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Los siete magníficos del relevo 4x400 logran la medalla de bronce

El equipo español fue el primero de una carrera espectacular hasta falta de 50 metros, donde fue superado por Bélgica (oro) y el Reino Unido

Carlos Arribas
El equipo español de 4x400 celebra el tercer puesto en Berlín.
El equipo español de 4x400 celebra el tercer puesto en Berlín. FELIPE TRUEBA (EFE)

Fue una película si no perfecta, sí espectacular. Lo dice Samuel García, uno de sus protagonistas, y lo refrendarán todos los que la vivieron, disfrutaron, padecieron y gritaron, y un final tan dramático y tan intenso que pocos de los que lo contemplaron en el estadio olímpico de Berlín se aguantaron las lágrimas. Al desencadenante le llaman emoción.

Fue la final del 4x400, el relevo que es un indicador de la salud del atletismo de cualquier país. La del español es una salud de oro, como la de sus chicos, por orden de aparición, Óscar Husillos, Lucas Búa, Samuel García y Bruno Hortelano, aunque el cuarteto terminara bronce (3m 0,78s), detrás de las superpotencias de Bélgica y sus trillizos Borlee y el fenómeno juvenil Sacoor (2m 59,47s) y el Reino Unido de Hudson-Smith y Rooney (3m 0,36s).

Bruno Hortelano reza y lucha para sobrevivir, para llegar aunque sea andando a la meta donde le espera el fin del dolor y el comienzo del gozo. Está a mitad de la última curva, a 150m de su objetivo. Va primero. Saca tres metros a los belgas.

Los tres compañeros han hecho la carrera ideal. Han inflamado tanto la prueba con su actuación, que se ha multiplicado la carga emocional, ya elevada de entrada. El relevo, todos lo dicen y lo viven, y lo sienten, es la prueba en la que manda el corazón, traducido en compañerismo y solidaridad para conseguir un imposible deseado. Husillos ha prestado su seguridad (entregó el segundo, muy pegado a Francia, el primero, en la primera posta, 45,8s saliendo de parado); Búa, con su valor, su intuición única de la relación espacio-temporal, su valor para pelearse y ganar la batalla de la calle libre como si no hubiera mañana y asegurarse una carrera limpia, y su velocidad felina (44,62s lanzados); Samuel García, con su ciencia de la carrera y su atrevimiento y su velocidad gigantesca (44,80s lanzado). España va primera, como nunca había ido. Y va a toda velocidad. Espera el oro. Aceleradamente van hacia él.

Con esa seguridad sale Hortelano, el atleta que más emoción, más parte de su vida y de las experiencias fuertes que le han hecho ser como es, deposita en cada zancada, en cada latido de su corazón acelerado, y lleva el testigo bien agarrado en su mano derecha, como imantado a su guante negro, seguro.

Sale a fuego y a fuego muere.

En la recta intenta mantener la técnica, marcar los gestos, subir las rodillas, mantener los brazos a escuadra, y lo hace todo como a cámara lenta, clavado. Y mientras se acerca congelando el movimiento, clavado en el tartán, la meta se aleja y por detrás llega bufando Kevin Borlee, el último de los belgas, y le pasa a falta de 50 metros como pasaría un AVE a un cercanías, haciéndole temblar y traquetear. Y le pasa, poco después, el británico Rooney, que le ha recuperado ocho metros, nueve décimas, pero Hortelano reza y sigue. Sobrevive. Cruza la meta y cae exhausto. Ha asegurado el bronce, pero se le escapa un lamento. "Es un bronce que podía ser oro", dice luego, como si no supiera que no hay atleta de 400m que nunca haya sufrido una subida de láctico tan brutal y una clavada en la última recta. "Ha habido un fallo y el fallo ha sido mío. Asumo la responsabilidad". Y caído en el tartán azul gimotea, y Samuel García, un gigante de más de 1,90m se le echa encima y le dice: "¡Eh! ¡Eh! ¡Hay que estar contento!". Y sigue y se le declara: "Te quiero, Bruno. Dentro de dos años, en Tokio, seremos oro".

En la zona mixta oyen la historia todos, los titulares de la final y también Darwin Echeverry, Mark Ujakpor y Manuel Guijarro, los tres que corrieron la semifinal y trabajaron los entrenamientos de la semana en Potsdam con Toni Puig, el director de la película y guionista y todo. Y Hortelano remata la historia diciendo: "hemos sido siete amigos que hemos hecho historia esta noche".

Y alguien que le oye le recuerda la peli del Oeste y la canción de los Clash, y él sonríe, y dice, "los siete magníficos, eso es". Y todos vocean, jaraneros y felices.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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