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El kilómetro de bronce de Alejandro Martínez Chorro

El ciclista alicantino, primer español que baja del minuto en los 1.000 metros en el velódromo, la especialidad del oro olímpico de José Manuel Moreno

Carlos Arribas
Martínez Chorro, en el podio, con su medalla de bronce.
Martínez Chorro, en el podio, con su medalla de bronce.THOMAS SAMSON (AFP)

Malas bestias dan cuatro vueltas a tope, a tope al velódromo de Saint Quentin en Yvelines, la banlieu de París. Qué exhibición de glúteos máximos, de vastos, de los músculos que producen la fuerza que genera la velocidad, qué lágrimas las de Alejandro Martínez Chorro, que desengrasa en el rodillo clavado en la pelousse. Es la final del kilómetro contrarreloj (salida parada) del Mundial de ciclismo en pista. Martínez Chorro, alicantino de Sant Vicent del Raspeig, de 24 años, 1,82m, 90 kilos, “y soy un ciclista, no un culturista, aunque la gente lo piense por mis músculos”, aclara, ha salido el primero de los ocho que la disputan. En teoría, así debería terminar, octavo, pues la salida se organiza en orden inverso a los tiempos de la clasificación matinal.

Pero algo ocurre.

Él se ha asegurado bien, con correa suplementaria, las zapatillas en los pedales y ha hecho algo imprevisto. Ha hecho el mejor kilómetro de su vida, el mejor, de hecho, de cualquier español en la historia. Ha dado las cuatro vueltas a la pista de suave pino siberiano en menos de un minuto (59,871s), a más de 60 kilómetros por hora (y con una punta máxima de 70 kilómetros por hora a los dos tercios del recorrido), una marca que hasta hace poco solo conseguían los muy buenos y en altura, como bajar de los cuatro minutos en persecución, el grial, y observa, como si fuera una película de suspense insoportable, “y solo me salían lágrimas mientras lo veía”, precisa, cómo, uno tras otros, reputados sprinters, dioses de glúteos, vastos, rectos, isquios, gemelos de acero, chocan contra su marca sin lograr superarla. Se acercan a milésimas, a centésimas, y ahí se quedan. Chocan el neozelandés Kergozou y el canadiense Hedgcock. Choca el japonés Obara y hasta choca el alemán Dornbach. Quedan tres por salir. La medalla se acerca y, al lado de Martínez Chorro, botan nerviosos el presidente de la federación, José Luis López Cerrón, y el técnico Félix García Casas, su primer Mundial al frente de la pista española.

Martínez Chorro, durante su kilómetro.
Martínez Chorro, durante su kilómetro.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP)

El coloso francés Melvin Landerneau le supera, uno de los favoritos, le supera, pero solo por 303 milésimas, y sus esperanzas aumentan viendo la salida catastrófica del penúltimo rival, el italiano Bianchi, que termina por encima de un minuto. Ya es medalla. Es bronce. Y sabe que es así porque solo un milagro impediría que el neerlandés Jeffrey Hoogland, el rey de la especialidad, no reviente el reloj. Lo hace con la mayor de las facilidades. Gana con 58,106s, más de un segundo menos que cualquiera de sus rivales, a 61,926 kilómetros por hora de media, y, en su locura veloz, llega a rozar los 80.

Para entonces, derrotado por la emoción, el velocista alicantino, el primer español que consigue una medalla en pruebas de velocidad en pista desde hace tres décadas, desde los tiempos de José Manuel Moreno, campeón mundial en el 91 y olímpico en el 92, también del kilómetro, una especialidad que ya no figura en el programa olímpico. “Para París 24 quiero preparar bien el keirin, la prueba que mejor me va después del kilómetro, pues la de velocidad purísima, el sprint individual (200 metros lanzados) se me queda corta”, dice, por teléfono, Martínez Chorro. “Sería la bomba que volviera a triunfar en este velódromo dentro de dos años, pero tengo solo 24. No sé si mis Juegos serán París o Los Ángeles. Tengo que seguir creciendo y hay tiempo. Y ahora quiero disfrutar del momento. Pase lo que pase, este velódromo de Saint Quentin será siempre único para mí he hecho la mejor prueba de mi vida, y, encima, en un Mundial.”.

A su lado habla García Casas, anteriormente técnico del equipo paralímpico español de ciclismo en todas las superficies. Cuenta que el ciclista alicantino cómo el ciclista se entrena en el velódromo de Valencia con Jaume Barber y es tan duro que hasta se fue a entrenarse en Cottbus, la factoría de la velocidad alemana, la ciudad de Lutz Hesslich, el monstruo sagrado de la velocidad en la Alemania del este de los años 80, cuatro veces campeón mundial y doble campeón olímpico en los velódromos. “Y allí estuve un año y aprendí muchísimo”, dice el sprinter alicantino, que piensa, en este momento, solo en su gente, sus padres, su familia, su pareja, en todos los que han sufrido a su lado todos los últimos meses de trabajo, covid incluida, que le han llevado a llegar a Saint Quentin en su mejor momento. “Y todos lo han sufrido conmigo. Es un camino muy largo, pero es mi camino personal”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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