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Armand Duplantis bate el récord del mundo de salto con pértiga con una marca de 6,20 metros

El atleta sueco, de 22 años, ya había logrado una mejor marca de 6,19 m durante un mitin en Belgrado el 7 de marzo

Mundiales Atletismo Pista Cubierta
Duplantis tras lograr el récord del mundo de salto con pértigaMICHAEL STEELE (Getty Images)
Carlos Arribas

El salto con pértiga, dicen los físicos, parece complejo, pero no, una simple ecuación física puede predecir con exactitud la altura que sobre el listón alcance cualquier atleta, incluso uno tan extraordinario como Mondo Duplantis, el prodigio sueco, oro en los Mundiales de Belgrado con un vuelo de 6,20m, récord del mundo. Y los físicos, mostrando sus grandes conocimientos, se sueltan a hablar de la conversión de la energía cinética en energía potencial y de nuevo cinética y finalmente potencial, elástica y gravitatoria… Y no hablan inteligiblemente para los legos más que, reconociendo también sus límites, los límites de la física, añaden, vale, pero claro, para ejecutar bien un salto y tantas transferencias de energía, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma, y le medimos en kilojulios, para todo ello, necesitamos que el atleta que salte debe tener la velocidad de un sprinter de primer nivel, la fuerza en las piernas de un saltador de longitud, la agilidad de un gimnasta y la flexibilidad de una bailarina.

Acabáramos. Piden un imposible. O no. Piden un Mondo.

Duplantis, se sabe, y lo aprecia desde las gradas, absorto, el italiano Marcell Jacobs, campeón olímpico de los 100m y mundial de los 60m y saltador de longitud hasta hace nada, corre los 100m en 10,50s, y salta más de 7,20m. Dos condiciones las cumple. De sus habilidades gimnásticas hablan sus piruetas cuando sale catapultado pies por delante, cabeza abajo, un proyectil hacia el listón, su giro en L, bien bajo el centro de gravedad sobre la barra, su descenso, y lo aplaude, también en las gradas, la campeona de altura, Yaroslava Mahuchikh. Y sus dotes de bailarín las exhibe feliz antes de sus últimos saltos, improvisando unos pasos de una danza típica serbia, algo parecida al sirtaki que inventó Teodorakis, ante la hilaridad y los aplausos del público feliz.

“No es el modelo Bubka, que era un coloso físico supermusculado”, explica Adrián Vallés, pertiguista español de 5,70m que trabaja con las tecnologías del futuro en el centro de bigdata de Telefónica. “El ucranio era más estructurado. Un saltador hecho tras un aprendizaje laborioso. Mondo es como si llevara la pértiga en los genes, lo hace todo innato, como los genios. Bubka era, sencillamente, mucho más fuerte”.

Mondo es clavado al perfil que exigen los físicos, el de un muchachito sueco que, en el ambiente sobrecargado y chillón del pabellón que acogió un festival de Eurovisión, el evento más recordado en un Belgrado de posguerra, sonríe angelical, charla ausente, y espera, de pie, con una pértiga de 5,20 metros de largo apoyada por la base en el suelo, a que los jueces del Mundial ajusten el listón a 6,20 metros, la altura nunca antes intentada por nadie, ni por los más grandes de la historia, ni por Bubka siquiera ni por Renaud Lavillenie. Y solo el francés intentó una altura superior. Fue hace ocho años, cuando después de batir con 6,16m el último récord de Bubka, exaltado, intentó 6,21m, y se lesionó en el intento. Hace ya casi cinco horas que su vida gira en un espacio de 50 metros por cuatro, una lista de moqueta azul de 45 metros cuidadosamente aspirada al mediodía de la arena del foso vecino que salta de las suelas de las saltadoras de longitud y triple. Está en su casa, en la misma pista, el mismo saltadero y cajetín en el que hace dos lunes consiguió, al 51º intento, dejar en 6,19m el récord del mundo que él poseía ya desde hace dos años, centímetro a centímetro, 6,17m, 6,18m…

Hace ya unos cuantos minutos que se ha proclamado, por fin, el título que no tenía, campeón del mundo. Ha necesitado para ello solo cuatro saltos, sobre 5,60m, 5,85m, 5,95m y 6,05m, uno más de lo esperado y de lo habitual en sus concursos pues el brasileño Thiago Braz, el campeón olímpico de Río, ha logrado saltar a la tercera los 5,95m y ha forzado un desempate en 6,05m, con los que no pudo. Ya ha dejado el terreno libre al sueco volador, como antes lo había hecho el norteamericano Christopher Nilsen, que no pasó de 5,90m.

Como para Yulimar Rojas, por la mañana, el oro es solo la mitad de su objetivo; la otra mitad, la de la búsqueda constante, el desafío siempre a sus límites, la tenía delante. Arriba. En el primer intento y en el segundo entra lento, no dobla la pértiga, aborta sus vuelos, pasa por debajo del listón y cae de pie. ¿Sería este el comienzo de otra obsesión como la que padeció, dos años enteros, con los 6,19m? El temor se borra rápido. Menos de cinco segundos tarda Mondo, 20 pasos, en recorrer los 45 metros con los dos kilos de la pesa, y su desequilibrio correspondiente, antes de clavarla seguro en el cajetín, empezar a doblarla antes de despegar los pies del suelo, un despegue suave, fluido, y salir disparado para responder a las exigencias de la física, y demostrar a los ateos eso de la transformación dinámica de la energía. Pasa por encima del listón, que tiembla en su descenso, y resiste. Y así, al tercer intento, se convierte en la primera persona que supera los 6,20m. Un centímetro más para él, un vuelo infinito para el atletismo.

“A veces pasan cosas que no se pueden explicar. Cada vez que estoy en Belgrado tengo esta sensación de que voy a hacer algo especial”, dice. “No hay límites. El cielo es el límite”.

Pero el presentador que le interroga le encuentra un límite. ¿Sabes decir gracias en serbio?, le pregunta. “No, responde, pero sé bailar la danza serbia…” Y levanta los brazos en abrazo y mueve los pies ligeros de bailarina.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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