Mikel Landa, ante el Giro de Italia: “Lo intentaré siempre aunque sepa que me voy a dar de morros contra una pared”
Entrevista con el ciclista que ha hecho de la épica su razón de ser y lidera las esperanzas españolas en el Giro de Italia, que comienza el viernes: “Formar parte de las leyendas es más bonito que nada”
Quizás sea ese el único sueño por el que merece la pena dormir, el del niño al que el abuelo o el padre han contado al acostarle una leyenda, la historia de un ciclista, tal vez, y el niño se despierta años más tarde, cuando ya es un joven fuerte y hambriento y descubre que él mismo es el protagonista de las leyendas, de las historias y aventuras que le contaban, que son las que otros padres, otros abuelos, les cuentan ahora a otros niños que, como él ha hecho, crecerán soñando. “Las leyendas, las historias que quedan escritas en el ciclismo, que se van contando de generación en generación, de cuadrilla de amigos en cuadrilla de amigos... Eso es el ciclismo”, dice Mikel Landa, que acaba de cumplir 32 años, lleva ya más de 10 en el ciclismo profesional y se siente cada vez más diferente de los demás, más parte de otro mundo. “Formar parte de eso es mucho más bonito”. Cuando se cuentan los éxitos del ciclista de Murgia (Álava) no merece la pena citar número de etapas o de carreras ganadas o de grandes podios, sino, mejor, mucho mejor, enumerar, el nombre de las cimas conquistadas, las victorias en las montañas, privilegio de escalador, Lagunas de Neila, Monte Bondone, Madonna di Campiglio, Stelvio, Mortirolo, Aia, Cortals d’Encamp, Garrastatxu, Anras, Piancavallo, Sassotetto, Picón Blanco... Esa es una característica del llamado landismo, la doctrina ciclista que considera al ciclista alavés como un corredor único, un poeta sobre la bici, cuyos méritos no pueden medirse con la misma vara realista, estúpida, con que se valora a la mayoría. Su reino no es de este mundo, se podría decir, es tan reconocible como admirable es su estilo, la elegancia suprema cuando levanta el culo, baja las manos y ataca, el cuerpo inmóvil mientras las piernas ejecutan como a cámara lenta el esfuerzo más violento que le despega del pelotón, de los demás que, boquiabiertos no pueden sino dejarle marchar, y la misma pose, inmutable, acompaña muchas veces, solo momentos después, el final de su aventura, su rendición, su regreso con la masa. Desde el viernes 6 hasta el domingo 29, de Budapest a Verona, será protagonista en el Giro de Italia.
Pregunta. Es, quizás, el ciclista con un estilo más distinguido, el único que da nombre a una doctrina. ¿El landismo tiene sentido aún?
Respuesta. Me ha tocado compartir pelotón con grandes corredores que han dominado en grandes vueltas, como Contador, Froome, y ahora han aparecido otros jóvenes que me hacen pasar a un segundo escalón... La única forma que tengo de intentar sorprender es esa, tengo que ser combativo, agresivo e intentarlo, sobre todo, aunque no se consiga, aunque sepa que me voy a dar de morros contra una pared... Hay que intentarlo siempre, porque, al final, es mi forma de correr...
P. ¿Cómo se siente con los chavales que llegan, la llamada generación de la pandemia, que parece querer cambiarlo todo?
R. Ha cambiado mucho el pelotón, ha cambiado mucho... Los jóvenes están más pendientes de los vatios, de la aerodinámica, de los números, Strava, el trianingpeak, tecnologías, redes... Es otra generación que quizás ha llegado al ciclismo por razones diferentes a las que hemos llegado los demás. Les ha enganchado otra faceta del ciclismo más tecnológica y menos épica...
P. ¿Usted es épico? Tiene que ser especial haber oído leyendas y luego pasar usted a ser parte de las leyendas...
R. Sí, por supuesto... Los datos de Strava se olvidan pronto, y permanecen las leyendas, las historias que quedan escritas en el ciclismo, que se van contando de generación en generación, de cuadrilla de amigos en cuadrilla de amigos... Formar parte de eso es mucho más bonito.
P. Sin ellas, ¿qué se haría los inviernos en los txokos después de las chuletas?
R. Eso es, eso es, material para las sociedades. Pero hay que pensar también en la tecnología... Todo ha cambiado.
P. Después de la caída de Alaphilippe en la Lieja, Bardet, uno de su generación, alertaba del exceso de individualismo que percibía en el pelotón…
R. Sí, sí, eso está claro. A veces no somos conscientes de lo que dejas detrás cuando cierras a alguien para pasar tú primero... Eso... O simplemente cuando echas un botellín que puede volver a la carretera... Hay muchos gestos que son individualistas y pueden ocasionar desastres y caídas, repercutir en alguien negativamente...
P. ¿También influye en las caídas el riesgo de los nuevos materiales, de los neumáticos, la cantinela de que en los descensos hay que atacar…?
R. Sí, un poco, sí. Está claro que está habiendo una revolución con el tema de los neumáticos. Hay muchas opciones y todavía estamos en una fase experimental, digamos, y de vez en cuando hay sorpresas, patinazos, reventones... Sí, estamos en un periodo un poco de prueba... Se baja tan, tan rápido que hay poco margen de maniobra. Si tienes un susto es difícil corregir, aunque seas el as de las trazadas.
