Solo el Madrid sabía que ganaría la Champions
El equipo de Ancelotti coronó en París un torneo que relata el carácter blanco
No hay equipo más fiable en la Copa de Europa que el Madrid. Juega con la convicción del que se siente campeón con independencia del rival y del campo, irreductible en el Bernabéu, escenario de las remontadas más insospechadas, y ganador habitual de las finales, también de la de París. Heroico ante el PSG, el Chelsea y el Manchester City, le ganó al Liverpool desde la más absoluta convencionalidad: un portero extraordinario, un excelente ejercicio defensivo y un gol oportunista de Vinicius.
Los analistas continuarán hablando del juego vigoroso del Liverpool y del sofisticado sistema de Klopp. Nada que ver con la normalidad que desprende Ancelotti y la naturalidad que muestra el Madrid. El fútbol de toda la vida, sin adjetivos ni lenguaje artificial, se remite al equipo del Bernabéu. Nadie lo resumió mejor que Courtois. “Ahora estoy en el lado bueno de la historia”, afirmó en la previa el arquero, protagonista del torneo junto a futbolistas anónimos que se dejan la vida por el Madrid, como Carvajal.
A la hora del inicio del partido, el único que estaba a punto era el Madrid. No se había preparado la organización ni la seguridad para afrontar la llegada de los hinchas del Liverpool, que se querían colar, y había muchas dudas sobre la alineación de Thiago porque no paraba de ir y venir al encuentro de Klopp. La demora en el inicio del encuentro acabó con la incertidumbre y el volante internacional español formó tal y como se había anunciado en Saint Denis. El Liverpool llegaba más desgastado e intranquilo a París y, sin embargo, una vez puesta la pelota en juego demostró que tenía más prisa que el Madrid.
Hay que tocar con mucha rapidez y finura para salir de la jungla del Liverpool, un equipo que se comprime muy bien para defender y que ataca desde la amplitud y la rapidez, los once futbolistas en movimiento continuo y orientados por Van Dijk. El dominio escénico de los ingleses descansa en el saber estar y hacer del paciente central neerlandés, un futbolista que aparentemente no se esfuerza en un colectivo que no para de correr, tan fiable en la recuperación como en la elaboración. Sincronizados los reds a partir de la jerarquía de Van Dijk, decisivo con y sin balón, en espacios reducidos o amplios, seguramente el mejor central de Europa.
No había más equipo en Saint Denis que el Liverpool. El ritmo inglés fracturó al Madrid, incapaz de jugar como una unidad, diseminado por la presión y refugiado en el área de Courtois. El portero y su poste derecho salvaron en los momentos de más apuro al equipo de Ancelotti. Nada nuevo en cualquier caso en el guion blanco de la Champions. El Madrid resiste hasta desesperar al contrario, aguarda sufridor su momento, busca con calma una jugada que le valga para resolver el partido, expectante sobre todo con los pases filtrados de Modric, los desmarques de Vinicius y las maniobras de Benzema.
El ariete compareció en el minuto 43 y batió a Alisson después de que el portero y Konaté se hicieran un lío y habilitaran el tiro del delantero previa intervención de Valverde y Fabinho. El árbitro consultó al VAR y sin que se supiera el motivo no dio gol del Madrid. La montonera que se armó delató el ataque de pánico que provocó la única llegada al área de Alisson después de una buena sesión de pases del equipo de Ancelotti. Todos los guardametas, los buenos y los malos —Karius, Donnarumma, Mendy o Ulreich— se vencen ante Benzema. Aunque medió el descanso, la acción cambio el tono del partido de Saint Denis.
Partido abierto
Anticipaba y tocaba más el Madrid y presionaba menos el Liverpool. El partido se abrió y los muchachos de Ancelotti encontraron la línea de pase en una salida de Carvajal rematada por Vinicius después del centro desde la derecha de Valverde.
El gol propició un tercer partido muy diferente de los dos anteriores: el Madrid aceptó defender fuerte y con ganas la ofensiva del Liverpool. No tienen los ingleses un ariete goleador, sino que se encomiendan al desequilibrio de Salah y a los centros de Trent Alexander-Arnold después de que no entrara en juego Luis Díaz. Tampoco tuvo nada que decir Firminho.
El Liverpool asumió con fatalidad que la final era del Madrid por más vueltas que le dieran al encuentro, aunque no pararan de poner centros ni de enfocar a Courtois, rendidos los titulares, los suplentes y Klopp. Nadie descifró el truco del Madrid, seguramente porque no lo tenía, sino que consistía en demostrar a los demás que estaban equivocados y que solo se lo habían creído los jugadores y Ancelotti. Únicamente los madridistas sabían que ganarían la Champions
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