Feliz Casemiro y feliz Florentino
El fichaje del brasileño por el Manchester United supone un negocio redondo para el jugador y el Madrid, que es de lo que se trata
Tan feliz se va Casemiro como se queda Florentino Pérez. Un descorche total. Un negocio redondo para las dos partes, que de eso, y nada más que de eso, se trata. El único depósito sentimental del fútbol es el de la clientela, la pasional, no la consumista. Al jugador, que bien conoció la miseria en su infancia tras ser abandonado por su padre cuando tenía tres años, le duplican el sueldo y le alargan la carrera hasta 2027. Y el Real saca una tajada considerable (unos 80 millones, una cifra muy similar a la invertida en Tchouaméni, su relevo) y se ahorra un salario de unos cinco millones netos, muy superior al del becario francés.
A sus 30 años, pocos en el fútbol actual de Modric (36), Lewandowski (33) y demás atletas que viven como atletas, Casemiro tenía techo en el Madrid. Expiraba su contrato en 2025. Luego, política florentiniana, si acaso una renovación curso a curso y a la baja. Nada mal le ha ido al club. Todo lo contrario.
Desde que levantara en Lisboa la Décima, allá en 2014, el Madrid ha sumado otras cuatro orejonas y de los que desfilaron contra el Atlético solo quedan en la plantilla Carvajal, Modric y Benzema. Como Real y Barça se retroalimentan, las comparaciones son inevitables, máxime cuando del Barça no se quiere ir ni dios. El equipo azulgrana conquistó su quinta y última Copa de Europa en 2015. En la nómina perduran Ter Stegen, Piqué, Jordi Alba y Busquets. Los mismos, junto a Sergi Roberto, que zozobraron en Roma 2018 (3-0) y en Anfield 2019 (4-0). En Italia también se alistó Umtiti, suplente en Liverpool.
Joan Laporta suplicaba porque el desnortado Manchester United le hiciera de sacamuelas con Frenkie de Jong, pero tan extraviado anda el club que glorificaron Matt Busby y Bobby Charlton que lo mismo le valía el fino jugador holandés que el macizo Casemiro. La nada oscura del actual United. Con Cristiano en combustión y Varane en el banquillo, el colista inglés se ha ido de ronda al tuntún, con el reclamo de su heráldica y la tramoya de la Premier (5.492 millones de ingresos en 2020-2021 por 2.948 de la Liga, según la consultora Deloitte). No importa que esté en la Liga Europa y no en la Champions, el United tiene gancho, o sea pasta, mucha pasta. Ocurre que el fútbol a veces no tiene precio.
Dados por hechos los dividendos para Casemiro y el Real, habrá que tener perspectiva sobre los beneficios deportivos. El Madrid deberá acelerar la graduación de Tchouameni, del que Carlo Ancelotti esperaba que aprendiera de ese espartaco futbolista que es Casemiro, jugador bisagra por excelencia en un equipo donde no a todos les gusta el fango de las barricadas. Pero hablamos de una entidad que hizo cumbre en Europa dos años después de irse Di Stéfano, que ha repetido en la cima sin Raúl, Iker Casillas, Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos.
Sostiene Casemiro, según palabras de Ancelotti, que el United es un nuevo reto. No le falta razón, ni millones por el medio. En Old Trafford compartirá escenario en el gabinete de medio campo con su compatriota Fred. Es decir, el eje de la selección brasileña de Tite y Neymar que capitanea el propio Casemiro. Habrá que ver cuál es el efecto sobre el equipo, en el que resulta muy llamativa la recesión de futbolistas como Bruno Fernandes, Sancho, Van de Beek y Rashford. ¿Un mal fario? Quizá, pero Casemiro, excelente jugador de rendimiento eterno, ancla de este otro Madrid de época, nunca tuvo mal de altura desde que llegara al Real Madrid Castilla en 2013 con una extraordinaria fe en sí mismo. Al fin y al cabo, Casemiro consagró a Casemiro por un error.
El chico se llama Casimiro. Un día le sellaron mal el nombre en la camiseta, le salió un buen partido y hasta hoy. Para qué rectificar. Para qué arriesgarse a que Tchouameni espabile a la carrera y Florentino Pérez se cargue de razones. Perdices para todos, salvo para Kroos y Modric. Y la cuenta para el United, para congoja de Laporta. Se van del Real triunfador mientras a él se le inmortalizan los capitanes y otros, tan bien abrigados económicamente que no saltan del Titanic ni a tiros.
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