Evenepoel se pone la corona de la Vuelta España
El día en que Carapaz logra su tercera victoria de etapa, el belga controla sin apuros los escasos ataques de los favoritos para disfrutar en Madrid del paseo triunfal. Mas y Ayuso completan el podio
Fue la sombra por un día, el controlador aéreo de los favoritos, el ciclista comedido de piernas sobradas, también el que ya se ajusta la corona porque se sabe ganador de la Vuelta a falta del paseo triunfal por Madrid. Remco Evenepoel, táctico e inteligente, evidenció de nuevo que no hay nadie que le pueda incordiar, arrinconados ya esos siseos que decían que no estaba listo para una gran vuelta, que le faltaba algo, llámese fiabilidad, cabeza o piernas. Suya es la gloria, el primer laurel grande; difícilmente el último. “¿No hay champán?”, bromeó al entrar en la sala de prensa, superada ya la emoción que le hizo llorar tras cruzar la meta. “¿Por qué no iba a ser un corredor para grandes vueltas?”, replicó después, orgulloso por su merecido galardón.
Lo hizo en una etapa en la que no sufrió apenas, anónimo Enric Mas porque, dijo él, le fallaron las fuerzas, apenas un ataque corto y sin chispa, aunque siempre sin perder cuerda. Así que el belga se preocupó más en atar en corto a Supermán López porque perseguía el tercer cajón del podio, objetivo fallido porque Ayuso, el imberbe del pelotón que se estrenaba en una gran vuelta, siempre fue a rebufo, capaz incluso de esprintar al final para cerrar la etapa en tercer lugar. Antes llegó el batallador Arensman y primero lo hizo Carapaz, otra vez vencedor de etapa —tercera en esta Vuelta—, señal de que tenía mucho más por ofrecer por la general, aunque buenos han sido sus ataques y triunfos, de esos que levantan al espectador del sofá.
La etapa que se presumía de piratas, por eso de los ataques al abordaje, se diluyó con el paso de los kilómetros, pues los latigazos no pasaron de cosquillas para Evenepoel. Aunque el ambiente fue atronador, ya que un río copioso de ciclistas con maillots de todos los colores se dio de buena mañana por las cuestas serpenteantes del Puerto de Navacerrada, miles de aficionados que se sumarían en abundancia a medida que pasaban los minutos. La Vuelta en su expresión pura, la carrera que pone los pelos de punta, también la coronación de Evenepoel.
Era el día del juicio final, la jornada en la que Movistar debía tratar de asaltar el maillot rojo. “Debemos jugar al ataque. Es terreno conocido, la última ocasión”, reconocía Chente García Acosta, director deportivo del Movistar tras la charla con sus corredores en el bus. Lo mismo pensaba Matxin, director del UAE, por más que tenían que aguantar el tercer puesto de Ayuso: “Nunca hemos jugado a la defensiva, que se preocupen de nosotros”. Aunque otros no las tenían todas consigo, como su homólogo de Ineos, Xabier Zandio: “No estamos para atacar. Aunque da gusto ver a Carlos Rodríguez porque no se queja, tiene heridas de la caída del otro día y físicamente lo va a notar”. Así fue, descabalgado de las subidas y finalmente séptimo en la general.
Al descorchar la primera montaña se sucedieron los ataques, corredores en busca de la gloria y ciclistas que harían de gregarios para los líderes, una batalla táctica, un jeroglífico por descifrar. Aunque UAE —con Marc Soler, siempre Marc Soler— y Movistar —con Mühlberger y, al fin, Valverde en su despedida— no fallaron. Pero tampoco lo hizo Evenepoel, que pronto se quedó sin compañeros del Quick-Step a su lado, aunque estaba preparado. “Dormí mal por el estrés, por la tensión”, admitía antes de salir de Moralzarzal; “pero me siento listo para la batalla en el día más importante de mi vida”. Y cumplió. “Aunque no tenía el cuerpo como en la primera semana”, admitió.
Pero no se inquietó en el puerto de Navacerrada ni en Navafría, tampoco en Canencia. Nadie le preguntaba con ataques cómo estaba, ancha es Castilla. Pero cuando se llegó a la penúltima montaña, la Morcuera, Movistar lanzó el órdago con Rojas, Valverde y Oliveira al frente, ritmo infernal y selección natural de los más fuertes. Duró poco y atacó Mas, pero Evenepoel ni se levantó del sillín, coser y cantar. Algo parecido a las tres intentonas de Supermán López, que lo intentó pero se quedó con las ganas. Y, aclarado el panorama, en el último puerto, el de Cotos y con viento a favor, se desbravaron las ambiciones, todos conformes con el final. Ese en el que Ayuso se confirmó como mucho más que una promesa; ese en el que Enric Mas aclaró que vuelve a ser el de antes de sus miedos a las bajadas; y ese en el que Evenepoel explicó al mundo que es un ganador.
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