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Cuando Linares era el Wimbledon del ajedrez

La ciudad andaluza acogió a las grandes figuras gracias a Luis Rentero

Luis Rentero.
Luis Rentero.

La mejor habitación del Hotel Aníbal de Linares lleva el nombre de Gary Kaspárov. ¿Por qué eso? ¿Por qué en Linares, cuya habitación mítica durante tantos años fue la del Hotel Cervantes (hoy cerrado por cambio de propiedad) en la que se vistió Manolete el día de su muerte y cede semejante distinción al gran ajedrecista?

La explicación está en la figura de Luis Rentero, a quien podríamos colocar en el podio de los grandes linarenses de la historia junto a Andrés Segovia y Raphael. Luis Rentero fue un hombre hecho a sí mismo que empezó repartiendo pan en una moto por Linares y llegó a crear una red de supermercados que vendió a un grupo belga por 3.000 millones de pesetas. Con aquel dinero compró un par de hoteles, uno de ellos el Aníbal, del que haría con el tiempo un emporio del ajedrez mundial.

Porque Luis Rentero era un fiebre de este deporte, hoy no tan presente en nuestras vidas como cuando él, nacido en 1942, era un chico. En los cincuenta no había televisión y sí en todos los bares un tablero de ajedrez que competía con los naipes. Siempre había alguna partida, con los inevitables mirones opinantes. Los casinos y los colegios organizaban campeonatos y en toda España se hablaba con orgullo de un tal Arturito Pomar, un niño mallorquín que se las tenía tiesas con los grandes maestros internacionales. En todos los periódicos aparecía indefectiblemente un problema de ajedrez junto al crucigrama y el jeroglífico. Solía ser el tramo final de alguna partida célebre, desde una posición (juegan blancas y ganan…) a partir de la cual los aficionados movían y contrastaban ideas.

En esa atmósfera se crio Luis Rentero, que llegó a ser campeón de Jaén y subcampeón de Andalucía. Cuando en 1977 hubo alcanzado una posición desahogada decidió imitar una iniciativa en marcha en Montilla y organizó un torneo de ajedrez en Linares. Quedó tan contento con la primera edición que trazó un plan ambicioso: viajó a Yugoslavia para invitar a Anatoly Karpov, campeón del mundo, a la siguiente edición, para la que con ese gancho sumaría gran un elenco de figuras. Aquello funcionó y 1978 fue la puesta de largo de un torneo que pronto se haría legendario.

Primero fue cada dos años, los impares desde 1979 a 1987, luego anualmente, siempre con un mínimo de 12 participantes, todos de primera línea. Y un planteamiento exigente: Rentero odiaba que se pactaran tablas, instaba y premiaba que se jugara con ahínco: “Por las baldosas del Aníbal corre la sangre”, solía presumir. Su lema era: “Esto es Linares, donde tres huevos son dos pares”.

La prensa de todo el mundo daba cumplida nota del campeonato y Linares fue dejando de ser la ciudad en la que murió Manolete para convertirse en el Wimbledon del Ajedrez.

Kaspárov participó 15 años y ganó nueve ediciones. Incluso dejaba allí la almohada. En la primera participación tuvo una gran bronca con Rentero por unas tablas que a este no lo convencieron. Ya está dicho que admitía rendiciones, pero pronto se amigaron, para bien del torneo cuya imponente relación de ganadores compensa los desvelos de su creador: Christiansen, Karpov, Kaspárov, Timman, Spassky, Illescas, Ljubojevic, Carlssen, Topalov, Ivanchuk, Kramnik, Anand, Grischuk…

En 1991, Rentero consiguió ser recibido por Fisher en Los Ángeles para convencerle de que reapareciera, pero le pidió una cantidad imposible y aquello se frustró. Del chasco le compensó que el año siguiente le invitaran a Moscú para recibir el premio Leonardo da Vinci y jugar una partida tierra-espacio contra un astronauta en misión. Allí era una celebridad.

En 1998 sufrió un tremendo accidente de tráfico que le dejó muy mermado. El Ayuntamiento se hizo cargo del torneo, con su asesoramiento, y en ese periodo (en 2005) se produjo allí el anuncio por parte de Kaspárov de que dejaba el ajedrez. En 2011 se derrumbó la Santana, que fabricaba maquinaria agrícola y los Land Rover, aquellos robustos todoterreno que utilizaban la Guardia Civil, la Policía Nacional y mucha gente para trastear en el campo. Un segundo y definitivo golpe para una ciudad que ya había sufrido la decadencia años atrás de su primera razón de ser, la minería (de hecho, el trofeo al ganador era una gabria de plata). Ese mismo año murió el Wimbledon del Ajedrez. Rentero fallecería en 2015 y la entonces ya existente Avenida del Ajedrez pasó a llamarse Avenida del Ajedrez Luis Rentero.

Ya no hay torneo, pero el Hotel Aníbal sigue en pie, su mejor habitación lleva el nombre de Gary Kaspárov y en el hall están presentes las fotos de todos los ganadores, los balones de oro del deporte de las 64 casillas. El espíritu de Luis Rentero sigue entre aquellas paredes.

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