

Una victoria y nada más
España, sin pegada y con algún susto, logra su primer triunfo en esta edición de la Liga de Naciones con un gol de Sarabia ante una Suiza muy gris


Un partidillo en Ginebra sirvió de alivio a España, que cantó su primer triunfo en esta Liga de Naciones. Nadie tirará confetis. Y, menos aún, habrá quien lo rebobine. Un encuentro sosaina y un instante para vencer. Un gol de Sarabia y punto. Primero ante una Suiza raquítica y luego ante una Suiza con más ánimo que fútbol. Como siempre, la Roja tuvo alguna tiritona en el perímetro de Unai Simón. Como es norma, apenas dejó avisos en la puerta de Sommer. Otra España sin gracia. Puro fogueo,


Un parpadeo de Sarabia, las mil zapatiestas de Gavi y los bretes de Unai Simón con los pies... Curioso. En el equipo de Luis Enrique, en el primer tramo nadie dejó más huellas que los tres mencionados, precisamente los únicos que han tenido carrete como titulares en esta edición de la Liga de Naciones. Salvo petardazos inopinados, España, como era previsible, se jugará el primer puesto —única vía hacia la fase final— con Portugal, vencedora este jueves ante República Checa (2-0). Cinco puntos cuenta España, siete los lusos.
En Ginebra, la Roja se corrigió algo en defensa. Contribuyó, y en gran medida, la vaporosa selección de Murat Yakin. En el primer tiempo, una momia. Nada que ver con la Suiza que forzó los penaltis con España en los cuartos de la Eurocopa de hace un curso. Ni con la Suiza ya con plaza en Qatar.
Ante una Suiza sin chicha y contemplativa, a España le bastó un gancho en el primer acto y la primaveral tarde de Diego Llorente y Pau hasta el segundo periodo. Nada que ver con la desvencijada España de Praga, tan zombi frente al pedestre equipo checo. No hubo activismo alguno en Suiza, así que los centrales españoles, afectados en la jornada anterior por la flojera general, no solo del parcialmente censurado Eric García, pasaron una noche más bien sosegada. Solo algunas alertas por los arriesgados trances asumidos por Unai Simón, palmario portero titular para Luis Enrique, que le exige pies de <CF1001>violinista</CF><CF1000><CF1000>. Hoy, los porteros no solo ganan por la mano a sus competidores. Sin lubricante en las botas quedan como parias. Lo de los guardametas es un sinvivir. Siempre se les tuvo por algo locuelos, pero no les falta cordura para sentir una conspiración permanente.
Como Unai, otro fijo para Luis Enrique es Marcos Llorente. En el rancho del Servette, de volante, posición que le proyecta mejor que la de lateral. Tiene turbinas por gemelos y cuando va al asalto puede ser demoledor. El partido aún era plomizo cuando Ferran birló una pelota, Marcos tuvo más hueso que el valencianista Cömert y su asistencia delineada la acunó Sarabia a la red. A Llorente le falta temple, pero a campo abierto es un convoy por sí mismo. No le faltaron socios jabatos a Busquets. Llorente, claro, y, por supuesto, Gavi. A los 17 años, tan suelto va el sevillano que hasta juega con los cordones al viento. Nada de ataduras. Gavi para tocar; Gavi para combatir. No hay campo de minas del que huya, todo lo contrario. Tiene ojo con la pelota y mordisco sin ella. Se zurra con lusos, checos, suizos... Gavi no tiene miramientos con nadie.
Cambios sin efecto
Todo un tiempo hubo que esperar a que Suiza mostrara algo de mandíbula. Un sonajero tras los trastazos ante la República Checa (2-1) y Portugal (4-0). Nada extraordinario, pero algo más de pulso tuvo tras el descanso, al que se llegó sin más pisadas ante las porterías que el bingo de Sarabia y un cabezazo pifiado de Embolo. Tampoco acertó el delantero del Borussia Mönchengladbach cuando se anudó Unai fuera del área ya cerca del final. El remate del atacante local no tuvo picante.
La otra marcha de Suiza tampoco alteró demasiado el devenir del partido. A España, en la que como siempre sobresale el grupo por encima de los solistas, se limitó a una faena de aliño. No dio para más. Le faltó llegada, como es costumbre, pero esta vez se abrigó mejor, aunque no hay encuentro en el que no concede algún tiro que pueda ser terminal.
En esta Roja no hay grandes despuntes, por lo que en general sincroniza más o menos igual, para bien o para peor, con unos u otros. Los cambios ordenados por Luis Enrique no surtieron mayor efecto. Koke arropó a Busquets; Soler, otro llegador, se hizo cargo de la pista de Llorente, y Asensio y Dani Olmo revolotearon sin más en los sectores de Sarabia y Morata —bien de espaldas—. Con el mismo paso, sin grandilocuencias ni grandes estridencias, la selección visitante cerró la victoria con congoja final por un disparo de Sow que derivó en un saque de esquina que no consintió el árbitro, con prisa por bajar el telón. Como todos los españoles.
Un triunfo terapéutico para la Roja. Nunca viene mal. No son tiempos para lo versallesco ni hay mucho caladero para ello.
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