Real Madrid, un campeón de Liga muy campeón
El Real Madrid logra su 35ª Liga tras golear al Espanyol y sellar su abrumadora superioridad en un torneo gobernado por Courtois, Modric, Benzema y Vinicius con la decisiva tutela de Ancelotti
Hay campeones muy campeones, caso de este Real Madrid que levantó su 35º título liguero. Lo hizo frente a un Espanyol limitado a su papel de telonero en la gran fiesta blanca. Al fin y al cabo, no hay victoria más repetida en la centenaria historia de la Liga que la del Real Madrid frente a los pericos.
Ancelotti recurrió a varios reclutas del camión escoba. Del equipo fetén, solo se alistaron de inicio Courtois, Casemiro —central postizo— y Modric —segundo delantero tras Mariano—. Suficiente para mandar al garete al Espanyol, que apenas chapoteó por Chamartín y anticipó la serie de paseíllos que le esperan al Madrid (¿el próximo en el Metropolitano?). Ni siquiera cuando el Real Madrid cerró el partido con Camavinga y Vallejo de centrales tuvo dictado el cuadro de Vicente Moreno.
Sin mucha marcha, en una sobremesa veraniega, al Madrid le bastó con la percha goleadora de Rodrygo, la camaradería de un gran Ceballos y el entusiasmo juvenil de Modric y Marcelo, en su ocaso aclamado por la hinchada en un día infinito para el capitán brasileño. La fecha en la que sumó su 24º título con el Madrid, tantos como Gento, plusmarquista local, al que el club le concede oficialmente el mismo número de coronas.
Un Real absolutista que controló el torneo con puño de hierro. Tal ha sido su supremacía que se ha perpetuado como líder desde la tercera jornada. No siempre fue un Madrid redondo, pero no hubo adversario que le hiciera sombra. Y en las áreas nadie fue tan rotundo: la Liga de Courtois y Benzema. Entre ellos, el nexo de Modric, jugador consagrado que no se abanica con 36 años, sino que temporada a temporada rebosa talento y corazón. Con dos años menos, Benzema es el heredero de Messi y Cristiano. La bandera de la Liga. Su cuarto tanto al Espanyol supuso su 26º en el campeonato local, 42 en total. Un delantero telescópico hoy convertido en un chacal de primera categoría.
Al portero belga, un dique, le escoltaron con firmeza Militão y Alaba. El croata ya está más que familiarizado con sus eternos colegas Casemiro y Kroos. Y con Benzema, principal divisa en la Liga y en Europa, de largo el balón de oro de este curso. El canonizado jugador francés ha pasado de ser el mejor ilustrador de Cristiano al impagable tutor de Vinicius, un jugador que ya no juega al solitario. La sociedad Benzema-Vinicius no tiene hoy réplica en el universo fútbol. Una pareja feliz tras solventar ciertas desavenencias lógicas por el choque generacional. Benzema, que es por sí mismo un simposio de fútbol, dio con un alumno aventajado. Con Benzema al frente, Vinicius ya no es una real promesa, sino un real jugadorazo.
Con ellos, Carvajal, Lucas Vázquez, Mendy, Camavinga, Valverde, Rodrygo y Asensio. Ancelotti —primer técnico de la historia que se entroniza en las cinco grandes ligas (italiana, española, alemana, inglesa y francesa)— maniobró con tino con apenas 16 futbolistas. No hubo plan b y el Real no se quemó por el tortuoso camino. Incluso le ha alcanzado para abrochar la Liga con cuatro jornadas por disputar y transitar a dos partidos de un posible brindis por su 14ª Copa de Europa. De momento, por la Liga, copa en mano, tirando uno de cada asa, soplaron las velas los dos capitanes, Marcelo y Benzema, ambos con trono en el extraordinario panel de leyendas blancas.
La figura de Ancelotti, en la línea de esos entrenadores con padrinazgo que se encumbraron en el Madrid, ha resultado tan fundamental como en su día la de Luis Molowny, Vicente del Bosque y Zinedine Zidane. Campechano por naturaleza, la aplastante normalidad del italiano ha resultado balsámica al equipo. Nunca hubo grietas en la caseta. Ni mayores reproches de la grada, salvo por el 0-4 del clásico, un mal día del que se culpabilizó a la primera el propio preparador italiano. En un universo de narcisos, en el espumoso mundo de las celebridades futboleras, ni pirotecnia hubo con el absentista Bale —no estuvo ni en los festejos en el Bernabéu— y los males crónicos de Hazard, los dos nombres que remiten al Madrid de otras galaxias.
Esta vez el remangue gremial proyectó un equipo regular, que en los días chatos supo tirar de oficio. Y no siempre fue fácil en una institución que en ocasiones ha parecido perder apego a la Liga por su obsesión por la lírica de la Copa de Europa, el centro del escenario que le ha convertido en un club único. Por algo Zidane consideraba la Liga como caza mayor. Sabía que no hay empeño más complicado para un entrenador del Madrid que mantener la mecha durante nueve meses. “Trabajo, alegría y sacrificio”, dijo Marcelo, madridista enciclopédico que se las sabe todas.
Un Madrid muy campeón que mereció los honores de Rafa Nadal y La Cibeles. Casi nada.
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