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El juego infinito
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De Asensio a Haaland

Hasta bien entrada la Liga, los aficionados no se animan a enamorarse de un jugador, no sea cosa de que se lo lleve el enemigo y tengamos que odiarlo

Jorge Valdano
Jorge Valdano

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Ni el gol es lo que era. Aquel fútbol simple que conocimos solo habita en el recuerdo. Los cambios se aceleran. Desde el juego mismo, que era la suma de talentos que diferenciaban sus roles para alcanzar un orden, hasta el fútbol metodológico de hoy, al que los análisis informáticos y las estadísticas destripan en el afán de tenerlo todo bajo control. Algún día la inteligencia artificial terminará desvelando todos los misterios. Espero no verlo. ¿Recuerdan aquel reglamento genial en su simpleza? La letra pequeña no se cansa de deformarlo. Hasta en el baldío más cutre del mundo se sabía lo que era falta, lo que era mano y, sobre todo, lo que era gol. Ese grito sagrado que provocaba una explosión hoy ya no detona, porque el VAR ha conseguido convertirlo en un petardo mojado.

Compra/venta. También el mercado confunde. Hasta bien entrada la Liga, los aficionados no se animan a enamorarse de un jugador, no sea cosa de que se lo lleve el enemigo y tengamos que odiarlo. Visto lo visto, en la próxima temporada las operaciones las hará directamente Amazon que, como sabemos, acepta hasta devoluciones. Los directivos (que piensan en clave económica) sufren porque no pueden vender y el 95% de los entrenadores (con el foco puesto en el juego) sueñan con, al menos, no debilitarse. Este año el mercado ha sido más explícito que nunca exagerando las diferencias entre ricos y pobres. Pintándolo con brocha gorda: todos afilan el lápiz haciendo números, menos el PSG y la Premier, que derrochan como si no hubiera un mañana. En cuanto a los jugadores, tuvieron la maleta lista y el teléfono en la mano hasta el 1 de septiembre, esperando la llamada salvadora que les permitiera escapar. ¿Quién sabe de qué?

La indefinición. Lo peor que le puede pasar a un jugador es quedarse en el medio. Pretender marcharse y no conseguirlo rompe el vínculo afectivo con los aficionados. Cristiano animó el verano buscando un equipo Champions. Esa búsqueda ansiosa debilitará su relación con el Manchester United en el futuro y estuvo a punto de debilitar su relación pasada con el Madrid, cuando coqueteó con el Atlético en un movimiento que incomodó a las dos partes de la ciudad. Asensio es otro caso. Llevó al mercado las dudas que tiene en el campo y que no le dejan expresar la pureza de su talento. En la cancha, Asensio es como esos tipos que, en una reunión, tratan de decir algo interesante, pero siempre hay alguien que habla más alto y, como no le dejan intervenir, se calla. Se trata de una excelente persona y de un gran jugador, pero si no define su personalidad no encontrará sitio en el Real Madrid ni interés en el próximo mercado.

¿Qué quieren de mí? Haaland es un rompehielos que destroza témpanos, un viento huracanado que no deja un árbol en pie, un trueno en un día de sol… El City, como todo equipo de Guardiola, busca los espacios con paciencia, tiene mecanismos muy engrasados que aseguran la pulcritud del juego y una armonía colectiva como ningún otro equipo. A esa delicadeza le faltaba un toque animal, el salvajismo de un depredador que merodee el área y tocando ocho balones marque tres goles. Compró al mejor por unos módicos 60 millones de euros, que ridiculizan el precio de todos los jugadores medianos que llegaron a la Premier por valores escandalosos. Haaland traía la más pesada de las expectativas: la que crea el goleador. Lo que prometía no era algo opinable, como el juego, sino algo tan práctico, tangible y difícil como el gol. Mientras se va adaptando, marca uno y medio por partido.

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