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Zverev va más allá del límite

El alemán, expulsado de Acapulco por golpear con violencia la silla del árbitro, colecciona varios escándalos y numerosas voces reclaman una sanción ejemplar

Zverev, durante un partido de esta semana en el torneo de Acapulco. En vídeo, la agresión contra la silla del árbitro.
Alejandro Ciriza

Quizá fuera por la falta de sueño –se había acostado a las 7.30 de la mañana, después de haber resuelto el compromiso individual ante Jason Brooksby a las 4.55 de la madrugada, trasnoche récord en la historia del tenis–, o porque lo que ocurre en la trastienda personal –en 2019 su expareja denunció haber sufrido malos tratos y, luego, en 2020, otra exnovia anunció estar embarazada dos meses después de que terminara la relación– está pasándole factura y lo exterioriza con demasiada frecuencia tanto dentro como fuera de la pista; o, sencillamente, porque en esa mente más propia de un adolescente que del hombre que va a cumplir 25 años hay varios cables mal cruzados y no es la primera vez que protagoniza una salida de tono o un acto completamente fuera de lugar.

Sea cual sea la razón, los focos vuelven a apuntar a Alexander Zverev y no precisamente por su tenis o sus éxitos deportivos. Sospechoso habitual, reincidente y dado a los escándalos, el alemán, número tres del mundo, protagonizó ayer el último en Acapulco, donde después de perder en el dobles junto al brasileño Marcelo Melo (su mejor amigo en el circuito) cortocircuitó y lo pagó con el árbitro. “¡Es tu p… línea, eres un p… idiota!”, le había recriminado antes de la bochornosa secuencia final, en la que asestó hasta cuatro raquetazos a la base del juez de silla. Asustado, Alessandro Germani se vio obligado a bajar y a retirarse antes de tiempo ante la amenaza de que la historia pudiera ir a mayores, fuera de sí el tenista alemán.

“Las conductas antideportivas son inaceptables. Es una pena para el torneo y los aficionados, pero el reglamento es claro y se debe cumplir”, razonó el director del torneo, Raúl Zurutuza, cuando la organización ya había anunciado la expulsión inmediata del defensor del título en la modalidad individual. “Me he disculpado en privado con el árbitro porque mi estallido fue erróneo e inaceptable. Siempre lo doy todo en la pista. Ayer di demasiado. Voy a reflexionar”, se disculpó Zverev después, mientras el escocés Andy Murray deslizaba desde Dubái que su compañero se había pasado de la raya: “Fue peligroso e imprudente. Yo no he actuado siempre como me gustaría ni pretendo ser un ángel; sin embargo, no se puede hacer lo que él ha hecho”.

En Acapulco, Rafael Nadal abundó después de rematar su mejor inicio de temporada, al enlazar 12 triunfos consecutivos. “Es un acto desafortunado y creo que él es consciente de ello”, afirmó el balear (6-0 y 6-3 a Stefan Kozlov). “Espero que esto le sirva de aprendizaje a él y a otros jóvenes que a veces pierden los nervios. Ojalá volvamos a verle pronto. No voy a entrar en lo que es justo o no a nivel de sanciones, pero al final tienen que parar un poco ese tipo de actitudes que se ponen un poquito más de moda“, agregó el de Manacor, de 35 años. Y continuó: “Entiendo que en un arrebato pueda romperse una raqueta; no lo critico, pero no me gusta. Yo he sido educado de otra forma. Debe haber unos límites. Como amante del deporte, acciones así no se deben permitir. Hay millones de niños mirando...”.

Investigado por agresión

Más allá de la descalificación, el alemán se expone ahora a un elevado castigo económico y muchas voces reclaman una sanción ejemplar. La decisión está en manos de la ATP. En 2019, el organismo que dirige el circuito masculino multó al australiano Nick Kyrgios con 113.000 dólares (100.000 euros) por los insultos al árbitro en Cincinnati, y posteriormente añadió 22.000 euros más y una suspensión de 16 semanas por sus repetidas faltas durante los partidos. A Zverev, desde hace tiempo, también se le ha cogido la matrícula. Sin ir más lejos, hace un mes se despidió del Open de Australia reventando su raqueta contra el asfalto y sus malos modos son reiterativos.