P. ¿Se puede huir del riesgo?
R. No siempre. Hay momentos en los que hay que jugársela... Me tocó a mí en Tirreno este año cuando se cayó Enric Mas... Ahí veía claro que ganaba una posición, y si dejaba a Richi Porte me metía en el podio... Ahí tuve que arriesgar mucho, pero hay otros momentos que tienes que pensar un poco más a la larga y valorar si merece la pena.
P. Está siendo un año ciclista extraño. Ha habido epidemia de virus en el pelotón y muchos corredores han sufrido más de lo que pensaban los efectos de la covid, pero para usted está siendo un año regular…
R. En Tirreno estuve bien [terminó tercero, tras Pogacar y Vingegaard, los dos primeros clasificados del último Tour también]. Quería hacer allí un pico de forma y sí, y luego, de cara al Giro, he ido un poco más en progresión y darme los últimos apretones en carrera. En Alpes, he apoyado a Pello Bilbao, porque estaba muy bien y podía ganar la carrera, y ataqué en Lieja, que es una carrera que cada vez se controla más hasta el final y se decide en la última cota, la Roche aux Faucons, y quería sorprender un poco de lejos, pero era difícil que se animase alguien a acompañarme...
P. Ha corrido seis Giros, ha ganado tres etapas, una vez ha quedado tercero, otra cuarto, dos veces ha abandonado, otra se ha caído. Llega al séptimo y, como siempre, le acompaña la duda de muchos. ¿Está en juego no Landa, sino el landismo, su prestigio?
R. Jejeje... Pues sí, no sé... Siempre nos plantamos en la salida diciendo será este Giro ya o puede que sea la última oportunidad, jejejeje... Pero estoy con muchas ganas de empezar. Tengo confianza, buena condición y, sobre todo, ganas de hacer una buena carrera y de poder disfrutarla.
P. Se habla de un Giro abierto, sin un favorito absoluto, sin el último ganador, Bernal, sin el dúo esloveno Roglic-Pogacar que lo ganan todo, y de un Giro con muy poca contrarreloj y mucha montaña… ¿Podría haber algo mejor para usted?
R. Sí, sí. Vamos a plantear una carrera con la aspiración de poder ganar. Desde 2015 no he vuelto a estar en un podio... El año pasado no terminé ni una grande, pero este año he visto que puedo volver a estar, y vamos a plantear una carrera para pelear la general.
P. De su Bahrein, cuando se retiró el año pasado, surgió Caruso, que terminó segundo. Este año también estará Pello Bilbao, que rozó el podio hace dos años… ¿Va como líder único?
R. Bueno... La carrera irá marcando. Yo no tengo ningún problema en compartir. La carrera irá decidiendo si hay que apostar por Pello, por mí, por quien sea...
P. Carapaz, a quien usted ayudó a ganar el Giro del 19, es el nombre que más suena, y Simon Yates…
R. Yo también les veo a ellos un poquito por encima del resto. Tanto a Simon como Carapaz. Pero no me quiero olvidar de Superman López, de Hindley, y otros que pueden aparecer por ahí, como Sosa, y no sé cómo estará Nibali...
P. ¿Valverde?
R. Valverde no estará pensando en la general... Creo, ¿eh? No lo sé.
P. Pero le cuesta no levantar el pie…
R. Claro, no es un corredor al que no le vas a dejar escapar tan fácil. Hasta que no tenga un mal día, siempre le tendremos atado en corto.
P. ¿Con todas las experiencias que ha vivido, aún cree que dejará más huella con su firma en puertos míticos o con regularidad en la lucha por la general del Giro, regresar al podio?
R. Creo que necesito volver a estar ahí, en el top 5... Desde el 2015 he estado en el top 5 o top 10, de todas las grandes que he corrido [dos cuartos, un sexto, un séptimo en el Tour, un cuarto en el Giro], y necesito eso para seguir mi línea, pero también me gustaría ser combativo y volver a ganar alguna etapa...
P. ¿Y conseguir, por ejemplo, que en la reunión táctica todos los equipos rivales los días de montaña el jefe diga, “y atentos a Landa, ¿eh?”
R. Sí, jeje, eso es... Y que los amigos, la familia, estén en tensión porque puedes pelearla...
P. Madonna, Mortirolo, Stelvio, Bondone... Ya tiene en su lista nombres míticos de Italia, pero supongo que le encantaría añadir otros este año... Etna, Blockhaus, Marmolada...
R. Al Blockhaus le tengo muchas ganas porque es justo la etapa en la que me caí en 2017 [junto a Thomas, que abandonó: ganó la etapa Nairo y el Giro Dumoulin con exhibiciones de Landa en el Stelvio y victoria en Piancavallo, otra cima Pantani] y condicionó bastante mi Giro, y luego la última, con Pordoi, cima Coppi, y Marmolada, y la de Aprica con el Valico de Santa Cristina [y el Mortirolo por su lado suave]. Esa etapa me recuerda a otros Giros del pasado y, la verdad, la tengo muy guardada...
P. Su Mortirolo del Giro de Contador...
R. Eso es, jeje, eso es...
P. Y el final de etapa en el lago Fedaia, a más de 2.000 metros, en el corazón de los Dolomitas, bajo el glaciar que se derrite de la Marmolada, la recta interminable de Malga Ciapela en cabeza, las marmotas…
R. Dejar ahí el nombre escrito, uff... Eso queda para siempre. Es bonito, bonito... No lo he subido nunca pero me lo sé muy bien...
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