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Jon Rahm, de aprender inglés con Eminem a líder en EEUU

El vasco ha hecho valer su capacidad de superación para adaptarse, triunfar y convertirse en un referente en el PGA Tour

Jon Rahm, en la jornada de este domingo en el US Open.
Jon Rahm, en la jornada de este domingo en el US Open.Jared C. Tilton (AFP)
Juan Morenilla

Hay una constante en Jon Rahm para cada cosa que hace. Quiere ser el mejor. La misma vena competitiva late jugándose el US Open que compartiendo una partida de mus con los amigos cuando vuelve a casa en Navidad. Rebosa confianza en sí mismo, y él se ríe pensando que algunos lo consideran una bilbainada. En verdad es la fe que puso los pelos de punta a Eduardo Celles, su entrenador, cuando durante un viaje en coche el alumno le dijo sin un temblor de duda que sería número uno del mundo. El chico tenía 13 años. Jon Rahm se propuso ser el mejor y lo ha sido. Se juró ganar un grande y cumplió. En la carrera ha saltado cada obstáculo, desde nacer con un pie zambo a sufrir con el inglés. Hoy no solo es uno de los mejores deportistas españoles y un sólido habitante en la élite del golf a los 27 años. Su apasionada lealtad al circuito americano (PGA Tour) en la guerra contra la liga saudí le ha reforzado como un referente y líder también fuera del green.

Resulta chocante que la mejor defensa del producto estadounidense no la hiciera un hombre de la casa, sino un vasco de Barrika que cuando llegó a la Universidad de Arizona apenas sabía hablar inglés. “No lo va a conseguir. Probablemente se irá de aquí después del primer semestre”, le dijo a su ayudante Tim Mickelson, hermano de Phil y entrenador del equipo de golf de los Sun Devils. No sabía que aquel joven no iba a rendirse tan fácilmente. La capacidad de superación estaba en su adn desde que nació con el pie derecho girado 90 grados. Cuando los médicos lo posaron en los brazos de sus padres, Ángela y Edorta, tras los primeros cuidados, el bebé tenía la pierna escayolada. Comenzaba una lucha que le llevó dos veces al quirófano y que forjó un carácter de hierro. Jugaba de portero de fútbol, porque tenía menos fuerza en esa extremidad, y practicaba todo tipo de deportes. Nunca hubo una limitación en su mente. Cuando el golf se cruzó en su camino (después de la Ryder de 1997 su padre empezó a practicar), Jon cambió de amor. La pierna derecha, más corta y delgada, le ha conducido a un swing especial.

Si no sabía inglés, no iba a abandonar su sueño por eso. Ya había endurecido el corazón cuando con 16 años dejó la casa de sus padres y su hermano, Eriz, seis años mayor, para volar a la residencia Blume, en Madrid. Ahora iba a convencer a Tim Mickelson de que se equivocaba. La receta pasaba por la música. “Mi padre siempre me ha dicho que el futuro del golf está en Estados Unidos. No hay muchos golfistas españoles que vengan al college, pero me cogió y me dijo: ‘Lo peor que puede pasarte es que aprendas inglés”, recuerda Rahm sobre esos años. “Yo sabía algo del idioma, pero la parte más dura era la pronunciación. Y ahí es donde entra el rap. Son muchas palabras muy rápidas. Si podía aprender eso, cualquier cosa era posible”. Love the way you lie, de Eminem, y Swimming pools, de Kendrick Lamar, comenzaron a sonar una y otra vez. “Me costó cuatro años sabérmela entera”, revive el vasco sobre la letra de Lamar.

El chico progresaba. Tim Mickelson le prohibía hablar en español con un compañero mexicano de la universidad. El castigo era una sentadilla y una flexión por cada palabra que les escuchara pronunciar en castellano. Conocer a Kelley Cahill fue otra bendición. Estudiante de biología, lanzadora de jabalina, Kelley vestía de árbitro de la NFL cuando vio a Jon en una fiesta de disfraces. Él iba de agente SWAT. Poco a poco, esa vida difícil de la llegada a Estados Unidos fue dando paso a una feliz comodidad. Si con el inglés el progreso había sido lento, con los palos de golf fue un rayo. Pronto comenzó a practicar con Phil Mickelson, con quien incluso cruzaba apuestas a 18 hoyos a pesar de que Rahm solo llevaba 40 dólares en el bolsillo. Era ganar o ganar. Y ganó, dejando boquiabierto al campeón.

Jon Rahm
Rahm firma autógrafos en Brookline.Jared C. Tilton (AFP)

Las piezas han ido encajando hasta completar una profunda transformación. El adolescente que escuchaba a Eminem está hoy casado con Kelley Cahill, es padre de un hijo nacido en Estados Unidos, Kepa, y para agosto esperan un hermano. Un mánager americano, Jeff, lleva su agenda, y la figura de su caddie, Adam Hayes, ha sido otro importante eslabón para su estabilidad. Hoy Rahm se desenvuelve de maravilla en ese inglés que se le atragantaba. Su firme discurso el pasado martes en defensa del PGA Tour caló en el circuito y en la prensa estadounidense. “Sí, el dinero es genial, pero ¿cambiará mi estilo de vida si consigo 400 millones de dólares? No, ni un poco. Nunca he jugado por dinero, juego por amor al deporte, por la historia y el legado, y quiero jugar contra los mejores”, argumentó Rahm. Tan natural es ya para él el idioma que cuando la federación española le pidió que enviara un vídeo de apoyo al Open nacional lo mandó en inglés.

Entre la hinchada, Rahmbo es uno de sus jugadores favoritos, aclamado en Brookline en este US Open. Otro asunto es su foco en las retransmisiones televisivas en Estados Unidos. Pese a su rango de número dos del mundo, y habitual en la parte alta de la clasificación en muchos torneos, hay ocasiones en las que sus golpes apenas se muestran en las emisiones. Incluso en este Abierto americano, al que llegó como campeón vigente, su jornada inaugural del jueves no estaba entre los grupos destacados que eligió la televisión nacional. El vasco expresó en junio de 2020 cierto sentimiento de discriminación: “Como inmigrante hispano en Estados Unidos, aunque ni siquiera estoy cerca de experimentar lo que algunas personas han sufrido en este mundo, sí he podido comprobar cómo por el solo hecho de hablar español, incluso conmigo mismo, me han mirado mal y de forma despectiva”.

Jon Rahm escribe un diario. Le ayuda a limpiar la mente. Aquellas primeras páginas escritas en español hoy pueden ser fluidas redacciones en inglés.

También un altavoz contra el racismo

Tiger Woods rompió una barrera racial pero el golf sigue siendo un deporte de mayoría blanca. El Masters, por ejemplo, no homenajeó hasta hace dos años a Lee Elder, primer negro que jugó en Augusta (1975), recientemente fallecido. 
Frente al racismo también se posicionó Rahm en 2020 cuando la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía sacudió Estados Unidos y generó el movimiento Black Lives Matter. “Invito a mis compañeros a apoyar las causas para eliminar el odio, la intolerancia y el racismo. Me encanta mirar más allá de las cuerdas y ver la diversidad de rostros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Continuemos en apoyo de nuestra comunidad afroamericana y aceptemos nuestras diferencias”, publicó Rahm en sus redes sociales, uniéndose a las reivindicaciones ciudadanas en el país que le ha adoptado. Rahm acompañó su mensaje de una cita de Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o por sus antecedentes, o por su religión. La gente debe aprender a odiar, y si aprenden a odiar, se les puede enseñar a amar, ya que el amor llega más naturalmente al corazón humano”.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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