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El homenaje más humano a Tiger Woods

El campeón de 15 grandes, siempre admirado por sus triunfos, recibe un tributo en cada hoyo por su regreso

Tiger, durante la ronda de este sábado.
Tiger, durante la ronda de este sábado.JUSTIN LANE (EFE)
Juan Morenilla

Austin tiene 24 años. Es autista. Y conservaba una ilusión especial: ver a Tiger Woods. Tommy Hicks, su padre, no dudó cuando supo que el Tigre disputaría el Masters de Augusta a los 46 años, 14 meses después de destrozarse la pierna derecha en un accidente de tráfico. Maletas, entradas y un viaje de tres horas y media en coche desde Winston-Salem, en Carolina del Norte, hasta Augusta, en el estado de Georgia. Ya en el campo, una parada en la tienda para comprar una gorra y al tee del uno para esperar al ídolo. “No me creo que estemos aquí viendo a Tiger”, cuenta el feliz padre junto al más feliz hijo. Sueño cumplido. El mito se hizo de carne y hueso entre una multitud que le sigue a cada paso en el Masters. Ovación al llegar al hoyo, aplausos al golpear, vítores al salir hacia la siguiente estación. Así durante cada hoyo. Cada día.

Este Masters de Augusta es el Masters de Tiger, al menos hasta que este domingo alguien herede la chaqueta verde de Hideki Matsuyama, ganador el pasado abril. Cada paso de Woods se ha convertido en un homenaje no solo al campeón de 15 grandes, sino sobre todo al atleta que después de cinco operaciones de espalda, cinco de rodilla y un accidente de tráfico que no le retira de milagro, ha vuelto (otra vez) de los infiernos para seguir compitiendo. Siempre admirado por sus triunfos, por golpes que parecían hechos para un anuncio de Nike, y temido por el resto de jugadores, la pleitesía que ahora recibe Tiger es otra. Lejos de la lucha por el triunfo, poco importará su posición, como poco importa si emboca o no el golpe. El reconocimiento es el mismo. Más humano. Se aplaude a la leyenda por todo lo que ha supuesto de revolución en el mundo del golf y se aplaude a la persona por todo lo que ha sufrido, y Tiger dice que su dolor nunca ha sido el como de ahora.

Todas las generaciones tienen su forma de admirar a Tiger. Unos por lo que vivieron, otros por lo que escucharon. “Para los jóvenes, Tiger es un héroe. Pero muchos lo han visto solo por la tele, o por youtube. Ahora pueden verlo en persona y por eso este Masters es tan emocionante. Es como si Michael Jordan volviera a jugar a los 46 años”, explica el escritor estadounidense Robert Lusetich, autor de uno de los muchos libros que hay sobre Tiger y que ha participado en un documental de HBO sobre Woods. “Y además, los aficionados saben que no va a durar siempre, que han estado a punto de no volver a verlo más en un campo de golf, y que no saben tampoco si esta será la última vez. Eso unido a la historia de superación de sus lesiones han convertido este momento en algo único”, añade Lusetich.

“Tengo mucha suerte de volver a jugar y de recibir este cariño de la gente. Hay electricidad en el ambiente. Para mí esto es como una victoria. Si vieran las fotos de cómo estaba mi pierna… no puedo explicar lo difícil que ha sido volver”, explica Tiger, que ahora debe sumergirse en hielo para reducir el dolor tras jugar: “Me he congelado hasta la muerte”.

El mito ha bajado del cielo y se ha iniciado una peregrinación para adorarle. No se sabe cuáles serán las siguientes etapas, ni cuál será la última, aunque la 150ª edición del Open Británico, en julio en la cuna de Saint Andrews (allí ganó en 2000 y 2005), es una parada fija. Mientras, la audiencia de la cadena ESPN subió un 20% en el inicio del Masters respecto al año anterior.

“Nadie es capaz de mover a las masas como él”, comenta Jon Rahm, uno de esos hijos de Tiger que creció con sus hazañas y que hoy disfruta de la revolución que el Tigre comenzó hace 25 años (cuando el vasco tenía dos) en el Masters del 97. “Todo lo que hoy tenemos es en buena parte por él. Gracias a eso, mis hijos y los hijos de mis hijos tienen la vida solucionada en lo económico”, admite Rahm, que suma casi 32 millones de dólares en ganancias en su carrera en el circuito americano.

En 1991, la media de ingresos en el PGA Tour era de 146.780 dólares por jugador al año (prácticamente lo que ahora percibe un 24º clasificado en el Masters, cuyo ganador se embolsará 2,7 millones). En 2021, la cifra media fue de 1.485.055. Es decir, la bolsa de premios se ha multiplicado por 10. Entre medias, el imperio de Tiger. Una era que poco a poco se agota.

Clasificación del Masters de Augusta.

TV: Movistar Golf. Domingo, de 18.00 a 0.30.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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