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TENIS | ROLAND GARROS
Columna
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Zverev y la peor de las pesadillas

El revés que se produce en un segundo se lleva por delante meses de trabajo, genera gran frustración y da cabida a nuevas inseguridades. Ojalá podamos volver a temerlo pronto

Zverev
Zverev, tendido tras lesionarse.YVES HERMAN (REUTERS)
Toni Nadal

En el partido de semifinales contra Alexander Zverev, Rafael saltó a la pista como favorito. Roland Garros y la Philippe Chatrier son su torneo y su pista talismán. Ha ganado 13 títulos en París y, para despejar las dudas que habían surgido debido a su lesión en el pie izquierdo, llegó de vencer en un extraordinario partido de cuartos a Novak Djokovic.

A pesar de todo esto, los que estamos dentro del mundo del tenis sabíamos que el encuentro del viernes era muy complicado. No había que olvidar que el alemán llegaba, también, cargado de buenas sensaciones y con mucha moral.

Después de no haber sido capaz de hacerle frente a Carlos Alcaraz en la final de Madrid hace apenas tres semanas, en el partido que volvió a enfrentarlos el martes se desquitó y se deshizo de un importante peso psicológico. Consiguió vencer al español en un partido de un gran nivel técnico y con una gran consistencia mental, que es la que ha sido en ocasiones su punto más débil. El hecho de haber aguantado con firmeza situaciones sumamente difíciles, sin ceder ni un ápice de fortaleza, lo convertía en un claro aspirante no solo a la final, sino, también, a levantar el trofeo en su segunda final de un Grand Slam.

Éramos conscientes, además, de que el actual número tres tiene un saque excelente y uno de los mejores reveses del circuito. Imagino que antes de salir a la pista, Rafael tendría ciertas dudas sobre si atacar con su golpe cruzado hacia el revés de su contrincante o no. Se entiende que quizás es mejor atacarle un poco más por el centro, con la intención de no facilitarle su izquierda paralela o cruzada, ambas letales.

El lluvioso día en la ciudad de París tampoco constituía el escenario más alentador. El partido se jugó, de hecho, con el techo cerrado y con una humedad muy elevada. Eso hizo que la bola se pusiera muy pesada y que cogiera mucha menos altura.

Se confirmaron todos los presagios: que intuíamos: un partido de gran dificultad y de ajustado marcador. Superados los momentos dubitativos de Rafael en los primeros juegos del primer set, entramos en una dinámica mucho más emocionante. Costó mucho cerrar la primera manga, que se resolvió en otra apasionante remontada de mi sobrino.

El segundo set estuvo marcado por la misma tónica. Tenis de altísimo nivel, intercambios profundos, golpes magistrales, marcador ajustado, dificultad para que ninguno de los dos pudiera cerrarlo sin tener que jugárselo en la muerte súbita. Y quiso la fatalidad que, precisamente en la bola del 6-6, una tremenda torcedura de tobillo impidiera al gran jugador alemán luchar por sus evidentes probabilidades. Sufrir una lesión en un momento de juego tan álgido y a las puertas de la oportunidad más deseada es la peor de las pesadillas para cualquier deportista. El revés que se produce en un segundo se lleva por delante meses de trabajo, genera gran frustración y da cabida a nuevas inseguridades.

Comparto la decepción y la tristeza de tantos aficionados y espero que la lesión no sea grave. Ojalá muy pronto podamos volver a ver a Alexander en la pista y a temer que nos toque en suerte jugar contra él.

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