal despeje de Eric García en una jugada que no parecía tener cuajo tras un patadón de Carvajal para evitar un fuera de banda. La acción se cerró con un disparo terminal de Valverde. En los dos emboques, la zaga barcelonista hundida, muy hundida. Xavi devolvió a Piqué al cuarto oscuro, fijó a un firme Sergi Roberto con Vinicius y dio pista al cadete Balde en detrimento de los curtidos Alba y Marcos Alonso. Koundé, repescado de la enfermería, quedó mal parado en la comparación con Militão, que, de principio a fin, hizo prisionero al desnortado Lewandowski.
El Barça trasteaba con la pelota en las zonas templadas mientras a su rival le bastaba con apiñarse sin el balón. Errático Pedri, Dembélé y Raphinha no daban carrete a los de Xavi. Ni un desborde, tan solo un centro del brasileño al que no llegó De Jong a un flequillo de la línea de gol. Lewandowski cazó un remate al tercer graderío, pero en fuera de juego.
Al Barcelona le faltaba de todo. También remangue, hueso —una falta en contra, de Lewandowski, en todo el primer acto—. Perdía un duelo tras otro. Le cuesta un mundo ser categórico en las áreas. Poco exigían los visitantes, con Lunin, debutante, ante un clásico muy playero para él. Desconectado Lewandowski —como en Múnich y en San Siro—, el Barça no tenía final. No ventilaban los extremos, sin aire para volar, y no había azulgrana con tonelaje en el partido. La superioridad del triángulo Militão-Tchouameni-Alaba era elocuente. El Madrid con mazo en el perímetro de Lunin y con puño de hierro en el rancho de Ter Stegen.
Los de Xavi no estaban, solo chapoteaban, mientras los muchachos de Ancelotti cavilaban a su manera el duelo. Parados en ocasiones, lanzados en otras, nunca desaliñados. Nada fascinante, desde luego, pero sí eficaz. El Madrid, mucho más abrasivo, es lo rotundo que no es capaz de ser el Barça, este Barça sin percha, sin banda sonora.
El segundo acto casi fulmina al cuadro barcelonista en otra de las pocas, muy pocas, aventuras ofensivas de la sobremesa. Benzema clavó el 3-0, pero el VAR chivó un fuera de juego del francés. Llegada la hora, con el encuentro calmado para gozo local, intervino Xavi, con cuerda para Gavi, Ferran y Alba. Alrededor de ese polvorilla que es el juvenil Gavi, el Barça, con tan fatigoso estilo, al menos se agitó por momentos.
Un insurgente
Gavi. Por fin, un barcelonista sublevado, un insurgente. Al sevillano le faltaban socios. Encontró uno en Ansu, cuando ya habían desfilado al banquillo Raphinha y Dembélé. Gavi, corajudo como es, recuperó una pelota, Ansu sacó la cadena a Valverde y su centro no lo barrió Lewandowski, pero sí Ferran, con Mendy distraído. Sin méritos, pero había llegado el momento Barça. Justo cuando Ansu casi sella el 2-2 con un remate acrobático.
El Madrid, ya con Camavinga y Rüdiger como vitaminas para el tramo final, se vio más que nunca remitido al papel de resistente. Hasta que de nuevo Eric García se cruzó en su camino. El central pisó a Rodrygo, al VAR no le pasó desapercibido y el propio delantero brasileño mandó al garete al líder con el 3-1. Sin alardes, un Madrid elemental, suficiente para cerrar el paso a un Barça chato.
Llegadas las primeras cumbres del curso, Europa y Chamartín, de repente un Barça en tanga, confuso, amedrentado. Puro garrafón. Xavi tiene tajo, mucho tajo en un fútbol en el que mañana ya es anteayer. Más o menos brillante, el Real Madrid hace tiempo que se lo sabe de carrerilla.
El Madrid siempre supo ganar. Al Barça se le ha olvidado jugar.
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