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Tadej Pogacar, adelante con su sonrisa hacia su tercer Tour de Francia

El español Íñigo San Millán, entrenador del ciclista esloveno que acaba de ganar la Vuelta a Eslovenia, detalla la preparación que ha seguido para conseguir su tercera victoria en la ‘grande boucle’

Carlos Arribas
Pogacar, a la izquierda, supera a Mohoric en Novo Mesto.
Pogacar, a la izquierda, supera a Mohoric en Novo Mesto.JURE MAKOVEC (AFP)

Tadej Pogacar, de 23 años, asciende un duro puerto en compañía de su compañero de equipo, una especie de hermano mayor, Rafal Majka, de 32. Un día espléndido. Un paisaje de Heidi. Montañitas aquí y allá. Unos abetos diseminados en mitad de prados verdísimos, y flores de edelweiss brillan. Marchan en fuga. Los primeros. A 200 metros de la meta, Pogacar se acerca a su compañero, le da una palmada en la espalda y le dice que si se juegan a suertes quién gana la etapa. El polaco asiente. El esloveno muestra su puño, piedra, y Majka sonríe con la mano abierta, el papel. Se abrazan y enlazados por el hombro, la rueda de Majka delante, cruzan la meta.

Ocurrió el sábado en la Vuelta a Eslovenia, cero oposición, pero, recordando el julio pasado, la facilidad con la que Pogacar, y su mechoncito rubio atravesando travieso las rendijas del casco, su penacho, ganó su segundo Tour, más de un sudor frío recorrió la espalda de los Jumbo de Primoz Roglic, el esloveno viejo, quienes, después de una barbacoa el lunes, se encuentran reunidos en las alturas alpinas de Tignes, no muy lejos. Y ellos, y otros de los que se consideran rivales del esloveno joven, hasta pensaron que una escena similar, tan humillante para todos los que le peleen la victoria, podría suceder también en Alpe d’Huez, por ejemplo, dentro de menos de un mes, en el Tour.

Y, para más desazón, la ola de calor que también tocó en Eslovenia la semana pasada, ni siquiera pareció afectar a Pogacar, de quien siempre se ha creído que es más hombre de frío. Una esperanza menos. “Tadej, la verdad, está tan dotado que el estrés fisiológico del calor lo tolera también bien”, explica el español Íñigo San Millán, el entrenador del ciclista esloveno en el equipo UAE. “Le encanta el frío, pero como vimos en la primera etapa de Eslovenia, con 33 grados reventó la carrera [y se fue con su Majka y, en esta ocasión, le trabajó la victoria a su hermano mayor y cuidador]. El calor no le sienta bien a casi nadie, ya que todos los estudios muestran que disminuye el rendimiento, pero aquellos con una fisiología más avanzada lo toleran mejor”.

Estrategias artesanales contra el calor

Los meteorólogos avanzan que a mediados de julio una nueva canícula asolará Francia y los equipos se preparan. Afinan estrategias ya puestas en marcha como el avituallamiento rápido de bolsitas de hielos para que los ciclistas se las coloquen en el cogote, nuevas formas de hidratación, chalecos heladores antes de las salidas y medias de nailon rellenas de hielos. “Todavía recuerdo hace años ir a supermercados y comprar dos docenas de medias de mujer para poner hielo”, dice San Millán. “Todavía lo mejor es lo artesanal. Se están desarrollando diversos tejidos para los maillots y culottes que son termorreguladores, pero tardarán algún tiempo en ponerse en el mercado”.

La Vuelta a Eslovenia –general y tres etapas, pero solo una, la última, con valor deportivo: sprint frenético en el empedrado de Novo Mesto para derrotar a Matej Mohoric, el tercer esloveno, el ciclista que le frustró descendiendo el Poggio de San Remo– y el calor son los últimos detalles de la preparación de Pogacar para el Tour, que comenzó realmente en enero, con una concentración en la costa alicantina seguida de los primeros días en la altura de Sierra Nevada y acabó hace una semana con la concentración en Trepalle, en Livigno, a 2.300 metros en el parque nacional del Stelvio, último toque de altura.

