El Barcelona echa el cerrojo
Los azulgrana solo han encajado un gol en los últimos cinco partidos gracias a la presión y la organización defensiva con las líneas más juntas
En uno de los primeros encuentros con Xavi en el banquillo, ante el Villarreal en La Cerámica, el técnico azulgrana no entendía por qué Eric García —improvisado lateral derecho en ese partido— salía constantemente de sitio para seguir a Moi Gómez y dejaba su parcela a merced de las ascensiones del rival, por qué le seguía de forma individual y el equipo no hacía el trabajo de forma conjunta. Con los días, incluso en los entrenamientos, la situación se repitió para desconcierto del entrenador. “Estamos acostumbrados a eso porque es como lo hemos hecho en los últimos años”, le respondió al fin un peso pesado del vestuario. Por lo que Xavi trabajó a destajo con los vídeos y con ejercicios defensivos, quizá más tediosos para los jugadores pero constructivos para plasmar la idea de fútbol que quería transmitir.
“Un futbolista, si ve que lo que le ofreces ayuda y mejora, sea un fisio, una comida o un vídeo, lo hará de buena gana”, resuelven desde las oficinas de la Ciudad Deportiva. Pasados los meses, el Barça se ha reafirmado en su faceta goleadora como también ha logrado suturar los ataques rivales, ya que en los últimos cinco partidos solo ha encajado un gol y apenas le han creado ocasiones. Se da por varios motivos que esperan repetir ante el Eintracht de Frankfurt en la ida de los cuartos de la Liga Europa (21.00, Movistar).
Líneas juntas. “¡Juntos, juntos!”, se suele escuchar en los entrenamientos. También en la sala de vídeo. El cuerpo técnico exige que el equipo trabaje siempre en bloque y a poder ser arriba, por más que entiendan que en ocasiones la calidad del rival les haga recular. “Es que antes, muchas veces, se hacía la presión al hombre y se originaban bastantes desajustes”, expone un trabajador de La Masia. Cosa que, entre otros motivos, ocurría porque Messi no bajaba —”pero generaba mucho arriba, es otro plan”, conceden desde la Ciudad Deportiva—, por desidia o porque no se trabajaba.
Ahora, el equipo sabe que tiene que estar muy apretado, que debe bascular mucho hacia el lado del balón y que el poseedor de la pelota siempre tiene que estar presionado. Se trata de reducir los espacios de maniobra al rival para que jueguen corto —o largo y pierdan el balón—, para que tampoco tengan tiempo de pensar. “Cuanto menos espacio tienes atacando, peor eres porque tienes menos tiempo para tomar las decisiones”, resuelven desde el club.
Posesión con sentido. Decía Johan Cruyff —fuente del librillo del Barça y de Xavi— que con el balón en los pies el rival no te puede atacar. Quizá por eso Xavi siempre pedía las cifras de la posesión de su equipo en Qatar tras los partidos, manía que mantiene en el Barça pero de distinta forma. Más que nada porque allí era muy superior su equipo y en la Liga todo cuesta más, por lo que le ocupa saber qué han generado con la pelota en los pies, pues prioriza las ocasiones a tener el balón, por más que crea que lo uno va de la mano con lo otro.
El equipo responde, líder de posesión en la Liga con un 65% de media, seguido del Sevilla (60,2%) y el Madrid (60,1%). Aunque la clave, entiende Xavi, es que el equipo esté organizado con y sin balón porque si lo pierden no pueden estar fuera de sitio para que el rival no monte una contra definitiva. Por eso le obsesiona recuperar la pelota tras pérdida. Que los de arriba presionen y que los medios corten líneas de pase para desactivar al rival y volver a atacar.
Presión y resortes. Aunque hay obligaciones como hacer la presión alta y orientar al rival hacia las bandas, el plan varía porque depende de la hoja de ruta del partido, sobre todo de la calidad de los centrales para sacar el esférico. Pero la idea es presionar siempre arriba. Para ello, los centrales tienen que tirar la línea hacia delante y que los delanteros trabajen porque, si el rival supera la línea de presión, hay que reorganizarse de inmediato.
Dicen en el club que lo ideal es que nadie salte de sitio en la presión, pero Busquets decide en el campo, especialista en la cuestión. Un riesgo que asume el equipo porque el central ocupa su sitio y quedan tres para tres (o dos) en defensa. Del mismo modo, si el delantero contrario baja a recibir, el central debe seguirle porque no quieren que se gire con el balón controlado, siempre atento el otro central o lateral a cerrar el espacio creado. Y, si el punta no recibe, ya se oye a Xavi en la banda: “¡Volvemos a la posición!”. Porque el trabajo de la línea es esencial, porque el equilibrio se consigue estando juntos. De momento, al Barça le funciona.
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