La historia del tenis está salpicada de gestos excesivos de mayor o menor grado. Por la violencia, la voluntariedad y la proximidad del juez a los impactos, el de Zverev recuerda de alguna manera al grosero patadón que asestó el argentino David Nalbandian contra un pequeño soporte que circundaba a un línea en Queen’s, 2012. La escena acabó con sangre brotando de la tibia del supervisor y el jugador descalificado en aquella final, además de un castigo de 10.000 euros.

En el caso de que el consejo de la ATP que vela por el buen comportamiento determine que el de Hamburgo –ganador de 19 trofeos, entre ellos el oro olímpico, dos Copas de Maestros y cinco Masters 1000– haya cometido una infracción mayor (Player Major Offence), Zverev podría verse apartado durante un tiempo del circuito. No obstante, el organismo siempre ha tenido un aire condescendiente con él, y más en concreto con la denuncia por agresiones físicas y verbales de su expareja Olga Sharypova. Entonces, la ATP anunció la apertura de una investigación de la que hoy día, todavía, no se tiene noticia.

En junio de 2020, después de participar en la polémica gira balcánica organizada por el serbio Novak Djokovic (Adriá Tour) que derivó en una cadena masiva de contagios por coronavirus, unas imágenes difundidas en las redes sociales retrataron al alemán en una macrofiesta, sin protección alguna ni respetar el confinamiento. Vestido enteramente de blanco y bailoteando junto a varias mujeres. “Claramente no fue lo más inteligente del mundo”, admitió.

Djokovic: censura y disculpa

Distante con la prensa en general, y la de su país en particular, Zverev se desenvuelve con un tono altivo en las entrañas del circuito. Ese mismo año, cuando se enteró de que la legendaria Martina Navratilova había deslizado durante el US Open que jugando a ese nivel no podría derrotar a los más fuertes, replicó con soberbia: “Quizá debería mirar mi historial contra los grandes jugadores. Ha ganado Grand Slams y es una campeona respetada, pero su opinión ahora mismo no me importa”.

Entrenado actualmente por su padre, en su día contrató a Juan Carlos Ferrero (julio de 2017 a febrero de 2018) y después a David Ferrer (de julio a diciembre de 2020), con experiencias opuestas. El primero decidió desligarse tras ocho meses de trabajo juntos, argumentando la escasa profesionalidad del tenista –”a mí me enseñaron disciplina, humildad y respeto por los demás”–, mientras que el segundo dijo haber disfrutado del vínculo, correspondido por Zverev: “Junto a mi padre, David es el mejor entrenador que he tenido”.

Entre medias, se alió fugazmente (2019) con el rudo Ivan Lendl, con el que no acabó de la mejor manera. “Es muy joven y llegará a ser un gran jugador, pero actualmente tiene muchos problemas fuera de la pista que no le permiten entrenar de acuerdo a mi filosofía”, explicó el checo. El jugador, por su parte, expuso que el técnico le daba la espalda durante los entrenamientos y que le hablaba más de golf que de tenis.

En medio de la polvareda formada en Acapulco, desde Dubái llegó la opinión de Djokovic. Ambos tienen una buena amistad. “Se dio cuenta de que ha cometido un error. Comprendo la frustración. A veces combates contra diferentes emociones en la pista”, introdujo el número uno, clasificado para los cuartos en el emirato al vencer por 6-3 y 7-6(2) a Karen Khachanov; “la expulsión fue la decisión correcta, Sascha fue demasiado lejos. Esto le hará madurar. Todos somos seres humanos y cometemos errores. Él no es el único que ha hecho algo así, hay muchos ejemplos en nuestro deporte”.

Hace cuatro años, durante un encuentro con este periódico en la Caja Mágica de Madrid, Zverev dejó clara cuál es su prioridad: “Quiero ganar, sin que me importe nada más. Quiero ganar y ser el mejor en todo lo que hago, dentro y fuera de la pista. Soy fuego, a veces me tienen que parar”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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