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alienación indebida
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Todo estaba perdido

No sé cuánto hay de épica, de milagro, de estadística o de opereta en esta serie de remontadas berlanguianas del Madrid

Aficionados del Madrid celebran el pase a la final de la Champions en el Bernabéu.
Aficionados del Madrid celebran el pase a la final de la Champions en el Bernabéu.ISABEL INFANTES (REUTERS)
Rafa Cabeleira

Supongo que todo se resume en ese momento concreto en que la repetición desvelaba el pie de Thibaut Courtois desviando un tiro cruzado de Grealish que debería haber puesto el 0-2 en el marcador, penúltimo clavo en un ataúd que el Madrid utiliza a modo de cama hiperbárica para reírse de la muerte y el resto del mundo. Mi padre, que sabe más de la vida que cualquier otra persona que conozca, se levantó del sofá, le colocó el arnés a la perra y se la llevó a pasear. “Está todo perdido”, dijo. Y se marchó con esa cara de resignación que los antimadridistas viejos ejecutan preventivamente, mucho antes de que el drama se consolide o incluso se vislumbre.

Me pareció excesivo pero preocupante. Con los años he aprendido que los padres tienen razón incluso cuando no parecen tenerla, desprovistos de cualquier tentación que no sea la de vivir otro día para contarlo, para demostrarte con hechos que la vida no es tanto lo que tú crees como lo que él sabe. Volvió a los pocos minutos, con el animal en el brazo y el 2-1 en el marcador, tan seguro de lo sucedido que ni siquiera necesitó mirar al televisor para adivinar el resultado. “¿Por qué tienes esa cara?”, me preguntó. “¿Es que no escuchas cuando te hablo?”. Lo dijo decepcionado de veras, como tantas otras veces y por motivos tan diversos que no vienen al caso, salvo para ahondar en su infalibilidad frente a mis humos de leña verde. “Y ahora, en la prórroga, penalti de Benzema y a dormir”. Solo le faltó adivinar por dónde lo iba a lanzar y dibujarme una equis en la frente. Pepa, la perrita, ya se había subido al sofá y escondido la cabeza entre los cojines: también ella parecía entender lo que a mí todavía me resulta inconcebible.

Ya no sé cuánto hay de épica, de milagro, de estadística o de opereta en esta serie de remontadas berlanguianas del Madrid. Ni siquiera me interesa, más allá de no perder la fe en un deporte que debería ceñirse a una cierta lógica o, al menos, a una lógica mínima. ¿Qué nos queda si nada importa cuando toca a rebato el Real? Imposible no acordarse de aquella famosa frase de Alfredo Relaño sobre el baloncesto, un deporte en el que nada importa hasta los últimos dos minutos de partido y que ahora, de la manera más inesperada, se le vuelve en contra por culpa del rey del fútbol, que es el Madrid a caballo y vestido como Napoleón.

Dios me miró y dijo: hoy es tu día”, confesó Rodrygo Goes al final del partido: acabáramos. Quienes siempre hemos creído en la teoría de que Dios es madridista, ahora debemos lidiar con la certeza de saberlo enrolado —y sin contrato— en el extenso cuerpo técnico de Carlo Ancelotti, un italiano que ha pintado otra Capilla Sixtina con humo de habanos y una ceja que no para quieta, como su equipo cuando terminan los noventa cuartos y empiezan las campanadas. ¿Cómo soportar a un equipo que parece estar despidiendo el año cada 15 días? “Mañana me doy de baja de Movistar”, dijo el viejo en cuanto Orsato pitó el final del partido. Y es probable que apartar la mirada no solucione gran cosa, pero al menos es un comienzo. También la enésima lección de un hombre que se compró un perro para no tener que repetir una y otra vez la misma cosa: efectivamente, todo estaba perdido.

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