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La Roma de Mourinho rompe la maldición europea al ganar la Conference League

Los giallorossi, que se impusieron al Feyenoord con un juego defensivo y un solitario gol, alzan un gran trofeo europeo por primera vez desde 1961 y consolidan el proyecto del portugués

Los jugadores de la Roma celebran su triunfo en la final de la Conference League.
Los jugadores de la Roma celebran su triunfo en la final de la Conference League.DPA vía Europa Press (Europa Press)
Daniel Verdú

José Mourinho es el mejor entrenador del mundo detectando el ambiente, descifrando los resortes del lugar donde trabaja. Y cuando llegó a Roma el pasado verano entendió dos cosas: el club llevaba demasiado tiempo sin levantar un copa, pero el equipo no tenía plantilla para aspirar a grandes hitos. Ambas premisas le hicieron concluir que la Conference League, una competición nueva sin apenas prestigio, sería la mejor plataforma para relanzar al equipo y para frenar la sangría de trofeos de su carrera. De este modo, la Roma, descolgada de los primeros puestos de la Serie A y exhibiendo un juego algo justo en recursos, armó un grupo compacto y logró colocarse en la primera final europea desde el año 1991, cuando el Inter le ganó la Copa de la UEFA. Este miércoles Mourinho volvió a hacer historia y le dio a los giallorossi la primera edición de la Conference League.

La fiesta en Roma será larga. La noche de la victoria hubo fuegos artificiales en el barrio de Testaccio celebración hasta la madrugada. Sonará el himno de Antonello Venditti durante días y, probablemente, se celebrará con los tifosi en el Circo Massimo, como la última vez que levantaron un scudetto. No digamos ya el cachondeo que circulará con los seguidores de la Lazio, que el miércoles se encomendaba a media docena de santos para que el Feyenoord evitase la euforia del vecino. Y está justificada. Porque el equipo ha vivido una travesía del desierto. El último título se levantó en 2008 y fue una Copa Italia. Para encontrar un título de liga hay que remontarse a 2001. Y si uno buscaba un trofeo con sabor europeo en las vitrinas de Trigoria, tenía que viajar hasta la Copa de Ferias conquistada en 1961. El triunfo del miércoles en Tirana contra el Feyenoord, con un solitario gol y un extraordinario alarde defensivo, es un chute de optimismo y euforia que el club necesitaba más que nunca.

El triunfo de la Roma también es una alegría para Italia, que no levantaba una copa europea desde hacía 12 años. Fue, precisamente, cuando el Inter de José Mourinho ganó la Champions League. Fue el último momento de gloria del fútbol transalpino y del entrenador portugués. Para el técnico es el quinto triunfo europeo, después de dos Champions y dos copas de la UEFA. El único entrenador que ha ganado los tres grandes torneos de las competiciones europeas. Y ayer, pocos minutos después de que el árbitro pitase el final y respondiendo a sus propios impulsos, levantó los tres dedos de la mano para recordarlo.

La Roma, un equipo demasiado acostumbrado a la derrota y a quemar proyectos a medio construir, es hoy un equipo en proceso de crecimiento. Mourinho obtiene con la Conference League un valioso crédito que le servirá para avanzar en el diseño del equipo que le gustaría tener. Esta temporada tuvo que conformarse con algunos fichajes -como el británico Abraham- y tantos despidos, como el de Pedro. Pero la base ha respondido, y jugadores como Zaniolo (que marcó ayer el solitario gol de la victoria) o Spinazzola, un extraordinario lateral que ha pasado toda la temporada en dique seco tras lesionarse en la Eurocopa, se convertirán en líderes del siguiente proyecto.

El club, propiedad de la familia estadounidense Friedkin, se encomendará ahora al portugués para continuar un cambio de rumbo que debería certificarse también con la aprobación del nuevo estadio que reclaman los aficionados desde hace años. De momento, el club celebró el título acordándose de todos. También de la ciudad que lleva su nombre -como diría Josep Lluís Núñez- y de los hinchas del Feyenoord, que en 2015 destrozaron la fuente de la Barcaccia de Bernini en la Piazza di Spagna. La misma que utilizó ayer la institución para su felicitación en redes sociales y para reivindicar su vínculo absoluto con la capital de Italia.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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