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Raúl Martínez, el ‘abuelo’ del taekwondo, gana la plata en el Europeo tras el luto de Tokio que le duró meses

A sus casi 32 años, el olímpico español llegó a preguntarse en otoño: “¿Qué hago yo aquí? ¿Para qué voy a seguir?”

Europeo de taekwondo
Raúl Martínez (de rojo) contra el croata Ivan Sapina en la final de -87kg del Europeo de taekwondo. (RFET)
Eleonora Giovio

El lunes, 24 horas antes de coger el avión rumbo a Mánchester para el Europeo de taekwondo, Raúl Martínez cogía el teléfono después del último entrenamiento de la tarde. “Aquí seguimos, en la pelea, nunca hay que darme por muerto…”. Este viernes, Martínez, a punto de cumplir 32 años, edad a la que no suelen llegar los taekwondistas -por los golpes y los dolores en las articulaciones, machadas en los combates- ha ganado la plata en la categoría de -87 kg. Era oro hasta cinco segundos antes de que acabara el tercer asalto, pero empató (11-11) el croata Ivan Sapina, diez años menor que él, y la medalla se decidió en el punto de oro. Se impuso el croata por registros: es decir, las veces que tocas el peto y el casco del rival, pero sin la potencia suficiente para que marque el punto.

Martínez entró al tatami con una sonrisa parecida a la de Adriana Cerezo en Tokio, la de la serenidad y de la tranquilidad. La plata -su mejor resultado en categoría senior- la ha conseguido con la única expectativa de encontrarse bien y competir. Lo ha logrado tras un largo periodo de reflexión y duelo, el que le supuso caer eliminado en octavos de final en los Juegos de Tokio. Lo ha hecho tras haberse llegado incluso a preguntar si merecía la pena seguir. A su edad.

Así lo explica él, el capi, el abuelo, como le llaman en el grupo de la selección, con la serenidad de haberse vuelto a reencontrar. “Fue duro. Mi cabeza llegaba solo a los Juegos de Tokio, lo di todo durante cuatro años para estar allí, y la sensación que tuve es que no tenía previsto lo que venía después de un resultado que no era el esperado. ¿Ostras, y ahora qué?”. No había plan B. Por no haber, no había ni planeado ni las vacaciones del verano de los Juegos. Solamente era Tokio, los Juegos, Tokio, los Juegos. “No tenía plan b, también es que a mi edad… no tenía pensado que iba a pasar después, mi cabeza solamente llegaba hasta ese momento y siempre esperando un buen resultado”.

Y cuando no llega, como en su caso, todos desconocen qué pasa en la cabeza de un deportista de élite y más en la de alguien de los (mal) llamados deportes minoritarios. Porque, apagado el foco de atención mediática de los Juegos, se suele apagar todo lo que sobreviene. Martínez cuenta que se reencontró a sí mismo apoyándose en los suyos, en su mujer y en sus padres, que este viernes estaban en las gradas del Manchester Arena. Y admite, pidiendo perdón por si suena cursi, que no llegó a sentir rechazo por el taekwondo, pero que fue como procesar un luto.

“Las primeras semanas no quería saber nada del taekwondo ni de deporte, y no quería ver a mucha gente porque lógicamente querían hablar de eso y yo no estaba todavía preparado para hacerlo. Porque ni sabía lo que había pasado, ni lo que pasaría después. Después empiezas a analizar los errores [del combate de los Juegos, en categoría -80kg], sientes impotencia, rabia. Vas atravesando por todo tipo de sensaciones y emociones. Es como un luto, porque te ha tocado lo que llevas haciendo y cuidando toda la vida”.

Y quizás el peor momento, fue cuando hubo que volver al tatami, empezar la temporada, hacerlo con 31 años y rodeado de jovencitos a los que ha cuidado y hecho crecer día sí y otro también. Como a Adrián Vicente, que este viernes ha conseguido el bronce en -58kg. Miguel Ángel Herranz, su técnico y responsable de la selección masculina, le dio a Raúl su tiempo. Le concedió más vacaciones que a los demás. “Empecé a entrenar y pensaba: ¿para qué? ¿Para qué voy a seguir? ¿Qué hago aquí? Ahí influyó mucho Maikel [Herranz] porque me dejó desconectar, pero no me dejó desconectarme. Me dio mi espacio, me dijo que aunque fuera un competidor mayor no me veía dejando el taekwondo”.

Finalmente no lo dejó. Pensó que todavía tenía “cositas que dar”. Y se lo tomó de otra manera. Empezó a competir en el peso superior a su categoría -87kg (que no es peso olímpico) y así no tener que perder kilos para competir en -80kg. “El objetivo era volver a entrenar. Poco a poco, sin grandes planes. En el Open de París y Bosnia [en noviembre] resulta que, sin estar en un gran estado de forma, saco oro y plata. Fue importante a nivel personal, para estar donde estoy hoy”. Subido al podio de un Europeo que en otoño ni siquiera pasaba por su cabeza. “Ni el Europeo, ni tan siquiera el 2022. Únicamente pensaba en 2021, en volver a sentirme competitivo porque no quería dejarlo con el mal sabor de boca de Tokio”.

Y así acudió a Manchester. Confiesa que cambiar de categoría fue el reto que le ha ayudado a mantenerse enchufado. Contaba el lunes que el rival que había que vigilar era, precisamente, Sapina. “Cuando no me planteo nada, llegan los mejores resultados. A Mánchester voy así, a competir y luego ya veremos…”. El ya veremos es una medalla que no tenía en su palmarés y la que más feliz le ha hecho, por como ha llegado. ¿París 2024? “Cuando inicio un ciclo nunca lo inicio pensando en los Juegos. Mi consciencia no lo piensa, pero sí mi subconsciente…”.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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