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Sydney McLaughlin pulveriza su propio récord del mundo en los 400m vallas del Mundial de Atletismo de Oregón

La atleta estadounidense deja su marca en 50,68s, siete décimas menos que su anterior registro

Mundial de atletismo
La estadounidense Sydney McLaughlin posa junto a la nueva marca en que ha dejado el récord de 400m vallas, este viernes, en Oregón.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)
Álvaro Sánchez

Arenga un predicador a las multitudes que abandonan Hayward Field con mensajes religiosos sobre la eternidad del alma y la resurrección, pero el público, que atraviesa el campus de la Universidad de Oregón rumbo a casa, no le hace demasiado caso. Tal vez porque no necesita de palabras para tener fe en lo divino: acaban de ver a una mujer, Sydney McLaughlin, estadounidense, nacida en Nueva Jersey hace 22 años, correr los 400m vallas en 50,68s, 73 centésimas menos que los 51,41s que ella misma había fijado como plusmarca mundial hace un mes en Oregón.

Le gusta la pista de Eugene a McLaughlin, escenario de tres de los cuatro récords mundiales que ha conseguido en los últimos 13 meses —el otro fue en la final de los Juegos de Tokio—, remodelada para poner a los pies de los atletas la mejor tecnología para impulsarse más rápido. Y es un amor, en cierto modo doloroso: cuando acaba de pasar las diez vallas como si no existieran, tan sola que no necesita apretar para ganar a sus rivales, y a pesar de ello mete una marcha más, ya corriendo contra sí misma y contra la historia, cruza la meta y se sienta en el tartán.

Mira al suelo, niega con la cabeza como si no se creyese lo sucedido, y se permite, por fin, sonreir. Le cuesta enderezarse, el cuerpo tan abrumado por el ácido láctico, así que vuelve a sentarse, bebe agua y le colocan la medalla. Se incorpora para la foto con el marcador donde se leen las dos palabras que buscaba: world record. Pero vuelve al suelo para la entrevista, porque así de duro es hacer lo que nadie, ni siquiera ella misma, había hecho antes.

Llegada a meta e McLaughlin en la que se aprecia la distancia frente a sus rivales.
Llegada a meta e McLaughlin en la que se aprecia la distancia frente a sus rivales. Ashley Landis (AP)

“Es irreal”, dice, y muchos lo piensan: con esa marca habría sido séptima en la final de los 400m lisos del Mundial celebrada unos minutos antes, ellas libres de correr sin obstáculos de por medio. “Sinceramente, quería correr e ir a por ello”, admite sobre lo que todos han visto: que el oro no es ya suficiente para ella y busca en el reloj un contrincante más feroz. “Ese último 100m realmente dolió”. Y no hace falta que lo repita, porque todos la ven, renqueante, tan cerca del límite que el cuerpo le recuerda su mortalidad. Aunque ese esfuerzo se premia, y le entregan en el podio un cheque de 100.000 dólares.

Sus rivales más cercanas tardan en aparecer. La holandesa Femke Bol, plata, entra en 52,27s, una diferencia de 1,59s, el mayor margen jamás logrado en una final mundialista en esta prueba, y la campeona del mundo en Doha 2019, Dalilah Muhammad, que entonces, junto a la arena del desierto, dejó a su compatriota con la plata, ahora se ve destronada y llega en 53,14.

Minimiza el éxito de McLaughlin su desempeño, pero ambas marcas todavía tan buenas que son los mejores tiempos de una segunda y una tercera en la historia de los Mundiales. El éxito de las norteamericanas, que se han tomado el primer mundial celebrado nunca en su país especialmente en serio, se completa más allá del podio: cuatro de las cinco mejores de la final son estadounidenses.

McLaughlin, oro en los Juegos de Tokio, añade así a su palmarés su primer Mundial. Es para lo que lleva toda la vida preparándose. No se puede decir que fuera un talento oculto o descubierto por casualidad. Su padre fue atleta de 400 metros, su madre corría en el instituto, y su hermano también compite en los 400m vallas, por lo que supieron detectar rápidamente sus habilidades y promoverlas hasta convertirla, con su aparición en los Juegos de Río a los 16 años, en la más joven en formar parte del equipo olímpico de atletismo desde hacía más de 40 años.

¿En qué piensa mientras pasa las vallas? “No pienso en nada. A veces hay dolor, pero la mayor parte del tiempo te sientes libre. Hay carreras que termino y no sé lo que ha sucedido”, explicaba la joven en una entrevista. En un mundo a veces minoriario como el del atletismo, ella ya hace tiempo que es una estrella: tiene un millón de seguidores en Instagram, donde combina fotos de entrenamientos, vídeos publicitarios de marcas que la patrocinan, imágenes con su marido, —el exjugador de fútbol americano Andre Levrone, con el que se casó hace solo dos meses—, y mensajes religiosos y motivacionales. “Hija de Dios”, pone su descripción de Twitter.

Este viernes, las vibraciones previas ya le decían que todo iba a ir sobre ruedas. “Sabíamos calentando que iba a ser uno de esos días”, afirmó al acabar, fiando su éxito a mantener la cadencia intacta, lo más difícil cuando las piernas claman, doloridas, por desobedecer las órdenes del cerebro de seguir corriendo.

Su nueva marca la deja muy sola en lo alto de la clasificación de todos los tiempos. 90 centésimas más rápida que Muhammad, segunda. Y supone el primer récord del mundo en lo que va de campeonato, hasta ahora huérfano de marcas para la historia. McLaughlin era una clara candidata a ello, aunque cada vez se lo pone más complicado a sí misma, y eso puede hacer que, una vez en su mano los oros olímpicos y mundial, y el récord, opte por buscar nuevas motivaciones en el 400m lisos, y acechar también la plusmarca de la alemana Marita Koch, que dura ya 37 años.

Si alguien puede hacerlo es ella.


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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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