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El récord de España solo vale un cuarto puesto en los Campeonatos de Europa para el relevo largo

La noche de una nueva victoria de Mondo Duplantis y el tercer oro de Femke Bol, el 4x400 masculino fue superado por Reino Unido, Bélgica y Francia, tres países que bajaron de los tres minutos, una barrera infranqueable para los españoles

Carlos Arribas
Europeos Atletismo 2022
Lis españoles, una vez terminada la prueba.CHRISTIAN BRUNA (EFE)

Llovió a mares, luego escampó, luego empezó a actuar Mondo Duplantis, el prodigio imbatible, de la pértiga, el adolescente del 6,21m, récord del mundo, campeón mundial, olímpico, europeo, campeón de todo, quien con dos saltos llegó a 5,85m y al oro, y luego regaló a la audiencia un 6,06m, récord de los campeonatos para que no se quejaran. Después fue el turno de ellos.

Los cuatreros poliédricos, los poetas del láctico, quintaesencia de la motricidad de la velocidad mantenida hasta la parálisis final, el desmayo, el vómito, corrieron más que nunca, batieron el récord de España (3m 0,54s), y terminaron cuartos, y después, cuando recuperaron el aliento, los atletas magníficos dijeron que claro, que estaban contentos, que habían batido el récord, pero que tres equipos, los rivales habituales, las referencias en Europa, el Reino Unido (2m 59,35s), Bélgica (2m 59,49s) Francia (2m 59,64s), habían corrido un montón, y que así, claro, el cuarto puesto era horrible y magnífico. “Con peor tiempo fuimos bronce hace cuatro años”, dice Samuel, veterano de la noche de Berlín 2018, como Búa y Husillos. “Tendríamos que estar muy contentos, pero esto es un campeonato y se viene a por medallas…”

“Contra tres que han corrido por debajo de tres minutos no podíamos hacer nada”, dice el técnico del equipo, Toni Puig, que alineó en tacos al asturiano Iñaki Cañal (45,93s, séptimo), de segundo hombre al toledano Lucas Búa (44,85s, y entregó sexto), de tercero al misil de Astudillo, Óscar Husillos (44,71s, y entregó cuarto) y de anchor al palmero Samuel García (45,05s), el capitán, el rey de la velocidad lanzada, que asedió en la contrameta a belgas y franceses (los británicos ya habían huido, desde la primera posta, la del campeón del 400m individual, Matthew Hudson Smith (44,45s). “Hemos corrido lo que podíamos correr y, lo importante, desde el Mundial de Doha estábamos fuera de la elite del relevo y volvemos a estar en la rueda”.

La generación de Samuel, Husillos, que se hizo merecedor al OH que forman sus iniciales con el adelantamiento en curva que dejo de piedra al checo y al holandés, distraídos en una pelea particular, Búa, el rey de la segunda posta, el patrón, y Samuel es el relevo español desde hace media docena de años. En su cabeza, siempre, la excelencia y un tiempo por debajo de los tres minutos, una de esas cosas que se dice que se podrán contar a los nietos, yo hice esto… Y alertados por la llegada de los nuevos, Guijarro, Sánchez, Cañal, Erta, defienden su territorio, y no pararán hasta alcanzar su objetivo. Velocidad no les falta, pero inteligencia les sobra. Es su fuerza, su sabiduría táctica, situacional, su trabajo repetido en simulaciones con variantes infinitas de intercambio de testigo en diagonal, por la izquierda, por la derecha, pronto, tarde. El intríngulis del relevo es su mundo. “Y tenemos que apretar, porque nos achuchan los jóvenes”, dice Búa. “No podemos dormirnos”.

No vuelve a llover. La noche es limpia. Clara. Luminosa como el hermoso estadio. Como Femke Bol, adolescente neerlandesa de largas piernas y zancada alada, ligera. Media curva y una recta. La polaca, la belga y la británica, que la precedían cuando agarró el testigo, ven cómo las adelanta de una sola pasada y solo pueden pensar que como el profeta, su reino no es de este mundo. Gana Países Bajos el relevo femenino (3m 20,87s). Gana Bol su tercer oro. La reina de Múnich. España, octava.

El músculo es un capullo que tiene vida propia, y le gusta tomar decisiones, y cuando lo hace, manda más que el cerebro. Cuando un atleta se siente en plenitud poliédrica se imagina dueño de sus movimientos con una seguridad casi sobrenatural; cuando el músculo decide mostrarle sus límites a la máquina pensante, se acabó el movimiento. Séptima iba a acabar la toledana Irene Sánchez Escribano los 3.000m obstáculos que una veintena de segundos antes ya había concluido la ganadora, la favorita, la albanesa Luiza Gega (9m 11,31s). Octava era ya cuando se acercaba a la meta, cuando estaba a dos, tres metros de cruzarla. Tampoco estaba mal. Octava. Finalista. Más beca. Más puntos para las cuentas de la federación. El golpe de estado de sus músculos fue brutal, como se dice ahora de todo. Para la atleta, tan grácil unos segundos antes, aunque fatigada, los tres metros se convirtieron en 30, 300, en un túnel sin fin, una distancia insondable que solo podía acometer a cámara lenta. Varios segundos pasaron hasta que pudo dar los últimos pasos antes de derrumbarse en el suelo, dos atletas más la adelantaron, y la tercera que podría haberlo hecho, la compatriota Carolina Robles, prefirió cederle el paso. Qué drama. Acabó décima la toledana, undécima la sevillana.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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