Rafa Nadal aprendió a convivir con el dolor
La lesión en el pie izquierdo ha fortalecido la mentalidad del tenista hasta ganar 22 Grand Slam
Cuando con Jaume Pujol-Galceran decidimos escribir la primera biografía autorizada de Rafael Nadal en 2007 (Crónica de un fenómeno), la familia del jugador manacorense nos prohibió que explicáramos con claridad la lesión que sufría desde los 15 años y que ha derivado en el Síndrome de Müller-Weis, que ahora le atenaza. Aquella lesión obligó al tenista a un replanteamiento de su carrera deportiva. Hasta el punto de que su padre, Sebastián, llegó a plantearle la posibilidad de abrirse camino en otros deportes menos exigentes a nivel físico, si era necesario.
En una conversación con uno de los podólogos más prestigiosos del mundo que trabajó con él, me comentó que podría seguir compitiendo unos cuantos años todavía. Entonces, Rafa había ganado tres títulos de los grandes y empezaba a diseñar una leyenda imparable. Rafa viajó a Estados Unidos, donde Nike le diseñó unas zapatillas especiales para evitar el dolor que sentía cada vez que forzaba su pie izquierdo. Aprendió a sufrir, a adaptar toda su musculatura a las nuevas condiciones que su físico le exigía. Y lo hizo.
Hasta el punto de convertirse en el tenista que, con 22, más títulos del Grand Slam ha ganado. Su carrera ha sido un calvario, plagado de lesiones en las rodillas y la espalda. Pero todo ello le ha servido para desarrollar una coraza defensiva contra el dolor. En 2009, tras disputar una durísima semifinal contra Fernando Verdasco en el Open de Australia, Nadal estaba destrozado. Con su tío y entrenador, Toni Nadal, se estaban planteando incluso el abandono antes de la final. “No puedo más”, le confesó a Toni. “A ver Rafa”, le contestó su tío. “Si ahora te apuntara con una pistola y te dijera que voy a disparar, ¿tú qué harías?”. “Salir corriendo”, respondió Rafa. “Pues eso es lo que debes hacer ahora, porque tienes la posibilidad de ser el primer español que gana en Melbourne”.
Salió y ganó a Roger Federer. Pero las palabras de Toni -un mentor indispensable- solo le empujaron a salir. Una vez en la final, fue su capacidad de sufrimiento lo que acabó dándole la victoria. Y haber tenido que lidiar tantas veces con la adversidad, haber debido superar tantas trabas, sentir el dolor tan cerca constantemente y, evidentemente, la calidad de su tenis es lo que le ha dado la fuerza mental que necesitaba para tener el ascendente que tuvo en sus duelos contra Federer y ahora contra el serbio Novak Djokovic.
Tras ganar a Ruud en la final de Roland Garros, todo el mundo estaba esperando cuál era el mensaje de Nadal. A los 36, podía cuestionarse su futuro. Pero, el manacorense anunció que mientras su cuerpo no dijera basta volvería. Y a las nuevas generaciones les costará ganar en París al menos el próximo año.
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