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El Jumbo pierde en un día a Roglic y Kruijswijk, dos puntales de Vingegaard en el Tour de Francia

El esloveno, que ya no podía ayudar más a Vingegaard, quiere recuperarse de las lesiones que sufrió en la primera semana y pensar en la Vuelta, mientras que el neerlandés se cayó y se rompió la clavícula

Vuelta a España
Primoz Roglic, durante la 13ª etapa del Tour.Thibault Camus (AP)
Carlos Arribas

A Merijn Zeeman, el ideólogo del colectivo llamado Team Jumbo-Visma, le gustan más las comparaciones culturales con el mundo de la empresa que las habituales en el mundo del ciclismo, como por ejemplo, esto es una orquesta, los buenos solistas hacen mejor al director, y el director, si no perturba el alma del artista con pequeñeces, hace mejores a sus instrumentistas. Cuando el plan sale bien, genial; cuando, como el día de los pedruscos, o como este domingo, todo sale al revés, muestran su capacidad para demostrar que la solidez y el compromiso hacen los males menores.

La decisión colectiva, acuerdo entre corredor y dirección, de que Primoz Roglic dejara el Tour de Francia a una semana de su final, y con los Pirineos respirando ahí a lado, y tosiendo por los malos humos de los incendios y el calor abusivo, roba elementos de ambas culturas. Es el segundo abandono consecutivo, y por caída, de Roglic, segundo tras Pogacar en 2020, del Tour.

Roglic no esperó para irse al día descanso antes de la última a semana. No sigue porque cada día está peor y no es capaz de ayudar al equipo sin desafinar. Habrá otros, como Steve Kruijswijk, como Sepp Kuss, que puedan hacer mejor su trabajo, dijo el alto mando. El colectivo, su concepto agile de ownership (compromiso con el resultado, responsabilidad) sale fortalecido, y las posibilidades de Vingegaard de ganar el Tour, también.

La decisión meditada, la conclusión de que con siete corredores se correría más sólido que con siete y Roglic herido, se quedó en buenas intenciones llegado el kilómetro 137 de la etapa del calor. En los relieves entre Blan y Revel, repechos pegajosos, carretera de asfalto en el que la bicicleta parece que está pegada, que no avanza pese a las pedaladas enérgicas, lo planificado dejó el paso a lo inesperado, y doloroso, Kruiswijk, el suplente de Roglic como hombre de la regularidad en las subidas, como ya demostró extraordinariamente en el Alpe d’Huez el jueves, se cayó en compañía de su compañero Wout van Aert. Mientras el maillot verde se levantó y continuó, Kruijswijk siguió clavado en el suelo. Pocos minutos después, una camilla cargaba con él, cara de dolor y una mano en un hombro, clavícula rota.

Dos menos y una semana de Tour por delante. Y la conclusión de que no todo lo que va a ocurrir en el Tour puede escribirse seis meses antes, acrecentada por una nueva caída doble del Jumbo poco después, a 60 de meta, atravesando Revel, y Vingegaard y Benoot al suelo, sin huesos rotos, al parecer, pues siguieron, aunque con mala cara.


El esloveno, triple ganador de la Vuelta y siempre desgraciado en el Tour, sufrió una dura caída al tragarse una alpaca de paja en una rotonda, un elemento de seguridad desplazado, en la etapa de los pedruscos, la de Arenberg, la quinta. Antes de ello ya se había acordado que su misión en el equipo sería la de líder del plan B. Solo si Jonas Vingegaard, el más fuerte de todo el equipo, fallaba, él asumiría el liderato. Roglic, que gozó de la ayuda del más fuerte Vingegaard para ganar la Dauphiné, aceptó encantado. En agosto ya sería el líder en busca de su cuarta Vuelta.

Después de la caída, que le produjo un dolor constante en la espalda imposible de reducir, y aumentando día a día –”un cuchillo en la espalda cada pedalada”, decía todas las tardes--, la aportación de Roglic, segundo violín de la orquesta Jumbo (el concertino es Van Aert, claro, que lo toca todo), en el concierto del Tour quedó reducía a una sola nota, quizás la más importante de toda la sinfonía, la que tenía que dar en el Galibier para tenderle a Tadej Pogacar una celada. Lo hizo a la perfección. Arrancó media docena de veces, tantas como las que esprintó a tope tope Pogacar para no dejarle ni medio metro de ventaja. Pogacar, maillot amarillo entonces, se diluyó en esfuerzos inútiles y llegado el Granon no pudo responder al solo ataque de Vingegaard, del que está a 2m 22s en la general. Ese día Roglic dejó de ser necesario. Su sentencia llegó el sábado, cuando fue incapaz de responder al ataque de Pogacar en la cuesta de Firminy, al comienzo de la etapa, y se descolgó del tran tran que Van Aert, capitán de ruta, marcó camino de Mende. “Estoy orgulloso de mi contribución a la clasificación actual y confío que el equipo mantenga el maillot amarillo y el verde”, dijo al anunciar su marcha.

Su papel defensivo para tirar del pelotón en la última subida lo asumió, con brillantez, Kruijswijk. Kuss, que comparte el perfil explosivo de Pogacar, queda como último hombre junto a Vingegaard, clave en los momentos en que lleguen los ataques esperados del joven esloveno en las dos durísimas llegadas en alto que quedan, la de Peyragudes, y su muro al 16%, el miércoles, y Hautacam, sobre Lourdes, el jueves, y sin olvidar el terrible muro de Péguère (3,3 kilómetros al 17%), el martes, a 27 kilómetros de la meta de Foix.

“No tenía sentido que Roglic siguiera aquí sufriendo, yendo a menos, no sirviendo ya para nada”, dice una fuente del equipo. “El colectivo sale reforzado con su marcha temprana, que le servirá, además, para recuperarse para ir a por su cuarta Vuelta en agosto”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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