“Llegará al Tour con 24 días de competición [tres pruebas por etapas de una semana con victoria en Emiratos, Tirreno y Eslovenia, y varias clásicas, con victoria en las Strade Bianche y protagonismo en San Remo y Flandes]. Un calendario similar al del año pasado. Funcionó bien entonces y por eso hemos repetido, y se ha vuelto a ver que Tadej es competitivo al más alto nivel del primero al último día”, dice San Millán. “Antes se corría mucho, pero se entrenaba poco. Ahora es importante entrenar en altura, así como el poder tener diversos bloques específicos de entrenamiento durante la temporada para estimular distintas adaptaciones metabólicas difíciles de controlar durante la competición. Este abordaje es clave en el ciclismo moderno”.

“Me hacía falta el descanso”

Lo que dice el científico en sus términos, lo resumió el ciclista en los suyos el martes, víspera de la Vuelta a Eslovenia, en la plaza de Nova Gorica, ante el albergo Perla, el hotel fronterizo cuyo casino era refugio de apostadores friulanos ya en los tiempos de la Yugoslavia de Tito. “No corro desde abril porque no quiero quemarme”, dijo el ciclista. “Tengo 23 años y podría correr más días, y físicamente es posible, pero, mentalmente, como siempre salgo para ganar, es muy duro. Me hacía falta el descanso. Empecé en enero a darle. Y llevo un mes sin pisar por casa, por Mónaco. No solo ha sido la altura, también he entrenado por el recorrido de cinco etapas del Tour, dos en los Pirineos, dos en los Alpes y la contrarreloj de Rocamadour. Nunca había subido Galibier y Alpe d’Huez, y me pareció tremenda esa etapa, y también la de Hautacam, en los Pirineos”.

“Y no solo eso”, apostilla San Millán. “A finales de abril, antes de tomarse unas semanas de descanso físico y mental, al día siguiente de la Lieja, estaba reconociendo la etapa del pavés en Lille. Entre medias, el túnel del viento y pruebas con materiales nuevos de la bicicleta. Es un profesional hasta la médula”.

Esta planificación moderna de mucho entrenamiento y poca competición solo es posible gracias a la tecnología, a la revolución de los vatios, software e inteligencias que permiten conocer casi al segundo todo el trabajo que hace el ciclista y cómo lo asimila su organismo tanto entrenando como compitiendo. El entrenador le hace una prueba para fijar su FTP (umbral de potencia funcional), los vatios que puede mover durante una hora sin que se dispare la fatiga, el lactato. Y alrededor de ese número, que el año pasado era de unos 410 vatios, 6,2 por kilo, en el umbral láctico, 6,1 milimoles, diseña los entrenamientos. Con esos valores ganó el Tour. “Ya veremos si me basta la forma de 2021 para ganar este, pero me parece estar mejor, con menos porcentaje de grasa y más potencia, y psicológicamente más fuerte”, dice Pogacar.

“Esos números han evolucionado según lo esperado”, explica, hermético, San Millán, que mide la forma de Pogacar, y cómo su capacidad de rendimiento parece seguir subiendo año a año, según los terremotos inesperados que provoca el joven esloveno. A los 20 años, en la Vuelta, fue su etapa en Gredos; en su primer Tour, a los 21, el Aubisque matador; en el segundo, la gran fuga hacia el Gran Bornand. “Y este año, no me sorprendió tanto en las Strade o Tirreno, como en el Tour de Flandes, donde solo gestionó mal la llegada con Van der Poel”, dice San Millán. “Sinceramente, desde que empecé a trabajar con Tadej a finales del 2018, es eso quizás lo único que me ha sorprendido, ya que no me esperaba que un corredor en su primera actuación en una clásica de pavés tuviera tal habilidad para moverse como si hubiera hecho 20 años de clásicas. El resto de las actuaciones nunca me ha sorprendido. Desde el primer día conozco muy bien la fisiología y metabolismo de Tadej y de lo que es capaz“.

Lo que no ha cambiado, dice San Millán, es la mentalidad ganadora del esloveno, su amor por el riesgo, la ausencia de miedo al fracaso. “La presión es necesaria si quieres ganar carreras”, afirma Pogacar. “Pero siempre sonreiré, iré adelante con mi sonrisa”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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