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Solo nueve ciclistas españoles, el menor número desde 1972, y no grandes esperanzas en el Tour de Francia

Únicamente el 5% del pelotón de la ‘grande boucle’ de esta edición es español, el cuarto porcentaje más bajo en los Tours de la posguerra

Carlos Arribas
Tour de Francia
Los ocho corredores del Movistar, en la presentación del Tour en el Tivoli de Copenhague.THOMAS SAMSON (AFP)

En Copenhague, 21 grados y un sol que tarda siglos en ponerse, se habla del Tour de Francia y se habla de la covid, y se habla poco de los españoles. Se habla del Tour porque de la capital danesa, de la Sirenita casi y otros cuentos de Andersen, sale la gran carrera del ciclismo con una contrarreloj de 13 kilómetros.

De la covid, y de la moral, la hipocresía y otros valores, se habla porque la Unión Ciclista Internacional (UCI) a media con la organización, ha decidido que sean obligatorios para ciclistas y personal de equipos más test de antígenos que nunca, y, al mismo tiempo, robar a su resultado de cualquier valor: a la luz de las dos rayitas de un positivo los equipos podrán decidir si su corredor sigue o no sigue corriendo, sin más agobio que el del balance entre su moral y sus objetivos, y el estado de salud, la fuerza de los síntomas del corredor. La duda, así, se impone: ¿En caso de ser positivo, haría Pogacar, por hablar del gran favorito, lo que hizo Berrettini, el italiano que se retiró de Wimbledon pese a que no tenía obligación de hacerlo, alegando su responsabilidad ante sus colegas?

De los españoles, de los ciclistas, se habla poco o nada porque son pocos y, exceptuando a Enric Mas, cargados de no muy grandes aspiraciones personales. Solo habrá nueve en la línea de salida del Tour, la cantidad menor de los últimos 50 años, desde el 1972 en el que solo participaron dos compañeros del Bic, Ocaña y Aranzabal. El habitual Kas de Langarica, Perurena, José Manuel Fuente y López Carril no corrió aquel Tour pues había disputado ya la Vuelta, con victoria del Tarangu, y el Giro en el que el escalador asturiano hizo sufrir a Merckx. Mas, Erviti, Gorka Izagirre, Verona y Torres, en el Movistar, más Ion Izagirre (Cofidis), Marc Soler (UAE), Luisle (Bahrein) y Castroviejo (Ineos) representan el 5% de los 176 participantes, menos de la tercera parte del valor de hace dos décadas, cuando los 43 españoles de 2003, el Tour del Centenario, o los 41 de 2007, el primer Tour de Contador, representaban el 22% del pelotón. España fue ambos años el país con más ciclistas, más aún que Francia, mientras que en 2022 es el sexto, empatado con Alemania y Australia, y tras Francia, Bélgica, Italia, Dinamarca y Países Bajos.

La semana pasada se produjo en Mallorca la gran revolución del ciclismo español, un cambio generacional ansiado, cuyos ecos aún no llegan a Dinamarca ni llegarán a París, donde termina el Tour el 24 de julio. Ni Raúl García Pierna ni Carlos Rodríguez, que se proclamaron campeones de España en, respectivamente, contrarreloj y fondo en carretera, debutarán aún en el Tour. El madrileño de Tres Cantos y el granadino de Almuñécar, son ciclistas de la generación de la esperanza, la generación Z, nacidos en el siglo, ambos en febrero de 2001, cuando Alejandro Valverde, que aún funciona, daba ya pedaladas de campeón. Como la suya, la afición espera sin aliento la gran confirmación de Juan Ayuso e Igor Arrieta, nacidos a finales de 2002, los otros dos miembros del grupo de los llamados júniors de oro del ciclismo español. Los cuatro se hicieron profesionales sin pasar por la categoría amateur, del instituto al mercado laboral sin pasar por la universidad, siguiendo la tendencia que en el resto de Europa siguieron Remco Evenepoel y otros jóvenes que enamoran. Raúl García y Carlos Rodríguez correrán la Vuelta, su primera grande, y hasta que lleguen al Tour se trata de contar los días y de tratar de disfrutar con lo que hay.

Ion Izagirre correrá como hombre libre en el Cofidis de Guillaume Martin. Dos victorias del guipuzcoano, de 33 años, una etapa, la de la Joux Plane, en el Tour de 2016 y la de Formigal en la Vuelta de 2020, simbolizan en cierta manera el declive del ciclismo español dos décadas después de los cinco Tours de Indurain y 10 años pasados desde las victorias finales encadenadas de Pereiro, Contador, en dos ocasiones, y Sastre. La de la Joux Plane, al año siguiente del podio de Valverde en el Tour, se puede entender como la del epílogo de la última gran época española en la grande boucle; la que consiguió en la Vuelta de 2020, como el adiós a todo esto. Después de aquella victoria en Formigal se han disputado entre Giro, Tour y Vuelta 96 etapas más. En ninguna más hubo victoria española. Marc Soler, de 28 años, la gran esperanza de hace nada, el nuevo Indurain, se proclamaba, correrá el Tour en el papel de gregario de lujo de Pogacar, y está más feliz que si tuviera que cargar con el peso de todo un ciclismo; Luis León, de 38 años, seguirá como gran rodador al servicio de los jefes del Bahrein, y Castroviejo, de 35 años, sigue intocable como capitán de ruta del Ineos.

Más joven, Mas, de 27 años, el líder del Movistar, terminó quinto y sexto sus dos Tours anteriores y en este aspira al menos a acabar entre los cinco primeros again, si no en el podio, y no muy lejos de los grandes favoritos, Pogacar, Roglic y Vingegaard. En su equipo, completado con el portugués Oliveira, el norteamericano Jorgenson y el austriaco Mühlberger, Erviti, Torres e Izagirre serán sus gregarios devotos, mientras Verona, en ascenso moral y de valor tras su victoria en una etapa de la Dauphiné, peleará por triunfar algún día de gran fuga. Ni Iván García Cortina ni Alex Aranburu, sus jóvenes de espíritu ganador, fichados para ganar carreras y crecer a la sombra del gran árbol Valverde, que seca las raíces a su alrededor, correrán el Tour. Es todo lo que puede proponer el mejor equipo español, que busca sobrevivir en un ecosistema contrario a su estilo. Tanto Eusebio Unzue, su jefe, como Telefónica, su financiador, creen que solo las muy grandes pruebas, el Tour, la Vuelta, algún monumento, atraen la atención de aquellos que no son muy aficionados al ciclismo, y sus programaciones y fichajes intentan ir en ese sentido, mientras el ciclismo en el resto del mundo se afana en una lucha por conseguir puntos en pruebas de todo tipo por medio mundo para mantenerse en el WorldTour, la Champions del ciclismo, la liga que da acceso a todas las grandes carreras. Y Unzue confiesa: “Habría que cambiar el sistema. Tenemos que correr para dar espectáculo, no para sumar puntos”.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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