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Comienza en Budapest el Giro de Italia del choque generacional

Sin un favorito claro, la ronda ciclista parte este viernes de la capital húngara, inicio de una colección de clásicas de un día para Carapaz, Yates, Valverde, Nibali, Van der Poel, Girmay, Landa…

Carlos Arribas
Giro de Italia 2022
La plaza de los Héroes de Budapest, tomada por el Giro durante la presentación del miércoles.Tibor Illyes (EFE)

Como la energía, las estatuas de los héroes de la gran plaza de Pest ni se crean ni se destruyen, se transforman junto a las siete columnas de las siete tribus de Hungría, héroes un día, traidores el siguiente, según sean los Habsburgo los que ocupan el castillo, los soviéticos, los antisoviéticos, los que toque, según sea 1890, 1919, 1945, 1956 o 2022. No como en el ciclismo, no como en el Giro, carrera casi tan antigua como la plaza. Los héroes del Giro nacen y perduran, permanecen y se veneran, entre exclamaciones generación tras generación: ¡Coppi, Bartali, Magni, Gimondi, Merckx, Indurain, Pantani! Tras ellos, persiguiendo su huella, buscan su misma inmortalidad los ciclistas que llegan, los que este viernes (12.00, Eurosport) partirán de la plaza de piedra y monumentos teñida de rosa y se lanzarán por la avenida Andrássy de Budapest, su perspectiva tan recta hacia el Danubio y sus botellones nocturnos en barcos de turistas y despedidas de soltero, Buda y la colina de Gellért, y más lejos, hacia la cuesta que lleva al castillo de Visegrád, y allí pelearán.

Comienza el 105º Giro, la 14ª ocasión en la que la más que centenaria corsa rosa parte fuera de Italia –y no la más exótica, pues el Giro ya salió de Jerusalén y, en los años en los que se desdeñaban más aún las fronteras y las distancias, a punto estuvo de salir de Washington-, y, gentileza de las modas que se llevan, de los ciclistas que llegan, no hay quien no quiera ver sus 21 etapas no como los episodios de una sola narración que poco a poco crece en tensión, personajes, misterio, y se resuelve en la última secuencia del último capítulo, sino como una sucesión de 21 clásicas de un día, los mismos protagonistas partiendo de cero cada día, y actuando como si no hubiera habido ayer, como si no hubiera mañana, y solo la enumeración del casting de actores basta para demostrar la verdad de la proposición, y le añaden otro componente: será eso y algo más, un choque generacional cotidiano, y cultural.

Pelearán los muy viejos, Valverde y Nibali, que cada día quieren protagonizar su propio último baile.

Se enfrentarán a los no tan jóvenes: el campeón olímpico Carapaz, el rey de la imprevisibilidad, qué miedo; Bardet, quien harto de tanta introspección a la que le conducía la obsesión por ganar el Tour, se siente liberado y habla de cómo desprecia el miedo al fracaso; Simon Yates, un día gana, el siguiente se derrite, huye de la regularidad, es su afán, y el Etna del cuarto día en su cuaderno de caza; Tom Dumoulin, quien quiere aprender a conocerse después de haber llegado a la conclusión, y una maglia rosa ya en su armario, de que no sabía quién era, de que le aburría ser ciclista, y, dice, se ha reseteado, parte de cero; Landa, coleccionista impenitente de cimas míticas y de acciones épicas, y Superman López, una vida de extremos, el alma del escalador absoluto, el yo por encima de todo.

También actúan los hijos, la generación de la pandemia, y su príncipe al frente, Mathieu van der Poel, la ambición extrema, y el derroche permanente de energía aparentemente inagotable: fue amarillo en su primer Tour, lo que no pudo ser su abuelo, Poulidor; será rosa en el Giro, su primer Giro. João Almeida, clínico, portugués frío, y la inteligencia del enamorado que persigue esperando, y Giulio Ciccone, el esperado, el escalador de los Abruzos al que el Giro le dedica el Blockhaus de la Majella el noveno día.

Y Biniam Girmay, joven africano que hace veteranos a los demás jóvenes, y llega de Asmara, la pequeña Roma de Eritrea, en cuyas calles dejaron sus bicicletas los italianos que huyeron y murieron cuando se hundió el ridículo imperio africano que quiso erigir Mussolini. Tiene 22 años y actúa como el predestinado que es, pues de niño su padre le contaba los cuentos de un niño africano que conquista Italia montando una bicicleta, su vida, y derrota al sprint a los inventores de la volata, vence sobre los adoquines que desconoce a los mismos belgas que alfombran Flandes con ellos.

Así volarán el lunes del lago Balatón, las orillas en las que los húngaros meriendan gulasch los domingos, a Catania, a la sombra del Etna, y, cruzado el estrecho de Messina, con la aprobación de Fata Morgana, empezarán a trepar por la bota hacia el norte, escalarán los Abruzos y su Blockhaus, y llegarán la última semana de mayo a los Dolomitas, al Mortirolo, el Valico de Santa Cristina, el Pordoi, la Marmolada, los lugares de los héroes, ¡Coppi, Bartali, Merckx, Indurain, Pantani!, y acabarán en Verona el 29 de mayo, y tras la contrarreloj que termina en la Arena de tantas óperas, echarán cuentas: sumará cada uno el tiempo de cada una de sus clásicas y decidirán quién se lleva el gran trofeo a casa, y antes de empezar todos recuerdan que Carapaz, y físicamente cada día se parece más al peleón Chiappucci, ya ganó un Giro allí, en la Arena de Verona, y que justo ese día, 29 de mayo, cumplirá 29 años. Y jóvenes hermosos le cubrirán de flores.

Desde San Marino en el 65, esta es la 14ª salida foránea

Como todo el mundo sabe Budapest es la capital de Italia, dicen en broma los puristas irónicos, que no, que no son Berlanga y no creen en el imperio austrohúngaro, sino que quieren destacar la contradicción de que una expresión tan pura del carácter nacional como es una gran vuelta, parta de lugares lejanos, distantes de sus fronteras. Tarea vana.

No solo el Giro encuentra buena financiación para sus salidas en el extranjero este 2022: la Vuelta partirá de Utrecht, en los Países Bajos, y el Tour saldrá de Copenhague, la capital de Dinamarca,

Para el Giro, que tímidamente partió por primera vez desde el extranjero en 1965, y lo hizo desde la República de San Marino, en el corazón de su península, es la de Budapest la 14ª salida foránea, y no la más exótica. La capital del Danubio pierde en esa categoría ante Jerusalén, lugar de partida en 2018, y homenaje al gran Gino Bartali, el ciclista florentino amigo del Vaticano, justo entre las naciones, que a tantos judíos salvó clandestinamente durante la Segunda Guerra Mundial en Asís. Y aun Jerusalén habría perdido en lejanía y complicaciones con la salida prevista para 2012 por Angelo Zomegnan, visionario y organizador del Giro, que estuvo a punto de lograr una salida desde Washington DC, desde la Casa Blanca de Barack Obama. La crisis se llevó por delante a Zomegnan y sus sueños yanquis, y los muy viejos nostálgicos prefieren recordar la salida de Montecarlo en el 66, y a Grace Kelly, actriz y princesa, entre los ciclistas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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