Barquero & Zandron culminan el milagro español en el hielo de Pekín
La pareja, 11ª en la final del patinaje artístico, escenifican el espejismo en la precaria condición de su deporte en España, donde cuenta con poco más de 700 licencias
Marco Zandron, una torre de 1,91m, dos metros si se suma la altura de las cuchillas sobre las que patina, eleva, lanza y hace girar alto en el aire a Laura Barquero, diminuta y ligera a su lado, y esta, como si fuera una peonza, vuela, gira y gira sobre el hielo, perfecta, sin tropezar. Y terminan, minutos después con la llamada espiral de la muerte, y salen vivos mientras, de fondo, suena el Imagine de John Lennon versión orquesta de Sarasota, Florida. Elevan y lanzan con sincronía y coordinación.
Terminan undécimos, a una centésima del décimo puesto. Consiguen el oro olímpico en su casa los chinos extraordinarios Weinjing Sui & Cong Han, que, al ritmo del Puente sobre aguas turbulentas de Simon & Garfunkel, superan por menos de un punto, 63 centésimas, 239,68 contra 239,25, a los rusos Evgenia Tarasova & Vladimir Morozov, la pareja entrenada en su pista moscovita de Sambo 70 por la sulfurosa Eteri Tutberidze, la maestra también de las niñas Kamila Valieva, de 15 años; la campeona olímpica individual, Anna Shcherbakova, y la desolada Alexandra Trusova, la medallista de plata que terminó llorando y abominando del deporte, de su exigencia exagerada, que le había robado la niñez y convertido sus sueños en pesadillas. Y, populista, haciéndose eco de sus llantos, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, tarda poco en soltarse un discurso en el que fulmina a Tutberidze, su melena, una cuenco de ramen derramado sobre su cabeza, y la califica casi de infanticida y aboga por una edad mínima de 17 años para participar en sus Juegos.
Terminan las dos semanas turbulentas del patinaje en los Juegos de Invierno, que se cierran sin coda final al rechazar el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) la petición de nueve patinadores norteamericanos de que el COI de Bach les cuelgue, en protocolaria ceremonia y podio, la medalla de plata que consiguieron en la competición por equipos antes de que se clausuren, este domingo, los Juegos en el Estadio Olímpico de Pekín. El COI paralizó la entrega hasta que no se resuelva el caso de dopaje de Kamila Valieva, la patinadora que condujo a Rusia hacia la victoria. El TAS es la misma corte que permitió a Kamila Valieva disputar la competición individual pese a su positivo por dopaje previo.
Lejos de las lágrimas y de las aguas turbulentas, todo corazón, los españoles se muestran felices con su 11ª plaza. Tan jóvenes, novatos, como son, su gran objetivo son los próximos Juegos, los de Milán-Cortina, en cuatro años.
Y si para el profano que los ve por televisión, admirado con la boca abierta, las acciones, el gesto técnico de la pareja española, el vuelo, los giros, parecen un milagro, para los que conocen bien la realidad precaria del hielo español, el milagro no es eso, bueno, un poco sí, el verdadero milagro es que Barquero, madrileña, de 20 años, y Zandron, español nacido en Bolzano (al pie del Stelvio, en los Dolomitas italianos) hace 23 años, lo estén realizando en la pista de hielo de Pekín, en la final de los Juegos Olímpicos. “Y no solo eso”, dice Pedro Lamelas, periodista y entrenador de patinaje, director de la revista Hielo Español. “El milagro es que un país con poco más de 700 licencias, apenas una docena de pistas, y mal repartidas por toda España, poco acceso a horas de hielo para los deportistas, sin centros de alto rendimiento y escasas ayudas económicas, clasifique a dos parejas para los Juegos Olímpicos, y una, la de danza de Olivia Smart & Adrián Díaz, termine octava, con diploma olímpico, y en España se quede otra pareja de gran nivel, la de Sara Hurtado & Kirill Jalyavin”.
Más milagroso aún si se considera que la danza sobre hielo solo se practica en España desde 2008 y que Barquero & Zandron, pareja deportiva y también sentimental, comenzaron a patinar juntos solo en septiembre del año pasado, apenas seis meses. Y todo ello sin olvidar los oros mundiales y el bronce olímpico de Javier Fernández, de Majadahonda para el mundo.
El universo del hielo de alta competición se mueve entre dos modelos, dos polos, el estatal ruso y el privado norteamericano. Estos, en los Juegos, lamentan sus resultados y los achacan a la imposible competencia con los patinadores que envía Moscú, quienes gozan de horas de entrenadores y pistas a cargo del Estado todas las horas que necesiten, mientras ellos tienen que gastarse en entrenadores 100 dólares a la hora y pagar el alquiler de la pista. Como solo los hijos de padres ricos pueden pagarse varias horas al día de clases particulares, en el hielo de Estados Unidos se combate una cierta lucha de clases que delata como mistificadora la leyenda capitalista de la igualdad de oportunidades, el mito de que el talento, esté en los pies de un rico o de un pobre siempre triunfa, y esa es la historia de la disputa violenta entre Tonya Harding --la proletaria, la madre que se esclaviza en varios trabajos para pagarle las clases y le teje cutres vestidos de competición--, y Nancy Kerrigan, la niña bien burguesa, antes y durante los Juegos de 1994, y de la película que la narra.
“En España, claro, estamos más cerca del modelo norteamericano que del ruso, cuyos entrenadores, además de su sueldo, reciben del Estado pluses s acordes a los resultados que consigan en Mundiales y Juegos, y también los técnicos que descubren a los mejores entre los niños”, explica Lamelas, quien en un artículo publicado hace un año en su revista radiografía con detalle la dura realidad del patinaje español, y la sorprendente y extraordinaria brillantez de sus resultados. “Seguro que somos de los mejores del mundo en el coeficiente entre número de practicantes y resultados de la elite”.
Los padres españoles de niños con potencial tienen unos gastos mínimos de 800 euros al mes, que pueden ser miles, dependiendo del número de horas y cantidad de material que utilicen. “Y eso solo para llegar al nivel que les permitirá disponer de alguna ayuda de patrocinadores, normalmente solo botas y cuchillas, algunas pequeñas becas de la comunidad autónoma, del CSD, del programa Pódium de Telefónica… Aparte de los sueños deportivos, el objetivo de los profesionales del patinaje es no perder dinero. El presupuesto para patinaje de la federación de hielo ronda los 500.000 euros.
El presupuesto de gastos de los mejores se eleva a un mínimo de 20.000 euros al año. Alojamiento, viajes, entrenadores, clases de baile y expresión corporal, gastos en coreógrafos, fisios, psicólogos, no son lo único. Unas botas y unas cuchillas cuestan 900 euros, un traje de competición puede valer miles de euros, un mínimo de 800. “Y, como las televisiones en España apenas programan campeonatos de patinaje, apenas hay patrocinadores fuertes, aparte de los que proporcionan material”, explica Lamelas. “Y estamos en un círculo del que no salimos”.
Las tres grandes parejas españolas se entrenan en el extranjero. Barquero & Zandron, en Bérgamo, Italia; Hurtado & Jalyavin, en Moscú; Smart & Díaz, en Canadá. “En España o Europa no hay centros como el de Montreal, en el que estamos las 16 mejores parejas del mundo, y se necesita ayuda para tener más pistas de hielo y más entrenadores”, reclamaron Olivia Smart y Adrián Diaz después de terminar octavos en la danza olímpica. “Estamos abriendo las puertas de esta modalidad en España y ojalá sea el principio de mejores resultados para futuras generaciones. Pero hay que cambiar muchas cosas”.
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